Desde el inicio de la pandemia, el mundo se mueve al compás de una danza de contagios que impuso una lógica impredecible. El entusiasmo por aperturas y flexibilizaciones de actividades tras una baja de casos en algunos países, duró un suspiro: días o semanas.
Los nuevos brotes, o rebrotes, obligaron a los gobiernos a desandar caminos que habían sido tomados principalmente por una fuerte presión social o urgencias económicas.
Ante este escenario de incertidumbre, la medicina y los científicos analizan los datos oficiales para proponer estrategias con el propósito de evitar el resurgimiento de los contagios. Mientras la transmisión del SARS-CoV-2 no se detiene, el mundo está aprendiendo a abrir y cerrar, moverse y quedarse quietos; aislarse o mantener distancia.
Brotes y rebrotes: esperables pero difícil de prevenir
“Los brotes son esperables”, le dijo a RED/ACCIÓN con absoluto convencimiento la médica Leda Guzzi, miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI).
Según su análisis, lo que se está viendo en algunas provincias de la Argentina y en otras zonas del mundo es un resurgimiento previsible de la enfermedad porque “el comportamiento viral no es el de un pico y la extinción de la enfermedad”.
“Tiende a resurgir y lo que se espera es que esto suceda por, al menos, 24 meses. Habrá olas en las cuales los números de casos aumenten con picos y valles, que van a requerir intervención sanitaria”, asegura Guzzi.
En este punto aparece el temor por un escenario no deseado: la saturación de la ocupación de las camas y del acceso a la atención médica. Guzzi advirtió que “cuando los casos alcancen un umbral que ponga en riesgo el sistema de salud, hará falta la intervención de las autoridades para restringir la movilidad ciudadana, que es la herramienta más clara para controlar los casos”.
Desde la mirada de la bioinformática, el investigador del CONICET, Rodrigo Quiroga, también en conversación con RED/ACCIÓN, trazó su diagnóstico. “El ejemplo más claro de brotes es lo que ocurrió en la provincia de Córdoba, donde se registraron varios en distintas zonas, como consecuencia de personas que viajaron desde el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA)”.
Y sigue: “Al comienzo de la epidemia, el aumento de casos era producto de viajeros que llegaban desde el exterior. Luego, se sucedieron los movimientos entre provincias y más tarde fueron los traslados entre ciudades o pueblos cercanos. Toda esa circulación es cada vez más frecuente y difícil de controlar por la flexibilización de las actividades y provoca la transmisión viral”.
Cómo viven en lugares donde nunca llegó el nuevo coronavirus
El profesor de la Universidad Nacional de Córdoba señaló que “en ese escenario es cada vez más difícil rastrear, detectar o aislar a los contactos de las personas contagiadas”. Por eso, según Quiroga, los brotes nunca se pueden predecir, sólo se pueden observar para realizar un estudio de ese comportamiento.
En este punto Quiroga y Guzzi coinciden. Para la médica infectóloga es difícil prevenir los rebrotes, mientras exista movilidad ciudadana, pero sí los contagios: “La circulación va a existir, porque la gente necesita recuperar su actividad productiva y profesional. Para prevenir los contagios hay que extremar las medidas de precaución. En la mayoría de los países se ha presentado un brote inicial, con el colapso y el desborde total del sistema de salud, seguido por un descenso y luego la aparición de picos, pero de menor intensidad”.
Otro de los factores que incide en la transmisión viral, que origina los rebrotes, es una baja percepción del riesgo por parte de la población. La médica infectóloga, que trabaja en la Clínica Olivos y en el Hospital Maternidad Santa Rosa, advirtió que “la gente tiende a pensar que se trata de una enfermedad leve, que le sucede a otros. Si bien el 80 % de los casos son leves o moderados, hay un 20 % que requieren internación, y un 5 %, cuidados críticos”.
“El concepto de las tres C es fundamental: Contacto cercano con personas a menos de un metro, lugares Concurridos y los lugares Cerrados o Confinados son los tres escenarios donde puede suceder la transmisión”, advirtió Guzzi.
