La transfusión de sangre es una práctica médica que salva vidas, pero la posibilidad de que todos los que la necesitan tengan acceso a ella no es exclusiva de los profesionales de la salud: está en nuestras manos. Siendo literales, en nuestros brazos, más exactamente en el pliegue del codo, en donde una aguja estéril unida a una sonda plástica delgada y a una bolsa para sangre, se puede insertar para tomar la sangre que corre por nuestra vena y juntarla en una bolsa unos 450 mililitros. Así de sencillo comienza el procedimiento de la extracción cuando vas a donar tu sangre.
Antes de ir a la bolsa y de que el líquido pueda ser recolectado para su posterior manejo y utilización, el extraccionista recoge algunos pocos mililitros en unos tubos para hacerles los primeros análisis que indican que esa sangre es segura y libre de infecciones y que resultará útil para que la reciba un paciente que en el futuro la necesite. El procedimiento, luego de la pequeña y a veces imperceptible molestia del pinchazo, es indoloro y la aguja permanece colocada unos 10 minutos. Cuando se completa, se retira la aguja, se coloca un pequeño apósito sobre la zona del brazo donde se pinchó y se coloca una venda chiquita para protegerla. Fácil, indoloro, rápido y necesario.
Necesario porque la sangre no se fabrica: pese a la evolución de las tecnologías médicas, aún no existe en la ciencia ningún método de reemplazo sintético de este material vital que todos los días reciben miles de personas en el país.
Pacientes hemofílicos, personas que llegan a las guardias con accidentes graves, otras quienes tienen programadas una cirugía mayor en la que probablemente pierdan mucha sangre, pacientes que padecen leucemia y requieren transplantes de médula ósea, y muchos más. Para todos nosotros, para el momento en que podamos necesitar una transfusión, existe en la Argentina una Red Nacional de Sangre coordinada por el Ministerio de Salud en la que están registrados 426 bancos de sangre públicos y privados de todas las provincias. Ellos se encargan de recibir, testear, almacenar y distribuir la sangre a las instituciones médicas. Pero no siempre dan abasto. Muchas veces las barreras están en la falta de educación. O en los prejuicios contra ciertos grupos de personas, como los hombres homosexuales y bisexuales.
Estas barreras se impusieron aún más durante la pandemia, que cortó con una tendencia creciente de más donantes: por el COVID-19 la donación se redujo entre un 50 y un 80%. Por ello, desde la Red Nacional de Sangre están lanzando campañas para que más personas se sumen a esta forma altruista de colaborar con la sociedad.
Por qué la sangre se dona
Una persona que dona su sangre puede salvar entre tres y cuatro vidas. Si bien este es un slogan y el correlato no es literal, representa que por cada extracción esa sangre se divide en tres unidades distintas y puede usarse para satisfacer la demanda de personas que padecen distintas patologías.
El problema es que, como explica la doctora Silvina Kuperman, jefa del Centro Regional de Hemoterapia del Hospital de Pediatría Garrahan: “La sangre se vence; no podemos simplemente recibirla una vez por año y guardarla. Las plaquetas duran 5 días y los glóbulos rojos 45 días. Los hospitales sin sangre no pueden funcionar”.
A este diagnóstico de la situación suma su reflexión el doctor Oscar Torres, médico especialista en Hemoterapia e Inmunohematología, presidente de la Asociación Argentina de Hemoterapia, Inmunohematología y Terapia Celular (AAHITC): “Si la población entre 16 y 65 años que está en condiciones de donar lo hiciera dos veces al año, en Argentina, seríamos autosuficientes”. Y agrega que el donante ideal es aquel que concurre a la donación porque siente la responsabilidad civil y social de brindar sangre en forma voluntaria. “En Argentina lamentablemente todavía más del 60% de los donantes acuden en forma condicionada porque tienen algún familiar o un conocido que necesita una transfusión y se acercan por pedido de las instituciones médicas a reponer la sangre que se transfundió. Esa no es la mejor situación”, señala el experto.
