La literatura científica acerca del sueño está creciendo exponencialmente. Sucede que, si pasamos 25 años de nuestras vidas durmiendo, en promedio, algunos procesos muy importantes deben estar sucediendo allí. De hecho, se estima que al menos un 10% de la población sufre algún trastorno del sueño clínicamente significativo asociado y con repercusión social, intrapersonal y sobre la sociedad, de acuerdo a datos del Consenso de Aspectos Psicosociales en Enfermedad Cardiovascular de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) del 2022.
Algunas recomendaciones ya son prácticamente indiscutidas:
- Hay que acostarse temprano (idealmente, a la misma hora)
- Dormir alrededor de ocho horas
- El descanso debe ser ininterrumpido
- Al otro día es importante sentirnos renovados.
Sin embargo, exceptuando a niños, a personas con patologías específicas o que viven en lugares calurosos e interrumpen sus actividades al mediodía, se acuestan más tarde y suman con la siesta suma las ocho horas diarias de descanso, en el territorio de la siesta las certezas no son tan generalizables.
Un estudio publicado a fines de abril en la revista científica Obesity encontró que, de 3.000 personas de la región española de Murcia, quienes dormían siestas de 30 minutos o más tenían más probabilidades de tener un índice de masa corporal (IMC) más alto en comparación con los que no dormían siestas.
Como explica The Guardian, “es posible que tener sobrepeso te dé sueño, pero la siesta larga también se asoció con presión arterial más alta y una variedad de condiciones relacionadas con enfermedades cardíacas y diabetes. No está claro si los factores del estilo de vida (trasnocharse, fumar, comer en exceso) son la causa de la mala salud y las largas siestas, pero estudios anteriores han demostrado un vínculo causal entre las siestas y la obesidad abdominal”.
Otras desventajas de las siestas demasiado largas son el sentimiento de aturdimiento, la desorientación y la injerencia en los patrones de sueño normales durante la noche (especialmente en insomnes). Pero el riesgo sólo aplica si la siesta se extiende más de media hora, ¿qué pasa si es más breve? En inglés las llaman power nap, que podría traducirse como siesta reparadora o energizante, dado que pueden ayudar a mejorar la función cognitiva y el estado de ánimo.
Ruckshanda Majid, especialista en medicina del sueño explicó que “la duración ideal de una siesta es de 20 a 45 minutos. Esto le permite a una persona tener un buen sueño reparador mientras evita entrar en ciclos más profundos”. La experta precisó en la página del centro médico UT Physicians (Texas, Estados Unidos) que el horario también es importante: “en cuanto al momento más oportuno, es mejor tomar siestas entre la 1 y las 3 p. m. Entre estos momentos, el ritmo circadiano natural está en su punto más bajo durante el día y el sueño será más natural. En pocas palabras, que sea breve y no demasiado tarde”, sintetizó.
Según Healthline, al dormir entre 10 y 20 minutos entramos en la primera y a veces en la segunda fase del sueño, lo justo para refrescarse y obtener los beneficios asociados a la siesta. Durante el sueño verdadero, por la noche, el cuerpo tiene la oportunidad de completar las cinco etapas del ciclo del sueño varias veces. “Cuando se entra en un sueño más profundo, el cerebro responde menos a los estímulos externos, lo que dificulta el despertar y aumenta la probabilidad de estar aturdido y fatigado”, añade el artículo.
En resumen, si dormir siestas cortas algunos días determinados te hace sentir más alerta y renovado, “deberías sentirte libre de hacerlo”, señala Medical News Today, y agrega: “los beneficios de la siesta parecen ser mayores que los posibles inconvenientes. Sin embargo, los investigadores deben seguir estudiando sus efectos generales para la salud”.
En esta nota podés leer más consejos para dormir mejor según una experta en medicina del sueño.