Un día de verano en un balneario de la costa argentina. Familias con chicos disfrutan de las vacaciones bajo el sol de enero, hay pibes jugando a la pelota, mujeres recostadas en sus reposeras, algunas leyendo un libro, otras charlando con la vecina de carpa, madres, padres rodeados de baldes y palas alentando a sus hijos en la emoción de cavar un pozo en la arena, grupos de hombres jugando al truco.
Observo esta escena desde mi carpa, todo muy normal en este verano atípico en el que no nos saludamos con un beso y bajamos a la playa con el barbijo que luego nos vamos a quitar y poner varias veces a lo largo del día. No noto todavía que Laura, la dueña del perrito con el que a mi hijo le gusta jugar —por lo que siempre conversamos—, jamás está en traje de baño. Lleva siempre un vestido oscuro hasta las rodillas, pero, hasta la tarde en que un grupo de mujeres tomando el mate vamos a estallarnos de risa en una improvisada ronda de “confesiones de chicas”, no le habré prestado atención.
“Amigas no me hagan reír que me pisho. ¡En serio!”, dirá mientras repliega su torso sobre las rodillas, que levantará un poco en el esfuerzo de apretar una pierna cruzada sobre la otra. Es un gesto reflejo que ayuda a contener la vejiga. Bueno, no siempre. Para Laura, que tiene 43 años y cursó dos embarazos, a veces no funciona del todo bien.
Su comentario despertó un efecto bola de nieve: todas las presentes, mujeres desde 30 a 55 años, empezaron a contar que les pasaba lo mismo o parecido. Alguna vez, no habían podido contenerse. Alguna vez, habían estado al borde del papelón. La conversación habilitó una confesión inesperada, pero ya fuera de la ronda.
Una de las amigas la apartó a Laura y le contó que ella estaba por operarse; después de años de no obtener respuestas eficaces de su ginecóloga de siempre, había encontrado una especialista, una uroginecóloga que en un año de tratamiento estaba a punto de resolverle el tema en forma definitiva.
La medicina que casi no se promueve y es de las más efectivas
Un problema que afecta a la mitad de las mujeres
El 50 % de las mujeres va a tener incontinencia de orina a lo largo de su vida, según explica —basada en estudios internacionales— Claudia Scalise, médica recertificada en obstetricia y ginecología, jefa de la sección Uroginecologia y suelo pélvico del sanatorio Güemes y docente de la facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Una de las causas principales de la incontinencia urinaria es el daño que el embarazo y el parto provoca sobre los músculos del suelo pélvico que sostienen los órganos alojados en el abdomen y la pelvis.
La incidencia de esta patología aumenta al 70 % en las mujeres en edad de menopausia. Otro pico importante de su incidencia es después de los 70 años y ya esta condición tiene que ver con el envejecimiento y enfermedades asociadas con la edad como demencia o Alzheimer, que influyen en el control de los músculos.
La mayoría de las mujeres no busca tratamiento, porque les da vergüenza hablar del tema o porque se convencieron de que es normal tener algunas pérdidas de orina después del parto y cree que no hay soluciones. Eso impacta negativamente en su calidad de vida: evitan salidas por temor a no tener un baño cerca o sufrir un escape de pis, dejan de hacer deporte, se visten de colores oscuros y gastan fortunas en apósitos de contención, mucho más caros aun que las toallitas de gestión menstrual o los protectores diarios.
“La incontinencia de orina es la pérdida involuntaria de orina que ocasione un problema higiénico y/o social a la paciente”, explica Scalise.
La medicina la clasifica en diferentes tipos:
La incontinencia de orina de esfuerzo, que se produce al toser, estornudar, saltar o al hacer actividad física, y que tiene diferentes grados, desde leve a grave. “Hay quienes pierden orina al hacer kangoo jumping y otras por solo correr para alcanzar un colectivo”, grafica la médica.
El siguiente tipo, es la incontinencia de orina de urgencia, que es la pérdida involuntaria de orina ante un aumento o un deseo imperioso de orinar que la paciente no puede reprimir y se produce el famoso “me pishé encima”; la escena habitual de este cuadro es lograr llegar a casa, poner la llave en el cerrojo y en ese momento soltar el charco.
“Este tipo de incontinencia es muy frecuente y el de más difícil tratamiento porque se vuelve crónico”, señala la experta. “Se produce por un cuadro llamado de inestabilidad vesical, vejiga inestable o vejiga hiperactiva, que está asociado con algún problema con el músculo detrusor o del reflejo de micción. Esa alteración no es pasible de tratamiento quirúrgico, y queda de por vida; muchas veces esa paciente tiene antecedentes de enuresis nocturna en la niñez”, detalla en referencia al cuadro típico de los niños en edad de controlar esfínteres que siguen mojando la cama.
Por qué llevar una dieta equilibrada es crucial para tener un embarazo sano
La otra forma de la incontinencia urinaria es la que se llama “por rebosamiento” y se refiere al prolapso, que es el descenso de los órganos genitales, o de los órganos vesicales que obstruyen la salida normal de orina. “Esta es una pseudoincontinencia porque al corregir el prolapso, la incontinencia ya no se produce”, expresa Scalise.