Rastreos de contactos
Una herramienta clave para lograr este objetivo es el rastreo de contactos. El investigador Rodrigo Quiroga detalló cuáles son los pasos necesarios: “Cuando una persona da positivo de COVID-19 se busca a los contactos desde 48 horas antes de que aparecieran síntomas, hasta el día que se inicia el rastreo. Se realiza una extensa entrevista al caso índice para detectar a las personas con las que estuvo. Y a quienes tuvieron contacto con el caso positivo se les pide que se aíslen por 14 días con toda su familia. El problema en el AMBA es que el diagnóstico está demorando entre cuatro y cinco días y eso produce que al aislar tarde a los contactos, la mayoría ya tenga síntomas”.
En este contexto, el rastreo pierde efectividad. Por eso la recomendación es que se realice el aislamiento ni bien se detecta un caso sospechoso.
Para la implementación de este rastreo, es necesario disponer de recursos humanos y de la colaboración de la población.
Distancia, ventilación y tiempo de exposición, claves para evitar contagios
Encontrar a los que no tienen síntomas
El profesor de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, Roberto Etchenique explicó a RED/ACCION un concepto que puede generar confusión: la diferencia entre achatar y aplastar la curva de contagios, un concepto superador de la idea inicial. “Achatar la curva de contagios es de lo que siempre se habla: que los casos vengan de a poco para que no colapse el sistema sanitario. Para mí ese objetivo no es suficiente, hay que aplastarla, porque aunque no colapse, si se suman muchos casos, incluso de a poco, igualmente la cifra de muertos y de gente con secuelas se hace enorme. Por eso lo que hay que hacer no es que suba de a poco, sino que bajen los casos diarios, tendiendo al menor número posible”.
Para el investigador del CONICET, el rastreo de contactos es fundamental para bajar los contagios. “Así lo han hecho en muchos países. Acá se hace mucho hincapié en el testeo de los casos sintomáticos, eso no sirve mucho, porque ya contagiaron. Son los contactos que aún no presentaron síntomas los que más importa encontrar. De esta forma vive Europa hoy, en algunos lugares con más, otros con menos eficiencia, pero siempre luchando con los focos y casos que aparecen todo el tiempo. Y si sube mucho no queda otra que la cuarentena, que en España fue mucho más estricta que acá.”
Una de las estrategias que propone Etchenique en esta fase, para evitar brotes o rebrotes pero con ahorro de recursos, es el testeo en forma de pool.
El investigador coordina un equipo de profesionales que desarrolla este sistema. “Son los mismos análisis por hisopado y PCR, pero en vez de usar sólo una muestra por PCR, se combinan varias y se mide un solo PCR de la mezcla –explica-. Si son diez hisopados, y el pool da negativo, significa que todos son negativos. Si da positivo, se puede aislar a todas las personas analizadas, o realizar test individuales”.
El testeo agrupado es ideal para el análisis periódico de personal esencial, la detección temprana de focos en geriátricos, instituciones psiquiátricas o semicerradas. También para realizar cordones sanitarios en el ingreso a distritos de baja prevalencia, o para el testeo de contactos asintomáticos.
Esta estrategia de análisis ya se está utilizando en la provincia de Buenos Aires, para la vigilancia activa en geriátricos y en otras instituciones. Ya se testearon más de 2000 muestras en cientos de pooles, y se encontraron varias personas asintomáticas con muy alta carga viral, que si no se diagnosticaban, podrían haber generado un brote.
Etchenique agregó: “También empezó a usarse en Jujuy (una de las provincias registra un importante brote), y se está poniendo en práctica en Salta. En muchas instituciones de salud lo usaron internamente, y nuestra idea es entregar el método "llave en mano" a cualquier organismo que lo solicite, con apoyo para ponerlo en marcha”, finalizó.
Las voces de profesionales de la salud e investigadores suenan cada vez con más fuerza en un contexto incierto que demanda certezas. Y es que más que nunca, en una crisis sanitaria inédita, la información oportuna, certera y con evidencia científica es una herramienta clave para aplacar ánimos, y para que los gobiernos y las personas puedan tomar decisiones responsables.