Hace cuatro años que Rosario existe en el mundo Street View. Gracias, Google. Es 2018, y todavía no hay registro de la calle Beruti– a la que todos llaman Berruti, con el sonido vibrante característico de la doble erre. Estoy en medio de ese barrio llamado República de La Sexta, en Rosario, provincia de Santa Fe.
Un anciano en bicicleta saluda con un ademán de cabeza. En la vereda, un grupo de mujeres se reúne en una peluquería a cielo abierto. El ritmo de los pasillos es el reguetón de moda; el pulso, la pelota que pega en la pared. La Sexta es una yuxtaposición de elementos casi barroca, un barrio incrustado en medio del Distrito Centro, que se prolonga en un balcón hacia el río Paraná. Una presencia que inquieta, precisamente porque su existencia no puede terminar de definirse.
Avenida, ¿de la Universidad?
En 2018 se firmó un acuerdo de cooperación entre el Gobierno de Santa Fe, la Municipalidad de Rosario y la Universidad Nacional de Rosario para desarrollar la transformación urbana integral del barrio La Sexta. Contiene una serie de proyectos de ordenamiento que prevén, en un principio, la construcción de 321 viviendas, para mejorar las condiciones de habitabilidad del barrio, y de una nueva avenida sobre calle Beruti, que delimitará el campus universitario y conectará el Parque Urquiza con Avenida 27 de Febrero. En una instancia posterior, se proyecta la creación de espacios públicos. El río, a esta altura, no tiene conexión con la costa céntrica. El fin de la propuesta es integrar los sectores sur, centro y norte linderos al Paraná con un presupuesto de mil millones de pesos.
(Proyecto de CUR, Ciudad Universitaria Rosario.)
Un número en cada puerta
Mi presencia aquí es disruptiva. La inscripción que reza Universidad Nacional de Rosario sobre la pared de la Ciudad Universitaria –popularmente conocida como La Siberia– marca una distancia insalvable con el mundo del otro, al que algunos llamarían villero, y al que yo llamaré vecino. Me observan. También ellos me han leído a mí: un extraño en territorio desconocido.
Algunas breves charlas con la gente me van guiando en dirección a La Rigoberta. Los números en rojo en cada casa marcan un recorrido. Tras cuatro o cinco cuadras, llego al pasillo donde vive Mónica Montenegro.
– Un día volví de trabajar y estaba ahí – me dice Mónica, en referencia al veinticuatro pintado en su puerta.
Entre enero y febrero del 2018, personal del Instituto Municipal de Salud Animal (IMUSA) se presentó en el barrio con el argumento de “la esterilización de mascotas”: ¿Cuánto ganás? ¿Cuántas personas viven en tu casa? ¿Tenés documento? En las mismas semanas, el Plan Abre desembarcó con un censo poblacional en La Sexta.
Mónica, como fundadora de la asociación civil La Rigoberta, asiste periódicamente, desde hace más de un año, a una mesa de negociación barrial con autoridades municipales. Sin embargo, se enteró, al igual que el resto de sus vecinos, del proyecto de transformación del barrio por un número pintado en su casa.
La Rigoberta existe desde 1989. Nació a raíz de la crisis económica, como una asociación de mujeres que se reunían para hacer ollas populares. Cuando los maridos que trabajaban en el puerto quedaron desempleados, las mujeres del barrio se agruparon con un objetivo común: hacer frente a la situación. A ellas se sumaron un grupo de antropólogas persiguiendo una militancia más comprometida. Su propósito permanece intacto hoy en día, dando copas de leche, apoyo escolar y desarrollando actividades culturales.
"No a los desalojos, sí a la titularidad"
Estoy caminando por Beruti, a la altura de Cerrito. Al este, veo la universidad. Abajo, el río Paraná, presencia implícita en el imaginario colectivo. Avenida Pellegrini, al norte. Al sur, Avenida 27 de Febrero y, más allá, periferia. Al oeste, se acercan la regularidad y el orden urbano, insignias de una clase media que se percibe como tal.
La pared que observo es el lienzo de un reclamo: La Sexta Resiste. En 2009, tras los intentos de desalojo en Ituzaingo 60 bis, el grupo de vecinos comenzó a reunirse en una asamblea barrial bajo la premisa de pedir por la titularidad de sus viviendas. Nueve años después, la situación todavía dista de una solución.
La propiedad de los terrenos comprendidos entre el río, Av. Pellegrini, Esmeralda y La Paz es motivo de disputa desde los inicios del barrio. Estas tierras, originalmente pertenecientes al ferrocarril, fueron desafectadas de su uso original en 1958 y cedidas a la Universidad del Litoral, actualmente Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Geografías de la desigualdad
Los orígenes de la República de la Sexta están ligados al Paraná. En la primera mitad del siglo XIX, el puerto funcionaba como una promesa que auguraba prosperidad económica. La topografía del barrio se delimitó en base a la forma del agua. La posibilidad de “hacerse la América” en la Chicago argentina atrajo a un gran número de jóvenes esperanzados. De hecho, muchos de los migrantes se desplazaron desde Corrientes, Chaco y Santiago del Estero, en un tránsito terrestre que fluía análogo a las corrientes marrones.
