“Desde que entré al secundario veía a los chicos de 6° con sus camperas. Pensaba en cuando me tocara… El año pasado ya lo palpitábamos: estábamos pagando el viaje, diseñando las prendas de la promo, viendo salones para la fiesta de egreso. Todo el verano estuve pensando en eso”.
Los planes de Francina, una alumna del último año de la secundaria en Córdoba, quedaron truncos por el coronavirus y la suspensión de las clases a solo días del inicio del año lectivo. Y su vivencia sintetiza la de muchos de los chicos de la “Promo 2020”: alumnos de entre 16 y 18 años que cursan 5°, 6° o 7° (según el distrito y si es una escuela técnica) y viven un año de egreso inédito: sin clases presenciales en la gran mayoría de escuelas del país desde hace casi seis meses.
Varios de ellos son parte de la comunidad de RED/ACCIÓN. Y nos contaron cómo viven estos días.
“Esto nos tiró abajo un montón de momentos que nos daban identidad como promoción”, resume Máximo, de una escuela de Trelew.
Florencia, de la localidad bonaerense de Boulogne, se “imaginaba disfrutando con amigas y afianzando vínculos con muchos compañeros”. Martina, de la Ciudad de Buenos Aires, se lamenta por el viaje y la fiesta, los que cree “momentos únicos que te hacen unirte más”.
“Hay mucha decepción. Hay vivencias que hacen este el año esperado. Además, es la bisagra entre una etapa y otra con responsabilidades mayores”, resume Karen Baukloh, docente, psicopedagoga, y coordinadora de Educación Socio Emocional Misiones, un grupo de profesionales que trabajan bajo la órbita del Ministerio de Educación provincial. Ellos, con la educación basada en las emociones como eje, asesoran y capacitan a docentes de la provincia.
“A esta situación se le suma el aislamiento, que es difícil para los adolescentes”, agrega.
Isabela, de Ciudadela, representa la vivencia de muchos: “Ni bien empezó la cuarentena teníamos bastantes esperanzas de volver rápido al colegio, pero cuando se empezó a alargar comenzamos a preocuparnos por saber qué iba a pasar con el viaje, la fiesta, la presentación de buzos… Me sentí desilusionada y triste”.
A Tadeo, de Mar del Plata, la campera de la promoción le quedó chica. “Para qué la voy a cambiar, si total no la voy a usar”, le dijo a su mamá.
“Vivo una montaña rusa: de a ratos triste, de a ratos te acostumbrás”, dice Valentina, de San Isidro, quien visualizaba un 2020 lleno de risas y anécdotas.
Micaela, de Formosa, suma que muchos de sus compañeros “se van a ir a otras partes a estudiar”.
Agostina, de Monte Grande, ahora está “superdesanimada”: había visto a su hermana pasar por 6° y anhelaba vivir lo mismo. También se lamenta por no participar del proyecto Misión (llevan donaciones al norte del país junto con sus compañeros).
El grupo, clave
Para Baukloh, hoy es clave mantener la comunicación virtual con un grupo de pares: “Poner en palabras lo que nos pasa, compartirlo con los amigos, ayuda a reducir esta frustración, angustia, ira e incertidumbre”. También advierte que “es importante que el joven pueda convertir al grupo en un equipo con objetivos sencillos, como hacer juntos la tarea de una materia”.
Micaela es una de quienes se fortalece en grupo: “Nos preocupa cómo seguiremos, pero tratamos de no pasar un día sin estar en contacto”.
“Nos mantenemos en contacto por un grupo de WhatsApp de todo el curso y por Instagram. Además, con un grupo de compañeros hacemos las tareas juntos mediante llamada, así se nos hace más fácil”, cuenta María, de Neuquén.
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Máximo agrega que en su grupo también hacen chistes: “Ahora que se puede hacer ejercicio acá, organizamos para salir a correr y ‘ponernos en forma para la fiesta’”.
Claro que no todos se sienten cómodos con la comunicación virtual.
“Al principio hacíamos reuniones por Zoom bastante seguido y hablábamos más, pero a medida que fue avanzando la cuarentena yo al menos dejé de compartir un montón de cosas”, dice Lourdes, de Villa Adelina.
Camila, de Olivos, cuenta que en su grupo del curso “se habla 24/7”, pero aclara que “no es lo mismo” que el encuentro personal.
La contención familiar
“Era un año muy esperado, no solo por ella sino también por mí: hace años venía escuchando sus sueños”, admite Marisa, la madre de Francina. “Los primeros días llorábamos juntas. Intentaba consolarla diciéndole que iba a hacer historia. Ahora la noto a ella y a sus compañeros más tranquilos, quizás resignados”, agrega.
“Veo a mi hijo desganado. Siempre fue muy activo, amiguero y hoy no puede juntarse con sus amigos”, cuenta Norma, la mamá de Tadeo. Y señala que la situación hasta afectó su rendimiento escolar.
