El 89 % de los hogares de barrios populares encuestados por la organización social Barrios de Pie experimentó algún grado de inseguridad alimentaria. Y el 62 % padece inseguridad alimentaria severa, es decir, en el mes anterior al menos una persona del hogar tuvo que dejar de comer un día completo o sintió hambre, pero no tuvo para comer.
Los resultados se obtuvieron utilizando la escala FIES y abarcan 20 jurisdicciones: Buenos Aires, Chaco, Chubut, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Formosa, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Misiones, Neuquén, Salta, San Juan, San Luis, Santa Fe, Santiago del Estero, Tierra del Fuego y Tucumán. Se encuestaron representantes de 5.357 hogares de barrios populares, que abarca 21.266 personas, de las cuales el 37 % fueron menores de edad.
Perspectivas futuras sobre la inseguridad alimentaria infantil
En 6 de cada 10 hogares encuestados las personas se vieron obligadas a privarse de alimentación porque ya habían agotado otras estrategias, como cambiar alimentos frescos por hidratos de carbono ricos en calorías, pero bajos en nutrientes esenciales. En efecto, la pobreza y la malnutrición forman un círculo vicioso donde una retroalimenta a la otra, perpetuando un ciclo de privación y falta de oportunidades.
El informe pone de manifiesto una situación preocupante en los índices de inseguridad alimentaria y consumo de alimentos, ya que el 58 % de los hogares ha disminuido el consumo de carnes, frutas, verduras y lácteos, sin compensar esta reducción con otros alimentos nutritivos. Este déficit se traduce en elevadas cifras de malnutrición infantil.
Otra encuesta realizada por Barrios de Pie indica que a finales de 2023 la malnutrición entre los 0 y los 18 años alcanzaba el 48,9 %, destacando el sobrepeso y la obesidad, además de la desnutrición crónica reflejada como baja talla, particularmente en lactantes y primera infancia (21,7% y 10,4% respectivamente).
Las consecuencias directas incluyen una menor capacidad inmunológica, mayor predisposición a infecciones, problemas respiratorios, trastornos gastrointestinales y hepáticos; un menor rendimiento académico y capacidad intelectual; también incrementa el riesgo de trastornos psíquicos como la depresión y la ansiedad. Estas condiciones nutricionales adversas facilitan la aparición precoz de enfermedades crónicas no transmisibles.
Además, el acceso limitado al sistema de salud en barrios populares agrava la situación, aumentando la posibilidad de padecer patologías crónicas a edades tempranas, lo cual compromete su desarrollo integral y sus posibilidades futuras de llevar una vida digna y gozando de sus derechos.
¿Qué es la inseguridad alimentaria?
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) define la inseguridad alimentaria como la insuficiencia en la ingesta de alimentos, describiéndola como un proceso complejo que atraviesa varios grados.
- Leve: la persona siente preocupación sobre si podrá alimentarse.
- Moderada: se realizan cambios en la dieta, optando por alimentos más baratos o que rinden más.
- Severa: se reduce la cantidad de alimentos consumidos.
El tránsito hacia la inseguridad alimentaria severa no ocurre de un día para otro, es un proceso en el que las personas agotan diferentes estrategias compensatorias. Inicialmente, reemplazan los alimentos habituales por otros más baratos o que rinden más. Posteriormente, recurren al endeudamiento para poder adquirirlos.