Redes sociales: quién controla al Gran Hermano - RED/ACCIÓN

Redes sociales: quién controla al Gran Hermano

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La Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos dictará un fallo en los próximos días que, en el fondo, es un pronunciamiento sobre cuáles deben ser los límites al control de las redes sociales. Un tema que está llamado a trascender globalmente.

Redes sociales: quién controla al Gran Hermano

Intervención: Marisol Echarri.

¡Buenos días! La Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos dictará un fallo en los próximos días que, en el fondo, es un pronunciamiento sobre cuáles deben ser los límites al control de las redes sociales. Un tema que está llamado a trascender globalmente.

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Intervención: Marisol Echarri

Control. “Dos caminos se abren delante de nosotros: uno conduce a la desesperación absoluta y el otro a la destrucción total. Ojalá tengamos la sabiduría para elegir el adecuado”, dicen que dijo alguna vez el genial Woody Allen. La Corte Suprema de los Estados Unidos parece estar en la misma disyuntiva: tiene que decidir en los próximos días si las leyes de los estados de Texas y Florida que regulan las redes sociales son o no constitucionales. Si lo son, para muchos será causa de desesperación absoluta. Si no lo son, según otros, enfrentaremos la destrucción total. Así es el mundo de las hipérboles.

El caso es que, hasta hoy, son personas como Mark Zuckerberg o Elon Musk quienes deciden qué se puede postear y qué no. Si algo les parece racista, homofóbico, machista, impúdico o de alguna manera injurioso para alguna minoría, lo eliminan. Y si el usuario reincide, le cierran la cuenta sin más trámite. Las leyes de Texas y Florida pretenden terminar con esa potestad: prohíben a las redes censurar contenidos de origen periodístico o penalizar a los usuarios por sus puntos de vista. El problema es complejo porque la Quinta Enmienda parece defender, a la vez, el derecho de cualquier empresa a elegir a sus clientes y el de los individuos a expresarse libremente.

El tema merece algún análisis, sobre todo porque el mundo está globalizado y acaban de liberar a dos ciudadanos argentinos, después de 50 días a la sombra, por insinuar que la mujer del exgobernador de Jujuy le habría sido infiel. Y permanece prófuga una mujer que aventuró algo parecido en un grupo de WhatsApp. Una pregunta posible es quién debería controlar el contenido de las redes (si es que alguien debe hacerlo):

  • Las empresas. Es la situación actual: compañías privadas ejercen su derecho de admisión y permanencia. Desarrollan programas de alta complejidad que detectan palabras sospechosas y disparan protocolos automáticos de advertencia y sanción. El patovica es un algoritmo. Aunque hay comités humanos que los complementan, su intervención es inevitablemente marginal: haría falta un ejército de censores para fiscalizar las billones de interacciones que se producen cada día. Saldría carísimo.
  • El Gobierno. Hoy, excepto en regímenes como el de Corea del Norte, China o Cuba (¿y quizá Jujuy?), esta opción es sólo una fórmula hipotética. Gran Hermano lo ve todo, lo lee todo, lo oye todo. Identifica posteos indeseables y toma medidas. Primero los elimina. Luego contacta a los usuarios y los disuade de reincidir. Estos casi nunca vuelven a cometer el mismo error. Además, se corre la voz y todos aprenden en poco tiempo qué se puede decir y qué no. Tan eficiente como antidemocrático.
  • Nadie. Es la tercera opción: que, previa restricción razonable de la edad mínima de los usuarios, nadie controle. Y que sean ellos mismos quienes premien, con su apoyo, los posteos que suman. Y sancionen, con su repudio o su indiferencia, los que restan. Desventajas: que se formen grupos de haters, o incluso de delincuentes, organizados en las redes. Ventajas: que las mismas redes les den visibilidad y faciliten que la autoridad los atrape y los sancione. Si hay odiadores, mejor que salgan a la luz.

La pregunta de fondo es, quizá, en quién confiamos más para regir los destinos del debate público: si en las empresas privadas —o sea, en un algoritmo—, si en los Gobiernos —siempre potencialmente autoritarios—, o en esa masa desorganizada de individuos que votan con sus clicks y sus likes y que genéricamente llamamos “la gente”.

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Tres preguntas a Francis Fukuyama. Es un politólogo, conferencista y escritor estadounidense. Ha escrito sobre una variedad de temas en el área de desarrollo y política internacional. Su libro El fin de la Historia y el último hombre, publicado por Free Press en 1992, ha sido traducido a más de 20 idiomas.

