El pasado 13 de enero fue el Día Mundial de la Lucha Contra la Depresión, una jornada que tiene como objetivo concientizar sobre la importancia de prevenir, detectar y tratar este trastorno emocional.
Según la Organización Mundial de la Salud, afecta a un 5% de los adultos a nivel mundial, y en el caso de los mayores de 60 a casi un 6%. Es un trastorno que, por lo general, afecta más a las mujeres que a los hombres.
Estamos hablando de casi 300 millones de personas en todo el planeta. Los números de la depresión vienen aumentando en los últimos años, y más aún durante la pandemia. Es una enfermedad cada vez más común que tiene el potencial de generar mucho sufrimiento en quienes la padecen.
Formas para identificar efectivamente la depresión
Por lo general los cuadros de depresión se caracterizan por un estado de tristeza, irritabilidad y la sensación de vacío. Se deja de disfrutar de actividades que nos gustaban y se puede incluso experimentar cierta dificultad para concentrarse y para tomar decisiones.
Otras características habituales son las preocupaciones constantes, tendencia al aislamiento, sentimiento excesivo de culpa, baja autoestima, relaciones dependientes, desesperanza en relación al futuro, pensamientos de muerte, dificultades para dormir o cansancio extremo y cambios en el apetito.
Todos en algún momento de nuestra vida podemos haber sentido alguna de estas emociones, o pasado algunas de estas dificultades. Por eso una de las grandes preguntas es: ¿cómo se diferencia a la tristeza o la angustia, de la depresión?
Juan Eduardo Tesone, médico psicoanalista y psiquiatra por la Universidad de París XII, y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina sostiene que todo el mundo puede pasar por momentos de angustia o tristeza, que no equivalen a la depresión. “La tristeza está relacionada a una pérdida. La depresión en cambio es un estado patológico que se instala a veces insidiosamente sin que la persona sepa necesariamente de dónde proviene la causa”, explica.
En muchos casos esta depresión puede volverse un estado prolongado. En ella existe una vivencia psíquica de abatimiento y falta de sentido en la vida. Puede estar acompañada de trastornos de los medidores químicos del cerebro, en particular la serotonina. Según Tesone “la pregunta del millón es qué viene primero: si lo psíquico o la molécula”. El especialista sugiere: “La terapia debería pasar por el lenguaje, por el valor simbólico del síntoma, como la punta de un iceberg cuyas bases profundas deben buscarse en el inconsciente”.
Una enfermedad que afecta a todos los ámbitos de la vida
La OMS considera la depresión como la primera causa mundial de discapacidad. El motivo es que las personas con depresión ven muchas veces alterada su vida escolar, académica, laboral y social. A la hora de pensar en las causas, principalmente se trata de eventos traumáticos: la pérdida de un trabajo, el fracaso de un proyecto o el duelo por la pérdida de un ser querido. Pero aún así, hay muchísimos casos en los que no hay una causa disparadora tan evidente.
Así lo explica Miguel Espeche, psicólogo y psicoterapeuta, especialista en vínculos: “A veces la vida provoca estados y situaciones muy dramáticas que generan lo que llamamos una depresión reactiva, que tiene que ver con un hecho traumático, por ejemplo. Pero en ocasiones encontramos personas que les va bien y sin embargo están abatidas, tristes o hasta deprimidas”.
Por esta razón, hay que definir qué es ese “todo” que evitaría que nos deprimamos. Y ahí vemos que quienes se deprimen de forma crónica creen que ese “todo” siempre está en otro lado y no en su propia situación. Por esto mismo, Espeche afirma que las causas de la depresión suelen ser una conjunción de variables, algunas actuales, otras ligadas a tiempos remotos, a veces desencadenadas por motivos externos, y de todas maneras relacionadas con vivencias inconscientes en función de la estructura de cada sujeto.
La pandemia como como una causa más de las depresiones
Desde una perspectiva similar habla Tesone: “Durante la pandemia, aumentaron las causas de depresión, pero no impactó a todos por igual. Depende de la personalidad de cada uno y de la capacidad de enfrentarse a situaciones disruptivas según los recursos psíquicos interiores”.
No hay que perder de vista el inconmensurable efecto que tuvo la pandemia sobre la salud mental en todo el mundo. Según un estudio reciente de la prestigiosa revista científica The Lancet, en 2020, la pandemia provocó un aumento del 28% en los trastornos depresivos y un 26% de los trastornos de ansiedad. Además, las más afectadas son mujeres y personas jóvenes.
También se encontraron niveles más altos de prevalencia de estos trastornos en las áreas donde el COVID-19 había golpeado más fuerte, desde los contagios y desde las medidas de aislamiento.
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¿Cómo ha afectado esto en la Argentina?
Según un informe de la Facultad de Psicología de la UBA, en la Argentina el riesgo de padecer un trastorno mental aumentó casi un 260% desde que empezó la pandemia. Y esto conlleva el peligro de un mayor consumo de alcohol, drogas y automedicación.
Y más allá del contexto puntual de la pandemia, la cultura en la que se vive en Occidente tiene rasgos que claramente atentan contra la salud mental de las personas. Entre 2005 y 2015 ya la OMS alertaba de un aumento del 18% en la tasa de depresión a nivel mundial.