Cómo es el proceso para donar sangre en tiempos de coronavirus
Esto dificulta generar un stock. Como grafica la doctora Susana Pisarello, directora la Dirección de Medicina Transfusional del Ministerio de Salud de La Nación —en 2002 se crea el Plan Nacional de Sangre de la mano del doctor Daniel Fontana , actual asesor de la Dirección—: “En nuestro país tenemos unas 550.000 donaciones anuales aproximadamente, siendo el 45% donantes voluntarios y habituales. El gran desafío y uno de los objetivos principales de la gestión es aumentar la donación voluntaria, soñamos llegar al 100%. Según la OMS necesitamos que el 3% de la población done sangre para tener un sistema que atienda las necesidades transfusionales en cantidad, calidad y oportunidad”. Cabe aclarar en este punto que por resolución del Ministerio de Salud de la Nación publicada en 2015 la donación de sangre de reposición está prohibida por ley en nuestro país: ningún paciente debe ser obligado ni a pagar ni a reponer la sangre usada en su tratamiento.
Kuperman, en tanto, explica que el banco de sangre del Hospital Garrahan es una de las pocas excepciones en el país que tiene un ciento por ciento de abastecimiento y que no fue afectado por las mermas de los números de donantes durante la pandemia. Con el programa en funcionamiento “Abierto por vacaciones”, en verano tampoco ven alterada la continuidad de la donación. “Dejamos de pedirles a los pacientes que trajeran sus donantes desde el 14 de junio de 2011”, dice Kuperman
CONOCÉ LOS REQUISITOS PARA DONAR Y MIRÁ DÓNDE HACERLO
Qué falta para llegar a juntar toda la sangre que se necesita
Al bajo porcentaje de donantes voluntarios se suman ciertas barreras, algunas más visibles que otras, dentro del sistema de salud. Médicos, promotores de asociaciones civiles o del ministerio de salud apuntan a que las principales son la falta de educación ciudadana sobre la importancia de la proactividad en los donantes.
Esto es algo que sería relativamente sencillo de revertir generando más y mejores campañas, aumentando las colectas o desterrando mitos que a veces hacen que las personas duden si es bueno o malo para ellas el presentarse regularmente y por propia voluntad. Por ejemplo, las falsas ideas de que donar sangre es peligroso para la salud, doloroso, que puede causar anemia, debilidad, impotencia sexual, engordar o causar enfermedades. También que tener tatuajes, piercings, diabetes, hipotensión o antecedentes de hepatitis A excluye completamente la posibilidad de donar.
Existen, sin embargo, otras barreras, menos visibles, de las que se habla poco o no se consideran, porque están dentro del propio sistema de salud. Una de ellas, no la única pero sí quizá una muy fácil de levantar, es la que, por acción u omisión, desalienta la donación de sangre de varones que tienen sexo con hombres.
Hasta hace poco tiempo la medicina basaba muchas de sus decisiones en el concepto de “grupos de riesgo”, pero los avances en los estudios epidemiológicos actuales ya desterraron esta noción. Hasta hace tres años, en la Argentina el discurso médico se basaba en estadísticas que señalan a la comunidad homosexual como un grupo de prevalencia de infecciones de transmisión sexual (ITS) y VIH. Pero el modo actual de observar la realidad es otro, mucho más preciso y ajustado a la situación de cada persona. Ya no por su ser, sino por su hacer: no importa lo que cada persona es, sino qué prácticas asume. El riesgo no es la persona, sino la conducta. Y, más específicamente, la situación. Desde el 2019 los estudios epidemiológicos que elabora el Ministerio de Salud de la Nación ya no segmentan prevalencia según orientación sexual, ni hablan de grupos de riesgo sino que estudian a toda la población y los datos apuntan a mostrar el panorama completo en toda la sociedad. El dato relevante es que el 83% de las personas que conviven con VIH Sida conocen su diagnóstico y ellas mismas saben que no son elegibles para donar. En el 17% restante, los estudios rigurosos de sangre deberían detectar rápidamente la afección y descartarla antes de que llegue a los pacientes.
