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Vos y yo vemos el salmón grillado, o mezclado en una ensalada directamente en nuestro plato. Pero detrás de este producto premium al que solo accede una pequeña parte de nosotros hay una industria con un impacto ambiental enorme para el lugar donde se desarrolla.
Nancy Fernández Marchesi, presidenta de la Asociación Manekenk, define a la salmonicultura como “una industria de alto impacto para producir grandes cantidades de salmónidos en el mar o en zonas de aguas tranquilas”.
Repasemos dos ejemplos recientes para dimensionar el impacto que genera esta actividad:
- En 2016, 9 mil toneladas de peces en descomposición fueron tirados al sur del mar chileno.
- Dos años más tarde, una tormenta afectó a un grupo de jaulas en Puerto Montt, Chile, dejando en libertad a más de 700.000 peces en un lugar que no es naturalmente suyo.
“Las jaulas que están flotando en el mar a veces por eventos climatológicos o por falta de mantenimiento se rompen y hay fugas de miles de salmones”, dice David López Katz, de Sin azul no hay verde. Y agrega: “Esta es una especie introducida. No es del hemisferio sur, es del hemisferio norte. De la zona de Estados Unidos, Canadá, Alaska y Noruega. Genera un desequilibrio en el ecosistema. Y esto, sumado a lo dicho anteriormente, es irreversible".
Esta es solo una de las patas del problema, muchas ONGs también reclaman el tratamiento que se les da a estos peces.
Para Fernández Marchesi, la salmonicultura genera una gran contaminación en el fondo submarino. Específicamente por los desechos que producen los animales, los restos de alimento, los antibióticos y los colorantes que se utilizan para su producción.
“Básicamente todas las especies se verían afectadas si se instalara la salmonicultura en el Canal de Beagle. Tanto la flora, como la fauna. Empezando por lobos marinos, aves y mamíferos como las ballenas”, afirma López Katz.
Las voces en contra de la salmonicultura son muchas: desde ambientalistas de la patagonia argentina y chilena, hasta chefs internacionales como Germán Martitegui, Narda Lepes y Francis Mallman.
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En una charla con la radio Vorterix, Mallman aseguró que es “hora de que nosotros empecemos a cuidar nuestros recursos”.
Por su parte, el chef de Ushuaia que fundó y lidera el restaurante Volver, Lino Adillón, dice: “En Argentina lo que se consigue de salmón es solamente lo que proviene de la salmonicultura. En el hemisferio norte, lo que se come son salmones salvajes. Es de ahí de dónde realmente son los salmones”.
¿Qué alternativa tenemos si queremos dejar de comer salmón?
Una primera opción es seleccionar pescados del Mar Argentino como la merluza negra o austral, el besugo, el mero, la brótola o tantos otros.
“Muchísimo más sano es la trucha. La trucha de criadero, que se cría en Bariloche. No tiene la carga de antibióticos que tienen los salmones criados en Chile”, afirma Adillón. Y agrega: “Hay una gran cantidad de restaurantes en Buenos Aires que ya están sacando al salmón de su carta y está siendo reemplazado por esta trucha”.
Proyecto de acuicultura nacional
Hace pocas semanas y como muchas veces en los últimos años, activistas argentinos y chilenos se juntaron en el Canal de Beagle como una especie de unión simbólica en contra de esta actividad.
El 12 de marzo de 2018, la corona noruega vino a Argentina para juntarse con el gobierno nacional, y firmar un acuerdo para el desarrollo de la actividad acuicultura en Tierra del Fuego.
Para el gobierno nacional estos proyectos con la corona noruega representaban una posibilidad de crecimiento económico. Y además, la posibilidad de desarrollar la producción sostenible de alimentos, con el fin de conservar nuestros recursos.
“Este es un negocio para unos pocos. Para las empresas que lo producen y comercializan. Pero esto no genera un derrame en las comunidades, ya que desplaza a los productores locales y no genera empleo”, refutó el representante de Sin azul no hay verde.
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