¡Sálvese quien pueda!, comentado por Alejandro Melamed- RED/ACCIÓN

¡Sálvese quien pueda!, comentado por Alejandro Melamed

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¡Sálvese quien pueda!, comentado por Alejandro Melamed

¡Sálvese quien pueda!
Andrés Oppenheimer
Debate

Uno (mi comentario)

Andrés Oppenheimer realiza un trabajo de investigación y propuesta, focalizado en el futuro y el trabajo. A partir de una serie de entrevistas y encuentros con los principales referentes globales del tema, y recorriendo los centros especializados más importantes en América, Europa y Asia, en su libro logra sintetizar la realidad y los potenciales escenarios de los trabajos en general y pone la lupa sobre sobre determinadas actividades. (...)

Luego de un primer (y muy holístico) capítulo introductorio, va recorriendo en cada uno de los siguientes el futuro de:

  • Los periodistas
  • Los restaurantes, supermercados y tiendas
  • Los banqueros
  • Los abogados, contadores y aseguradores
  • Los médicos
  • Los docentes
  • Los trabajadores manufactureros y los transportistas
  • Los actores, músicos y deportistas

Para cerrar con dos capítulos referidos a los trabajos del futuro – revisando temas como el ingreso básico universal- y las diez áreas de los trabajos del futuro.
Es un libro llevadero, lleno de experiencias y testimonios, bien documentado y con múltiples referencias. Lo enriquece poder escuchar las voces de los principales protagonistas, que han sido entrevistados personalmente por Andrés Oppenheimer.

Dos (la selección)

Desde que un estudio de la Universidad de Oxford pronosticó que 47% de los empleos corren el riesgo de ser reemplazados por robots y computadoras con inteligencia artificial en Estados Unidos durante los próximos 15 o 20 años, no he podido dejar de pensar en el futuro de los trabajos. ¿Cuánta gente perderá su empleo por la creciente automatización del trabajo en el futuro inmediato? El fenómeno no es nuevo, pero nunca antes se había dado tan aceleradamente. La tecnología ha venido destruyendo empleos desde la Revolución Industrial de fines del siglo XVIII, pero hasta ahora los seres humanos siempre habíamos logrado crear muchos más fuentes de trabajo que los que habíamos aniquilado con la tecnología. ¿Podremos seguir creando más oportunidades de las que eliminamos?

Tres

Varios economistas antes de Frey y Osborne ya habían alertado en años recientes sobre los posibles efectos disruptivos de los robots y la inteligencia artificial. Sus argumentos eran que, a diferencia de los avances tecnológicos del pasado, la tecnología ahora está avanzando de manera exponencial, cada vez más acelerada. Según la llamada ley de Moore -basada en un artículo de Gordon Moore, el cofundador de Intel, de 1965- la capacidad de las computadoras aumenta 100% cada 18 meses, lo que significa que el poder de las computadoras aumentará alrededor de 10 000% en 10 años. Y eso cambiará el mundo mucho más que en las últimas décadas, entre otras cosas porque la aceleración tecnológica ocurrirá no sólo en el campo de la computación, sino también en el de la biotecnología, la robótica y la nanotecnología.

Cuatro

El célebre economista John Maynard Keynes advirtió sobre el desempleo tecnológico a comienzos de la década de 1930, pronosticando que el mundo sufriría un gran desempleo industrial porque “el descubrimiento de formas de reducir costos laborales está avanzando más rápidamente que nuestra capacidad de crear nuevas ocupaciones”. También el presidente estadounidense John F. Kennedy señaló en la década de 1960, cuando empezaban a difundirse las computadoras y los robots en las oficinas y las fábricas, que uno de los principales desafíos del mundo venidero sería “mantener el empleo de todos en momentos en que la automatización está reemplazando a los hombres”. Sin embargo, estas advertencias resultaron equivocadas: la tecnología siempre terminó creando más trabajos de los que aniquiló, dicen los optimistas.

Cinco

“Hoy día, 99% de los estadounidenses que viven por debajo de la línea de pobreza tienen electricidad, agua potable, servicios sanitarios y un refrigerador; 95% tiene un televisor; 88% tiene un teléfono; 71% tiene un carro y 70% tiene aire acondicionado. Esto puede no parecer gran cosa, pero hace 100 años hombres como Henry Ford y Cornelius Vanderbilt estaban entre los más ricos del planeta, aunque tenían pocos de estos lujos”, señalan.

Seis

¿Cuál fue mi conclusión tras entrevistar a algunos de los principales futurólogos del mundo? Una de mis principales conclusiones, además de las que citaré en el último capítulo, fue que algunos empleos dejarán de existir, pero la gran mayoría de los trabajos no desaparecerán, sino que se transformará. Muchas de las cosas que hacemos hoy serán hechas por las máquinas inteligentes. Eso requerirá que nos actualicemos mucho más de lo que lo hemos hecho hasta ahora, y que en muchos casos nos reinventemos. Pero no hay duda de que muchos perderemos nuestros trabajos. El gran problema para todos, como personas y como países, será cuán traumática será la transición de un mundo de trabajo humano a otro donde estará cada vez más automatizado.

Siete

Cuándo los jóvenes me piden consejos sobre qué estudiar y les digo que sigan la carrera que más les guste, se los digo por experiencia propia. Cuando yo era un adolescente y buscaba un lugar en la vida, sabía que quería ser periodista, que no era una profesión bien remunerada, ni lo es actualmente. Pero era mi pasión desde los 13 años, cuando comencé a escribir en cuadernos escolares diarios de viajes imaginarios inspirados en National Geographic y otras revistas. Probablemente mi pasión por el periodismo y la política me vino desde niño, en mi Argentina natal, porque tenía un abuelo político -yo lo llamaba “el concubino” de mi abuela, porque nunca se casaron y vivían en casa de mi abuela- que era escritor y diputado. Yo pasaba casi todos los días por su casa, de regreso de la escuela, y estaba fascinado por el mundo de libros y periódicos entre los que vivía. Y me deslumbraba su estilo de vida: escribía por las mañanas, dormía la siesta después del almuerzo, y varias veces por semana tenía visitantes en la casa con quienes entablaba apasionadas discusiones sobre los temas políticos del momento hasta altas horas de la noche. De niño miraba todo eso como magnetizado: me parecía mucho más divertido que trabajar de 9:00 a 5:00 en un banco o en una compañía de seguros.


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