No hay grupos de riesgo, hay conductas de riesgo aumentado
De acuerdo a la organización estadounidense Blood Equality es hora de un enfoque diferente: “Estamos rechazando más de 290.000 litros de sangre cada año en los Estados Unidos —sangre que podría ayudar a salvar la vida de más de 1 millón de personas— simplemente porque los donantes son hombres homosexuales o bisexuales. Las políticas vigentes no se basan en la ciencia”. Durante más de 30 años, por conceptos erróneos sobre el Sida y el VIH, a todos los hombres homosexuales y bisexuales se les prohibió por completo donar sangre en los Estados Unidos. En diciembre de 2015, la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) revisó la prohibición y permitió a los hombres homosexuales y bisexuales donar sangre si no tuvieron actividad sexual con otros hombres en el año anterior a la donación. “Creemos que eso no es suficiente. Es hora de que la ciencia, no el estigma, gobierne”, concluyen desde Blood Equality.
En 2020, durante la pandemia de COVID-19 y debido a la escasez masiva de sangre, la FDA revisó nuevamente la política para permitir que los hombres homosexuales y bisexuales donen sangre si son célibes durante los 3 meses anteriores a la donación. Desafortunadamente, este aplazamiento de 3 meses continúa estigmatizando a los hombres que tienen sexo con hombres al no exigir los mismos requisitos para todos los donantes.
Al cerrar el 2020, ya avanzó la legislación en dicho sentido en otros dos países. El 14 de diciembre el New York Times anunció que el gobierno del Reino Unido simplificó las reglas para la donación de sangre de donantes voluntarios hombres homosexuales y bisexuales y el 16 de diciembre el gobierno uruguayo revocó la prohibición y autorizó que hombres homosexuales puedan donar sangre, según publicó el diario El País.
Legislación pionera
El porqué negar la posibilidad a personas homosexuales de donar su sangre no es ciencia, sino discriminación, lo ejemplifica la Fundación Huésped en su página web: “Imaginemos el caso en el que, en el último mes, un hombre gay haya mantenido diez relaciones sexuales protegidas (o directamente no las tuvo), mientras que un hombre heterosexual tuvo una sola relación sexual sin protección. Si esas dos personas se presentaran a donar sangre y recibieran un cuestionario que indagara sobre la orientación sexual y no sobre la seguridad de las prácticas sexuales que mantuvieron, el hombre gay sería rechazado y el hombre heterosexual, que mantuvo relaciones sexuales sin protección, sería aceptado. En este caso la decisión de rechazar a un donante, basada en su orientación sexual y no en su comportamiento, es discriminatoria, no responde a lo establecido en la normativa y tampoco garantiza que la sangre sea segura”.
Argentina es uno de los países pioneros en abandonar la prohibición de donar sangre a hombres que tienen sexo con hombres.
Marcelo Suntheim, vicepresidente de la Comunidad Homosexual Argentina, aclara: “Resulta importante enfatizar que en Argentina se cambió la ley que impedía donar sangre a personas del colectivo LGTBIQ+ teniendo en cuenta las recomendaciones de los tratados Internacionales, la Constitución Nacional y diversas leyes aprobadas por el Congreso que prohíben la discriminación y que obligaron a desarrollar nuevas leyes y políticas de donación de sangre libres de discriminación, a reordenar el sistema nacional que administra la sangre, cambiar cuestionarios de entrevistas para la elegibilidad de los donantes y a asegurar los testeos que se le hacen a la sangre posdonación”.
La normativa vigente a la que refiere Suntheim es la Ley de Sangre, 22.990, régimen normativo con alcance general para todo el territorio de la República, tendiente a regular las actividades relacionadas con la sangre humana, sus componentes, derivados y subproductos. Esta ley fue promulgada en el año 1983 y modificada en 2013 y 2015 por diversas normativas que derogaron la prohibición a las personas del colectivo LGTBIQ+ de donar sangre y aprobaron un nuevo cuestionario —vigente al día de hoy— de autoexclusión de donantes. A diferencia, del anterior, el actual se refiere a prácticas de riesgo y no a grupos de riesgo, lo que que permite donar sangre a todas las personas que practican sexo seguro sin importar la orientación sexual y la identidad de género.
