¡Hola! Dentro de las infinitas opciones de esparcimiento cultural online, esta semana me colgué con Romeo y Julieta. Eso sí, representada en el escenario más famoso de Shakespeare, el Globe.
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Un plan de encierro. Amo al teatro. Incluso la experiencia teatral reformulada por el exilio pandémico. Esta semana, el Globe de Londres, el teatro mítico de la Compañía de Shakespeare, hizo una representación de Romeo y Julieta y la liberó para que todos la veamos. Así, los ingleses, que vienen haciendo las cosas bastante mal durante la pandemia, se anotan un punto.
- A Romeo y Julieta llegué de muy chica porque vengo de una casa donde había que leer. El texto, voy a admitirlo, me resultaba arduo y me embolaba la obligación, pero lo de morir de amor me despertaba una fascinación que dura hasta hoy. Recuerdo de memoria cada escena de la versión de Zeffirelli (protagonizada por la argentina Olivia Hussey al son de la banda del gran Nino Rota) y, cuando la repaso, me da taquicardia. Ahora, es verdad, ni pienso volver a ver la película porque calculo que a los 10 era una cosa y ahora me va a parecer una cursilería llena de calzas y terciopelos.
A veces pienso: ¿cómo me fue en mi vida con ese vínculo tan temprano por el amor trágico? Y... la vida resultó bien diferente a las tragedias isabelinas. Obvio que sufrí por amor, pero el único conflicto fuerte, encarnizado, que recuerdo es una discusión con mi ex marido en pleno divorcio sobre quién se quedaba con la heladerita para la playa. Y a diferencia de Romeo y Julieta, yo gané.
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Otra buena de los piratas. Existe algo que se llama Love in Isolation, amor en el aislamiento, del diario británico The Guardian. Originalmente creado en 2016 para festejar los 400 años de la muerte de Shakespeare, consiste en una serie de videos de actores de primera línea actuando algunas de las mejores líneas del bardo inmortal. En esta nueva versión, The Guardian invitó al público general a compartir con los actores sus performances de Shakespeare desde sus lugares de aislamiento. Más de 500 personas de todo el mundo participaron.
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La O de madera. Así se le dice a ese viejo teatro, el Globe. Ahí me fui esta semana. Ahí me vi, enteras, las 2 horas y 51 minutos de una Romeo y Julieta hermosamente interpretada por Ellie Kendrick y Adetomiwa Edun como los dos enamorados. Un disclaimer: la obra se ve actuada en inglés, pero está la opción de subtítulos (en ese idioma). Se estrenó el 20 de abril, pero sigue colgada en el canal del Shakespeare’s Globe de YouTube: vayan, vean, lloren.
Otra cosa: se filmó cuando el mundo era feliz, así que tiene público, de modo que ves en la actualidad cómo funcionaba un teatro isabelino, la cercanía con el público, la economía de la puesta. De hecho, poder visitar el Globe es lo casi mejor del programa.
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El coronavirus mató al amor. ¡Y viendo la obra hice el hallazgo del mes! La culpa del desenlace fatal de esta tragedia, descubrí, fue el coronavirus, digo la peste. ¿Por qué? Recuerden: Fray Lorenzo le manda una carta a Romeo vía el Fray Juan en donde le cuenta el plan urdido para evitar el casamiento de Julieta con París, pero este fraile, Juan, estaba acompañado de otro fray que venía de tratar pacientes enfermos por la peste, y por eso, la policía del lugar no lo deja pasar, por precaución, hacia Mantua, en donde estaba exiliado Romeo.
“Sospechando que los dos veníamos de una casa infectada por la peste, no nos dejaron seguir adelante, y allí acabó nuestro viaje a Mantua”, dice el Fray Juan. Y la carta que hubiera salvado a los enamorados nunca llegó. Si el coronavirus de aquella época no hubiera jodido las fronteras de esa Italia antigua, esta semana yo no hubiera llorado con el corazón roto, en la O de madera virtual, sola en mi departamento, aislada por otra peste, enamorada, brevemente, del amor trágico.
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Un peronista avant la lettre. Borges, el polémico, decía de Shakespeare que“con su irresponsable elocuencia, parece un sinuoso judío italiano, jamás un inglés; nada de understatement, nada de pasión inglesa por el mar: hubiera sido peronista”.
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Nostalgia. Pienso que quizás esta vez volví a Shakespeare porque me recuerda a cuando viajábamos: esa otra vida, que hoy nos resulta una novela de Philip K. Dick. En ese pasado que parece tan lejano, si iba a Londres me veía, sí o sí, alguna función de The Globe. Ese teatro en estado puro de texto, actuación y puesta me encanta. Y si estaba en Italia, el balconcito de Verona, que es más Disney que otra cosa, era una parada obligada, porque me da una ilusión tremenda, salvo la teta de Julieta, que no la toco (dicen que tocar la teta de su estatua da suerte), porque tampoco la pavada.
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Tres preguntas a Martín Kohan [por Javier Sinay]. En su nuevo libro, Me acuerdo, el escritor hace una lista de muchos de sus recuerdos y cuenta su vida, pero escapa con este truco al formato típico de una biografía.
- ¿Cuántos recuerdos hay en Me acuerdo y cuál es el más preciado?
La verdad es que no lo sé. Los fui numerando mientras los escribía, pero haría trampa si fuese ahora a fijarme en el manuscrito. Notoriamente iba olvidando los recuerdos a medida que los escribía. De esa manera paradójica funcionó la cosa: al ocuparme de enumerar recuerdos (y no exactamente de desarrollarlos), el olvido ocupó un lugar fundamental. De hecho hay recuerdos que puse más de una vez (me di cuenta al pasar el texto a máquina), porque no me acordaba de que ya estaban. No podría responder con precisión, por lo tanto, cuál sería, de todos, el más preciado, porque ¡no me acuerdo! ¿El penal que Gatti le ataja a Vanderley está? Si está, elijamos ese. - ¿La cuarentena da la chance de escribir más o no?
A mí nunca me gustó demasiado estar en mi casa, en ninguna de las casas en las que viví. Siempre preferí salir, andar por la calle, estar en los cafés. La cuarentena me puso a prueba en ese sentido. Por lo mismo que llevo dicho, no tenía un lugar destinado a la escritura en mi casa. Tuve que inventarlo. Definido eso, con la resignación del caso, pude escribir más o menos como siempre. Ni más ni menos, ni mejor ni peor. Avancé mucho con un libro, que ya casi termino. - ¿Qué fue lo mejor que leíste últimamente?
Aprovecho la cuarentena para leer libros grandes, voluminosos, ya que no tengo que cargarlos y trasladarlos. Leí el seminario de Roland Barthes sobre el discurso amoroso, las clases que le sirvieron para preparar el libro Fragmentos de un discurso amoroso. Vivimos tiempos en los que el amor se está viendo bastante hostigado, desde un ideal que promueve el desapego, la indolencia, la prescindencia (no cuestiono esas variantes, discrepo con que se las proclame como un deber de sanidad antitóxica). La mirada de Barthes sobre el amor y su intensidad, además de suscitar mi admiración intelectual, llegó también, permítanme decirlo así, a emocionarme.
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Libros a domicilio. ¿Sabías que hay librerías que llevan tu compra a domicilio? Acá, una lista: https://www.edicionesgodot.com.ar/libreriascondelivery/
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Espero que te haya gustado el envío de hoy. Yo me retiro a seguir buscando libros. ¿Dudas? ¿Sugerencias? ¿Lecturas? Escribime a [email protected]
Va un fuerte abrazo,
Flor