Bienvenidos una vez más a SIE7E PÁRRAFOS, la newsletter semanal sobre libros. En esta edición voy a contarles sobre algunos libros prohibidos o perseguidos en la Argentina de hoy. Además, esta semana escribieron Lucía Alvarez, Leila Guerriero, Ana Wajszczuk, Alejandro Melamed, y Marcela Mora y Araujo.
1. El libro negro de Migré
Esta semana se retiró de librerías el libro de Liliana Viola “Migré, El maestro de las telenovelas que revolucionó la educación sentimental de un país” (Sudamericana). El conflicto surgió de una demanda del heredero de Migré, Víctor Agú, quien acusa a la autora de haber reproducido fragmentos de las telenovelas sin su consentimiento. El problema arranca dudoso porque fue él mismo quien le facilitó estos textos durante su investigación. “El dice que defiende el archivo y es mentira, se sienta sobre él”, me dice Viola. “Migré fue famoso por defender los derechos de autor y paradójicamente tiene un heredero que los esconde”.
El libro de Viola articula cada telenovela con el momento histórico en que estaban al aire. Es decir, los textos en cuestión están presentes con el objetivo de ser analizados. También detalla cómo cada telenovela está atravesada por la sexualidad. Obvio, son novelas, ¿no? Eso si, no se mete con la vida privada de Migré. Alude a su homosexualidad ya archi conocida, pero se priva de contar detalles. Después de entrevistar a actores, críticos y productores de la época, aparecieron muchos testimonios de anécdotas íntimas. Viola podría haber escrito un culebrón amarillista lleno de chismes, pero prefirió hacer una investigación seria.
Agú da notas y se queja en redes de que se hable de la vida privada de Migré pero ante la justicia reclama derechos de autor por los fragmentos incluidos en el libro. ¿En qué quedamos? Y así, a menos de dos años de publicado el libro, comenzaron una serie de negociaciones y mediaciones con la editorial que resultaron en la decisión de retirar los libros de librerías. No tenemos ya el libro pero sí la miniserie basada en él. En abril arranca Mirándote, por la TV Pública. protagonizada por Sofía Gala, que tendrá cameos de actores históricos de Migré como Claudio García Satur.
2. Más libros prohibidos (más mitos de ayer y hoy)
Hay infinidad de casos de libros retirados de circulación. Sin contar los prohibidos durante la dictadura, me acuerdo de “El Aleph engordado”, de Pablo Katchadjian (Blatt y Ríos), una versión del cuento original de Borges al que el autor le sumó 5600 palabras. Esto despertó la ira de María Kodama y también el apoyo de escritores como como Cesar Aira, Beatriz Sarlo, Claudia Piñeiro y Ricardo Piglia. Otro es “Bolivia construcciones” de Sergio Di Nucci, ganador del Premio de novela La Nación-Sudamericana. El libro arrancó con las mejores críticas y muy buenas ventas hasta que se acusó al autor de haber plagiado Nada, de la escritora española Carmen Laforet. El jurado dió marcha atrás y revocó el premio aunque nunca recuperó el efectivo del mismo porque Di Nucci ya había donado la suma completa a la comunidad boliviana del bajo Flores.
“Borges” de Adolfo Bioy Casares (Emecé), no tiene denuncias ni escándalo, pero los herederos de los derechos no terminan de acordar con ninguna editorial su reimpresión. Hubo una primera edición en 2006 que está totalmente agotada. En Mercado Libre hay disponible un solo ejemplar a $15.000.
Son todas historias infelices. Para reirse un poco, hay que ver a Salman Rushdie actuando su persecución por “Los versos satánicos” en Curb your enthusiasm, la serie de Larry David.
Y aquí, los libros de no ficción de la semana:
3. La final de nuestras vidas, de Andrés Burgo, comentado por Marcela Mora y Araujo
“‘Cuando el Pity Martínez se largó a correr, todos los hinchas de River […] ya habíamos perdido el eje’: con esa primera frase digna de Hunter Thompson, Andrés Burgo abre una crónica épica que hilvana con amor de hincha y pluma de periodista las diversas tramas que se pusieron en juego durante los cuarenta días que duró el martirio de la super archi final de las finales, la Copa Libertadores del 2018”. Aquí el comentario de Marcela Mora y Araujo
4. ¡Sálvese quien pueda!, de Andrés Oppenheimer, comentado por Alejandro Melamed
“Andrés Oppenheimer realiza un trabajo de investigación y propuesta, focalizado en el futuro y el trabajo. A partir de una serie de entrevistas y encuentros con los principales referentes globales del tema, y recorriendo los centros especializados más importantes en América, Europa y Asia, en su libro logra sintetizar la realidad y los potenciales escenarios de los trabajos en general y pone la lupa sobre sobre determinadas actividades”. Aquí el comentario de Alejandro Melamed
5. La Caja Topper, de Nicolás Gadano, comentado por Ana Wajszczuk
“La infancia tal vez no acabe nunca, pienso mientras termino de leer La Caja Topper. Tal vez queda guardada en algún lado hasta que nos la volvemos a topar de golpe -asi sea a los cincuenta años- con la fuerza de un meteorito venido de otro planeta. Guardada, por ejemplo, en una caja de zapatillas como la que recibe Nicolás Gadano a la muerte de su madre, repleta de cartas, casetes, recortes, memorabilia de una vida en común que se transforman en indicios con los cuales el protagonista –como un detective de sus propios padres, le robo la frase a Lola Arias- quiere lograr un imposible: hablar con la madre que ya no está y con el padre que está pero se niega a hablar (al menos en los términos que el hijo quiere)”. Aquí el comentario de Ana Wajszczuk
6. Las clases de Hebe Uhart, de Liliana Villanueva, comentado por Lucía Álvarez
“No hay escritor, hay personas que escriben, nos dice la voz de Hebe Uhart a través de los apuntes de Liliana Villanueva, su alumna-escriba, en este libro dedicado a pensar la literatura, los secretos del cuento y de la crónica, el modo de recuperar el habla de la gente, de construir diálogos y diálogos internos, personajes y metáforas”. Aquí el comentario de Lucía Álvarez
7. Los que sueñan el sueño dorado, de Joan Didion, comentado por Leila Guerriero
“Este es uno de los pocos libros que jamás está en mi biblioteca. Lo tengo a mano, en la mesa de luz o el escritorio, y recurro a él -como quien recurre al I-Ching- cuando, escribiendo, necesito atrapar un tono escurridizo o una atmósfera esquiva. Lo abro por cualquier parte y la prosa de Didion siempre tiene el mismo efecto benéfico: una combustión espontánea que se traduce en el deseo compulsivo de escribir”. Aquí el comentario de Leila Guerriero
Gracias amigos, nos vemos la semana que viene para seguir hablando. Prometo que va a ser de libros que -hasta ahora- ¡no hayan sido prohibidos!
Saludos,
Flor