“Si bien me pasaba cada tanto ante un estornudo, alguna tos o reírme mucho que se me escapara un poco de pis, en los últimos seis meses, con la pandemia aumenté un poco de peso y se agudizó el tema; se empezó a hacer muy presente todos los días, es reincómodo, me tengo que estar cambiando cada dos por tres, tengo que estar pendiente de mis movimientos, tengo que estarme cuidando mucho en cada cosa que hago, reírme menos, estornudar lo menos posible, vestirme de oscuro para que no se note si me mojé”, revela Laura.
El deterioro en la calidad de vida es el efecto más evidente de la incontinencia urinaria. Como habíamos contado, adaptarse a esta condición obliga a hacer cambios drásticos: restringir la ingesta de líquido por no tener episodios de incontinencia, reducir al mínimo la vida social, no hacer paseos al aire libre, donde probablemente no haya un baño cerca para llegar a tiempo, usar ropas oscuras por miedo a que se produzca el escape de orina y se note a la vista de los demás. También desmejora la calidad de los encuentros sexuales, los que muchas mujeres prefieren evitar por temor a que se escape orina durante la relación. Al listado Scalise suma la dependencia de apósitos protectores e incluso el uso de pañales, cuando las pérdidas de orina son voluminosas. Entre sus pacientes de distintas edades, la médica que también es presidente de la Asociación Argentina de Controversias en Obstetricia y Ginecología (AACOG), conoció a mujeres que suspendieron viajes en los que planeaban visitar a hijos o nietos por miedo a sufrir episodios de incontinencia delante de ellos.
Es el caso de la mamá de otras de las amigas de la playa, Karina, que recordó el momento en que estando de vacaciones juntas, perdidas en uno de esos enormes malls, no encontraban el baño. “¡Chicas, mi mamá dejó el charco ahí, menos mal que era un shopping, le tuve que comprar ropa de urgencia, pero que papelón!”, contó.
Carolina Lodise, modelo, muestra los ejercicios guiados por Liliana Gutilla, kinesióloga (voz).
La importancia de fortalecer el suelo pélvico
Para cada tipo de incontinencia hay un tipo de tratamiento específico o combinado que incluye: rehabilitación de suelo pélvico a cargo de un fisiatra entrenado (la especialidad es la kinesiología, una prestación cuyo costo habitualmente es cubierto por las obras sociales); medicación, que en algunos casos son específicos para la vejiga y en otros para tonificar o mejorar la lubricación de los tejidos vaginales y, en tercer lugar, la cirugía que consiste colocar una prótesis llamada Sling que es una malla de material polipropileno monofilamento por debajo de la uretra para sostener los ligamentos implicados en la micción y la continencia.
Por supuesto, el escenario ideal sería prevenir la incontinencia mucho antes de que ocurran los factores de riesgo: el embarazo y el parto, algunos deportes de alto impacto y el uso incorrecto de los esfínteres a lo largo de la vida, entre los más frecuentes. A su vez, en casos de incontinencia urinaria, es primordial descartar las infecciones urinarias que suelen ser la causa principal y que, en general, cuando no son a repetición, se resuelven rápidamente, con antibióticos.
Existen también terapias alternativas, llamadas “térmicas” que consisten en estimular los músculos del suelo pélvico con aparatología: es el caso del biofeedback mediante colocación de electrodos intravaginales o intranales; rayos láser, ultrasonido de alta frecuencia HIFU y radiofrecuencia. Estas terapias no se recomiendan a mujeres embarazadas ni puérperas y no suelen ser cubiertas por las obras sociales por no formar parte del plan médico obligatorio.
Carolina Lodise, modelo, muestra los ejercicios guiados por Liliana Gutilla, kinesióloga (voz).
Pero, sin dudas, la mejor terapia preventiva y que en algunos casos de incontinencias leves también resulta eficaz para revertir la condición, es la rehabilitación del suelo pélvico.
La kinesióloga fisiatra Liliana Guttilla explica que el suelo pélvico, la gran zona olvidada en el cuidado de la salud, es un conjunto de músculos y de ligamentos que cierran la parte inferior de la cavidad abdominal, tapizan la pelvis en forma de rombo; la disposición de esos músculos y ligamentos permite mantener la posición adecuada de los órganos y tejidos que están dentro de la pelvis: la vagina, el recto, la uretra, los esfínteres que alojan la orina y las heces. Una buena tonicidad de los músculos del suelo pélvico facilita el trabajo de parto, mejora la función sexual, la sensibilidad, la respuesta orgásmica y, en los hombres interviene en la erección y la penetración. Su tonicidad se puede ver afectada no solo por el movimiento sino también por factores hormonales, psicológicos y neurológicos.
“Cada vez son más frecuentes las consultas en el tratamiento y en el embarazo para la rehabilitación de suelo pelviano”, relata Guttilla y expresa: “Ninguna parturienta debería dejar de hacer rehabilitación posparto dirigida individualmente según el tipo de parto que haya tenido”.
Una de las técnicas más usadas en kinesiología es el ejercicio de Kegel que se basa en contraer y elevar los 3 orificios perineales: la uretra y la vagina, en el caso de la mujer y el ano en los dos sexos. También colaboran en la rehabilitación y la salud del suelo pélvico, la realización de ejercicios abdominales llamados hipopresivos que estimulan el músculo transverso y el alojado en la cincha abdominal y al mismo tiempo, tonifican el suelo pélvico.
Laura volvió de sus vacaciones con un turno médico y ya empezó su tratamiento.