—¿Por qué crecen los casos de bullying aunque cada vez se hable más del tema?
—Hoy el tema tiene cada vez más visibilidad, aunque es un problema viejo. Hoy tiene más impacto, un poco por el avance de la investigación: antes se lo veía como cosas de chicos. En Argentina no disminuyen los índices por un lado porque las políticas públicas no son eficientes ni específicas, y tampoco se sostienen en el tiempo. Está comprobado a nivel internacional que los programas efectivos son los que se sostienen por más de dos años. A su vez, es una problemática que debe trabajarse en forma multicausal: las políticas públicas son necesarias, pero es fundamental trabajar con las escuelas y a nivel social. Se necesita un enfoque integral, con medidas transversales y sostenidas.
—¿Qué consecuencias tiene el bullying en la adultez?
—Como el bullying es algo persistente, crónico, sistemático a lo largo del tiempo, a diferencia de conflictos esporádicos, tiene consecuencias en la salud mental. Los trastornos psicológicos más prevalentes son trastornos del estado de ánimo, como ansiedad o depresión, también trastorno por estrés postraumático o trastornos de la personalidad. Estas consecuencias pueden ser a corto, mediano y largo plazo. Por eso, algunas personas que han sufrido bullying, especialmente en casos muy prolongados, sostienen los síntomas en la adultez. El bullying sufrido puede tener consecuencias en su autoestima, autopercepción, identidad o confianza. O problemas vinculares. Y las consecuencias no son solo para agredidos, sino también para agresores. Hay estudios que dicen que es mucho más probable que niños que han permanecido en este rol de agresor sin ser abordado tiene más probabilidades de caer en conductas delictivas o violentas en la adultez.
—¿Qué rol juegan los terceros, los testigos?
—Su rol fundamental. Sin público no hay espectáculo. El bullying es sinónimo de un grupo que no está funcionando y en este grupo los terceros son un factor de mantenimiento. Muchos, para no caer en el círculo de la victimización, se esconden en el silencio. Son importantes entonces las intervenciones para generar un entorno que brinde seguridad para que los espectadores puedan denunciar lo que está pasando. Que los adultos puedan dar canales de denuncia y dar confianza. Que puedan explicitar los pasos a desarrollar en caso de que un espectador denuncie. Los programas más exitosos en el mundo tienen este enfoque.
—¿Podemos estar fomentando el bullying desde nuestros hogares de forma quizás indirecta o inconsciente?
—Desde ABA, una de las cosas fundamentales que hacemos es proponer a las escuelas trabajar a lo largo del año con la comunidad de padres. Existen actitudes que también son factores de mantenimiento. El bullying es un conjunto de factores que se combinan. El riesgo de bullying aumenta, por ejemplo, cuando los padres muestran modelos violentos de resolución de conflictos o alientan a sus hijos a responder violentamente. También cuando minimizan la problemática. A su vez, los padres, en lugar de un factor de riesgo, pueden convertirse en un factor de protección.
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