La presión por conseguir éxito y dinero, el consumismo, el estilo de vida acelerado, entre otros, son solo algunas de las cuestiones que tienden a pesar en el día a día. Como explica Espeche: “A veces la sociedad ayuda a la depresión. En el sentido de que genera pautas culturales que nos ponen siempre en un lugar de seres vacíos que tienen que ser llenados por la sociedad de consumo, por los placeres, por los elementos a ser comprados, o por el estilo de vida que nos proponen para ser felices”.
El psicólogo y psicoterapeuta afirma que al no tener ese estilo de vida promovido por la sociedad consumista, en vez de valorar el propio y ver que sí tenemos elementos para la alegría y el bienestar, estamos mirando lo que nos falta (según ese encuadre ideológico). “Entonces es más factible que si juntamos esto con elementos familiares, de la constitución física de las personas, se puedan propiciar la existencia de cuadros depresivos”, cierra.
La importancia de una detección y un tratamiento tempranos
Entre todo esto, se considera que para el desarrollo de esta enfermedad influyen factores como el entorno social, la predisposición genética o aspectos psicológicos de la persona, además de aspectos de la salud física. Por ejemplo, una enfermedad cardiovascular puede contribuir a una depresión, y viceversa, y también las enfermedades relacionadas a la tiroides.
Pero más allá de las posibles causas, lo más importante está en la detección temprana de la depresión. Médicos y profesionales de la salud mental insisten en que, cuanto antes sea la detección y el tratamiento, mejor es el pronóstico.
Una de estas expertas es Cecilia Salas Gatti, psicóloga y directora ejecutiva de Casaclub Baires, una ONG avalada por la OMS y dedicada a construir comunidades de apoyo mutuo para la inclusión social y laboral de personas con padecimientos psíquicos persistentes. Salas Gatti afirma que si estamos atravesando algún síntoma depresivo, es importante que comencemos un tratamiento psicoterapéutico, que hagamos una interconsulta con un psiquiatra, con medicina clínica, y que busquemos un entorno social favorable que nos dé un sostén empático. Y que también sepamos que existen instituciones que dan un abordaje comunitario y que acompañan en el proceso de la rehabilitación psico-social.
“Es importante mencionar que la depresión no es una señal de debilidad. Tampoco es una cosa de la cual una persona pueda recuperarse repentinamente. La depresión es una afección que necesita tratamiento profesional. Y con la atención adecuada, las personas pueden sentirse mejor”, explica la experta. Además, entre los beneficios de la psicoterapia está el efecto duradero que protege al paciente contra el retorno de los síntomas, incluso después de concluir el tratamiento.
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Otros caminos: la terapia cognitiva conductual y la terapia interpersonal
Según explica Salas Gatti, las terapias basadas en la evidencia más conocidas para la depresión son la terapia cognitiva conductual y la terapia interpersonal. La primera consiste en un tipo de tratamiento mediante el cual los pacientes aprenden a identificar patrones de pensamiento y conductas que pueden estar contribuyendo a la depresión, y aprenden a interactuar con los demás en formas más positivas.
Por su parte, en la terapia interpersonal los pacientes aprenden a mejorar sus relaciones con los demás, expresando mejor sus emociones y solucionando problemas de manera más saludable. La psicoterapia es un tratamiento efectivo, sea de forma independiente o en combinación con medicamentos antidepresivos, que pueden ser útiles para reducir los síntomas en algunas personas, inclusive en aquellas con trastornos severos.
Así, queda claro que no existe un método único de tratamiento para la depresión. Los terapeutas trabajan en estrecha colaboración con sus pacientes para crear planes de tratamiento personalizados de acuerdo a sus necesidades y preocupaciones específicas.
¿Cómo podemos ayudar o acompañar a alguien en un estado depresivo?
Acompañar sin ser condescendientes a quien vive una depresión es importante. Igual que saber diferenciar entre tristeza y depresión. Espeche explica que no siempre el deprimido está realmente triste. A veces está enojado, y al abordar a esta persona la respuesta que se recibe no siempre es la que uno esperaba. Porque uno esperaba una respuesta propia de quien está triste. Pero la persona está deprimida.
En este sentido, Salas Gatti sostiene que la mejor manera de ayudar a una persona que está atravesando una depresión es estar presente. Prestando atención a las necesidades de esa persona, empatizando con lo que le está pasando y lo que le sucede. “Reconocer que está pasando por un momento de suma angustia y apatía, donde actividades cotidianas como levantarse, tender la cama, bañarse, son un gran desafío en el día a día”, concluye.
Con todo esto, La OMS insiste en que los programas de prevención de la depresión la reducen, como los programas escolares que promuevan una educación en habilidades emocionales. En la Argentina, cada vez más provincias sancionan leyes que incorporan a la educación emocional en las escuelas. Al mismo tiempo, cada vez son más las escuelas que la incorporan por iniciativa propia. El ejercicio en personas mayores también ayuda a combatirla.
De cualquier forma, hay algo que queda clarísimo: la depresión es un problema de salud pública y tiene que ser tratado como tal, con programas de prevención y promoción de la salud mental en toda la población desde una edad temprana.
Por ello, si sentís que necesitás ayuda o contención psicológica, podés comunicarte al 0800-222-5462 si sos de provincia de Buenos Aires, al 0800-333-1665 si sos de Ciudad de Buenos Aires, o a la línea de atención de tu jurisdicción. No dudes tampoco en acercarte a un centro de salud.
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