–Nos acusan de estar de espaldas al río, pero de espaldas estaba la alta sociedad rosarina, que no quería que sus hijos se mezclaran con los portuarios y las prostitutas del Bajo, cuenta Rossi, uno de los tantos embarcados. Ya en esa época, se dejaba ver la cesura entre el norte paquete y el sur obrero, con Pellegrini -vía de muchos carriles, bares, edificios y bancos- trazando la frontera.
Silvia Bianchi, una de las antropólogas de La Rigoberta, rememora el mito fundante de la Sexta. Tras el derrocamiento de Perón en el 55, a manos de la Revolución Libertadora -fusiladora en sus términos- el barrio se declara autónomo: “Los rusos, los yankis y la oligarquía reconocen el gobierno de facto, nosotros no. Somos República Liberada de la Sexta”.
Es desde que el barrio se constituyó como tal que la amenaza del desalojo está latente.
–Nos sacaron de nuestra casa de material y nos metieron en cuatro chapas de cartón negro en el mes de mayo -dice Mónica-. Yo tenía 14 años y estaba embarazada. Entre el 76 y el 82, hubo dos desalojos que permanecen en la memoria colectiva por lo violento de la situación.
Hoy, la promesa de transformación integral del barrio revive viejas heridas. Los desencuentros entre las autoridades y la comunidad registran falta de diálogo y hostigamiento policial. En un intento de funcionar como un nexo entre los vecinos y las autoridades, La Sexta Resiste y La Rigoberta se constituyeron como focos de representación vecinal. La idea de resistencia, presente de forma nominal en la primera, se replica en sus acciones concretas: festivales, cortes de calles y manifestaciones. La Rigoberta, en cambio, como asociación civil, recurre al Concejo en busca de respuestas.
"Un terreno en disputa: las voces de las autoridades
Desde el 16 de mayo de 2018, el Concejo Municipal de Rosario interviene activamente en la situación, incluyendo por primera vez a las organizaciones vecinales en la revisión del proyecto. Se trabajó en una ordenanza que intenta sentar criterios para prever las futuras inversiones privadas.
“Tratamos de trabajar sin seguridad. Cuando la empresa quiso realizar la extracción de muestras del suelo hubo agresiones. Fueron ellos quienes eligieron contratarla”, sostiene Manuel Sciutto, presidente de Servicio Público de la Vivienda y Hábitat, de la Municipalidad de Rosario.
“Para extraer muestras del suelo, la Municipalidad lleva policías al barrio. Esto genera un enfrentamiento que resultó en represión; lo tuvimos que subsanar y hasta reparar desde el Concejo”, afirma Fernanda Gigliani, edil por Iniciativa Popular.
Eduardo Toniolli, concejal por el Partido Justicialista, aduce que las fallas se deben a desprolijidades. “Hubo mala inclusión de la comunidad en la discusión del proyecto. El paso por el Concejo, incorporó la visión de distintos grupos de vecinos, que quedaron conformes luego de la intervención”, argumenta.
“Como en cualquier proceso de reubicación, es difícil que haya unanimidad. Más allá del comienzo, pese a la represión que condenamos, estoy satisfecha con lo conseguido”, se refiere a la transformación integral del barrio, María Eugenia Schmuck, concejala del bloque de la UCR.
Según el diputado provincial Carlos Del Frade, por el Frente Social y Popular, los vecinos fueron los que generaron instancias de diálogo, luego de los enfrentamientos. “Me sorprendió cuando nos dijeron que desde comienzo del año venían negociando con las familias, porque esto no había sido explicitado, ni presentado públicamente”.
“Lo único que daría duda a la especulación inmobiliaria sería este sector, que es área de reserva y, como es frentista a parque público, tiene altura libre”, dice Claudia Rosenstein, una de las arquitectas que representa en el proyecto a la UNR, en relación a la barranca a la que me enfrento.
La vista del río me hace repensar sus palabras. Aquí, en la República de la Sexta, la intimidad se vuelve calle. Un pedazo de pampa se encaja entre las antiguas vías del ferrocarril, el centro y el río Paraná. Esta es la única zona de la costa que aún conserva su tinte popular. ¿Por cuánto tiempo?
Nota del editor: La crónica fue realizada en agosto del 2018. Luego de la producción transmedia, hubo incidentes y protestas. Varios vecinos del Barrio República de La Sexta denunciaron maniobras represivas y de desalojo por parte de las fuerzas de seguridad.
Esta es una de las tres producciones periodísticas realizadas en el marco del primer taller del Laboratorio de Experimentación Periodística de RED/ACCIÓN. Se desarrolló en la Universidad Abierta Interamericana de Rosario en 2018 y se denominó “Una ciudad y un río: Rosario, historias del Paraná”. El taller fue dirigido por Juan Mascardi y Aníbal Rossi.