—¿Cómo definirías al liberalismo? ¿Es una manera de conciliar varios estilos de vida, o también tiene en cuenta el bienestar social?
—En primer lugar, mi definición de liberalismo es diferente a como se entiende en los Estados Unidos o Europa. En los Estados Unidos, ser liberal significa pertenecer a la centroizquierda, estar a favor de más igualdad y más redistribución, de un Estado mayor. En Europa significa lo contrario. Estos puntos de vista no entran en mi definición. Mi pensamiento está ligado a un régimen que cree en la igualdad universal de la dignidad de todos los seres humanos y que necesita ser protegida por el Estado de derecho. La parte económica no juega un papel relevante en mi manera de entender el liberalismo. Considero que, si apoyás a un régimen que protege los derechos fundamentales de las personas, entonces sos liberal. Además, el liberalismo excluye ciertas formas de nacionalismo.

—Según tu definición, ¿un conservador puede ser un liberal clásico?
—La definición de un conservador también depende del país en el que estés. En Estados Unidos, ser un conservador implica ser un liberal clásico, gente interesada en el orden constitucional, la propiedad privada y la protección de los derechos individuales. En Europa, no tantos liberales clásicos eran en realidad conservadores. Originalmente estaban a favor de la alianza entre el trono y el altar. Eran conservadores religiosos o respaldaban la autoridad tradicional, muchos de ellos eran monárquicos o autoritarios. Lo que ha pasado es que ese tipo de conservadurismo ha sido reemplazado en ambos sitios por uno populista que ya no es liberal clásico. Los conservadores nacionales buscan asociar la identidad nacional con un determinado tipo de vida de una etnia particular. Eso es un ataque directo al principio liberal básico.

—¿Cómo valorás la durabilidad del nacionalismo actual? ¿No es esta visión militar la amenaza más importante de la democracia liberal?
—Debemos mirar la historia con perspectiva. Hemos sufrido muchos contratiempos, la historia no es lineal. Las cosas no mejoran año tras año. En la década de 1930 tuvimos serios reveses en cuanto al progreso de la democracia liberal. La década de 1970 también trajo grandes dificultades con la inflación, la inestabilidad y los golpes de estado militares. Por eso no creo que simplemente podamos entender los eventos de la última década como un cambio permanente en la manera en que las sociedades se organizan. El liberalismo tiene algunas virtudes duraderas, entre ellas la capacidad de crear la paz en sociedades diferentes. Ahora mismo nos encontramos con Rusia y China, que han estado argumentando que son el futuro ya que las democracias liberales no pueden tomar decisiones, porque no son eficaces. Y pienso que ambos están demostrando que los países autoritarios también pueden acabar en muy mal lugar.

Las tres preguntas a Francis Fukuyama se tomaron de una entrevista hecha por Hannah Vos y Ferenc Laczo, hecha en colaboración entre Ethic y Review of Democracy. Para acceder a la conversación completa podés hacer click acá.

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InfluCEO. “Para los especialistas, el estereotipo del CEO que está sobre un pedestal, que se posiciona como una persona a la que temer, intocable y escondida, quedó obsoleto”, dice Laura Ponasso, autora de este artículo que repasa una galería de líderes empresarios argentinos que sirven como ejemplo de un estilo de comunicación más cercano, horizontal y flexible, adecuado para la sensibilidad de las nuevas generaciones. Inspirar más que mandar. Generar confianza antes que imponer autoridad. Provocar una comunicación fluida, de ida y vuelta, no bajar línea. Nuevos tiempos: nuevos estilos de comunicación.

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Academia. Sobre la base de un estudio cuantitativo hecho con 803 profesionales de las relaciones públicas de 18 países latinoamericanos, este artículo de Ángeles Moreno, Nadia Khalil y Ralph Tench estudia los factores de la vida privada que inciden en la promoción de carrera de hombres y mujeres. Los resultados muestran que las responsabilidades familiares afectan las oportunidades de crecimiento profesional de las mujeres y, en cambio, no impactan en las de los hombres. Una oportunidad para que las organizaciones de diverso tipo –empresas y agencias de PR– implementen medidas eficaces para neutralizar este desequilibrio.

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Oportunidades laborales

¡Hasta el próximo miércoles!

Juan

Con apoyo de

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