“Desde la CHA creemos que es muy necesario también aumentar la cantidad de centros de testeos, las campañas de prevención y aprobar más leyes necesarias para crear una cultura social de prevención de infecciones, del testeo frecuente y de donación voluntaria de sangre. La meta es contribuir para desarrollar una cultura colectiva de donación de sangre, y entendemos que el Estado y las organizaciones sociales debemos trabajar para que la cantidad de sangre donada a través del Sistema de Salud Pública sea suficiente para abastecer totalmente la demanda nacional”, propone Suntheim, desde la CHA.
Personas discriminadas, incluso en la comunidad médica
Muchas personas del colectivo LGTBIQ+ que tienen prácticas sexuales con preservativo y elementos de prevención, es decir que practican sexo seguro, son donantes regulares desde hace muchos años, pero no hay un estimado de cuántas personas son.
Uno de ellos es el instagramer Emiliano Ivaldi, oriundo de Santa Fe, que pese a ser donante regular, en 2020, sufrió un hecho de discriminación cuando se presentó a donar plasma convaleciente por ser paciente recuperado de COVID-19.
En el vivo que publicó en su cuenta, que tuvo más de cuatrocientas mil reproducciones, mostró su conmoción al comprobar en carne propia que “la discriminación por orientación sexual sigue siendo una práctica habitual para muchos dinosaurios” y confesó que eligió subirlo porque si tiene la posibilidad de lograr algún cambio, quiere hacerlo. “Véanlo hasta el final”, pidió.
Noticias de otros casos de discriminación aparecieron en medios masivos y también en medios comunitarios como la Agencia Presentes, una ONG cuya misión es distribuir noticias que visibilizan las violencias contra las personas travestis, transexuales, transgéneros, lesbianas, gays, bisexuales, e intersex, pero también dar cuenta de las conquista del colectivo, sus tramas sociales, políticas y culturales.
Lucas Gutiérrez, periodista de Presentes y activista puto, como él se presenta con orgullo, apunta a una deuda en la educación sexual integral (conocida como ESI) no solo en las escuelas sino en forma transversal en toda la sociedad, particularmente en el sistema médico. “Aunque hay leyes, en el sistema médico —no en médicos individuales— todavía está esa violencia para los cuerpos y las identidades que fugamos de la heteronormatividad. Lamentablemente todavía los espacios políticamente correctos para no discriminarnos no existen”, reclama.
Sangre segura y período ventana
La doctora Pisarello explica que “toda unidad de sangre de donantes debe ser estudiada en el territorio argentino con los métodos que están disponibles: quimioluminiscencia, test serológico Elisa y biología molecular. Estos análisis buscan como resultado comprobar que la sangre donada está libre de infecciones de transmisión por transfusión”. Y detalla que la técnica más moderna, de biología molecular, es un método de laboratorio que permite hallar infecciones de transmisión por transfusión tales como la hepatitis B, la hepatitis C y el VIH. También se detectan en los análisis brucelosis, chagas o sífilis.
Este método permite acortar el llamado “período ventana”: un donante de sangre pudo haber adquirido una infección y encontrarse dentro del período ventana en el cual los análisis no detectan anticuerpos.
Por eso, junto con los análisis, la elegibilidad del donante es un pilar de la donación de sangre segura y se aplica para todos los voluntarios. Los cuestionarios predonación de sangre buscan achicar la posibilidad de que una persona se encuentre en esta situación detectando conductas de riesgo aumentado de infección. Asimismo, el formulario de autoexclusión, que debe ser presentado al donante voluntario antes de la entrevista con el médico para su elegibilidad, es una herramienta que permite a la persona responsable, que tiene la voluntad solidaria de aportar su sangre, saber si está o no en ese período ventana.