“Lo ideal es que el adolescente esté acompañado por la familia, que haya diálogo y que los padres fortalezcan el proceso de aprendizaje mediante su afecto”, recomienda Baukloh, quien es especialista en Abordaje Familiar Integral e Educación en contexto de encierro. Para ella, “la pandemia es una oportunidad para fortalecer el vínculo con los hijos y conocer sus intereses reales”.
Norma lo aprendió: “Este tiempo nos sirvió para aprender qué le gusta, descubrir, por ejemplo, que le encanta stremear. También para cocinar y ver películas juntos”.
Baukloh también aconseja a los padres “sostener la motivación del chico, marcarle que hay vida más allá de este año”. Los alumnos lo valoran: “Hoy entiendo que mi familia es un lugar de apoyo, donde puedo expresar mis dudas y preocupaciones”, dice Florencia.
El rol del docente
“Es importante que los docentes brinden espacios en sus clases para que los estudiantes digan qué piensan o sienten y que la clase se construya a partir de ahí. Los alumnos necesitan su acompañamiento más que nunca, sin tanto contenido enciclopédico”, reflexiona Baukloh, coautora de la Ley de Educación Emocional de Misiones (la cual destaca el valor de trabajar a partir de las emociones y las relaciones interpersonales para potenciar la enseñanza).
Podés conocer más sobre la Educación Emocional en esta edición de Reaprender, nuestra newsletter de Educación.
Baukloh advierte que muchos docentes incorporan estos espacios de diálogo y que muchos están aprendiendo a cómo llevar adelante esta situación. Pero señala que, si estos momentos señalados no surgen del profesor, los alumnos, con respeto, debieran plantear esta necesidad.
“Estamos superapoyados por el colegio, eso me anima. Organizan actividades para hacernos sentir unidos, como hacer un video cada uno desde su casa con su buzo de egresados”, cuenta Catalina, de Los Cardales.
En esa línea, Myriam Prado, docente de Historia, propuso a sus alumnos de 6° de Moreno (Buenos Aires) usar la campera de promoción en las clases virtuales. “La compraron con mucho esfuerzo y es algo que les da un sentido de pertenencia”. Prado también dedica tiempo a las charlas con sus alumnos, a quienes nota preocupados y desilusionados.
Agustina Palczewicz enseña Economía en un 6° de Santa Rosa, La Pampa. En su colegio se hacen concursos con premios a través de Facebook y se estimula a publicar fotos de lo que cocinan.
Expectativas, desilusiones y lecciones aprendidas
En los casi seis meses que llevamos de cuarentena, muchas expectativas se han convertido en desilusiones. Y la educación no escapa a eso. Parecen lejanas las palabras del último 27 de mayo, cuando Nicolás Trotta, ministro de Educación, garantizó que habrá viajes de egresados, aunque no se sabe cuándo: por entonces, el funcionario dijo se buscará un momento entre este año y el que viene para realizarlo “en forma escalonada y sin saturar el mercado interno”.
Tres meses y medio más tarde —en una fecha en la que habitualmente muchos estudiantes hacen sus viajes de egresados—, el panorama aún carga incertidumbre. “No saber qué va a pasar con todo lo planeado me pone muy mal”, dice Catalina.
Además, la cuarentena reconfiguró los planes universitarios de muchos, con casos disímiles.
“Tuve la oportunidad de pensar más en la universidad. Estando en el colegio no creo que lo hubiese hecho a esta altura”, cuenta Gadiel, de Tierra del Fuego.
Otros, en cambio, están preocupados por comenzar más tarde la universidad (no se sabe cuándo terminará este ciclo lectivo).
“Este año planeaba hacer la mayor cantidad de materias posibles por UBA XXI para terminar el CBC antes. Esto me desmotiva”, dice Lourdes.
Camila, por su parte, esperaba en 2020 ir a las charlas de universidades y sacarse las dudas sobre qué carrera seguir.
Hacer planes en cuarentena: la necesidad de esperanza ante la incertidumbre
En este contexto, Baukloh señala: “Es genial tener un camino marcado, pero no hay que pensar todo el tiempo en lo que no se puede hacer, porque genera ansiedad. En lugar de ello, es un momento para pensar en cómo hacer algo bueno con esto. Por ejemplo, en cómo ayudar a un amigo que no tiene conectividad”.
A pesar de la frustración, varios chicos de la Promo 2020 saben que este año atípico les deja lecciones.
“Esto me hizo aprender a tener paciencia, saber que no tenés garantizados tus planes”, dice Gadiel. Valentina aprendió a “valorar más los momentos”. “Ahora entiendo la escuela no solo como un lugar donde estudiar, sino donde tener contención”, repasa Máximo.
Y Constanza, de La Rioja, resume la sensación de muchos: “Cuando vuelva voy a disfrutar más los mates, las charlas y los juegos con mis compañeros”.
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Este contenido fue publicado originalmente el 2 de junio de 2020 y actualizado el 9 de septiembre de 2020