Por la pandemia no podía conseguir trabajo y encontró en el reciclaje una oportunidad laboral: "Me autoayudo y ayudo a los demás"- RED/ACCIÓN

Por la pandemia no podía conseguir trabajo y encontró en el reciclaje una oportunidad laboral: "Me autoayudo y ayudo a los demás"

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Lara Modernel tiene 25 años y es recuperadora urbana. En mayo de 2021 comenzó a trabajar en la cooperativa MTE La Matanza, donde suele juntar entre 100 y 120 kilos de material reciclable por jornada. Un trabajo que no solo le aportó seguridad económica, sino también un espacio de contención y aprendizaje.

Por la pandemia no podía conseguir trabajo y encontró en el reciclaje una oportunidad laboral: "Me autoayudo y ayudo a los demás"

Intervención: Victoria Guyot.

De lunes a viernes, Lara Modernel se despierta a las 5 de la mañana. Media hora después sale de su casa, ubicada en Virrey del Pino, una localidad del partido de La Matanza (provincia de Buenos Aires), y camina unas quince cuadras hasta la ruta. Allí espera un colectivo que la lleve a San Justo. En realizar todo el trayecto suele tardar una hora y media. A las 7 llega a la cooperativa MTE La Matanza y allí busca su carro, con el cual, durante un recorrido de cinco horas, juntará kilos y kilos de residuos para reciclar.

Modernel comenzó a trabajar para la cooperativa en mayo de 2021. A comienzos de 2020, la joven de 25 años se quedó sin trabajo. Ella vive con sus padres, tres hermanos y con sus tres hijos, de nueve, seis y cuatro años. Durante el primer año de la pandemia, ella se la rebuscó a través de la repostería: cocinaba en su casa y luego salía a vender en la calle. “Ese año fue difícil: estábamos todos encerrados en una casa, no conseguía laburo, tuve que vender muchas cosas, me separé”, relata.

Antes de la pandemia, ella pasó por distintas experiencias laborales. Trabajó en una panadería, en una fiambrería, en una carnicería y en un mercadito en el rol de atención al público. Fue cajera en una rotisería y tuvo un puesto de comida afuera de un boliche. Su último empleo fue en una verdulería, antes de que la cuarentena hiciera que se cerraran muchas puertas laborales.

“Después de estar un año sin trabajo, una amiga me puso en contacto con su hermano, que trabajaba en la cooperativa. Me preguntó si quería trabajar ahí, enseguida me presenté y ese mismo día empecé a desempeñarme como recicladora urbana”, relata Modernel.

Lara recuerda que su primera experiencia reciclando fue cuando era niña. “En épocas de fiestas de fin de año, con mis hermanos juntábamos las botellas de sidra y de gaseosas, que encontrábamos en el barrio tiradas. Luego, las vendíamos”, expresa.

Lara Modernel junto a su compañera en la recorrida en San Justo. (Foto: gentileza Lara Modernel)

Todos los días, Lara hace un recorrido de unos 4 kilómetros de ida para buscar el material y para llevarlo a la cooperativa vuelve sobre sus pasos. Todo el camino va acompañada por una compañera, que ella misma recomendó para que comenzara a trabajar en la cooperativa. “Juntas buscamos el material por las casas, los negocios, las fábricas, por la calle y los containers de la zona. Caminamos entre las 7 y las 12”, cuenta.

Los materiales que Lara recibe de los puntos fijos que recorre suelen llegar muy bien separados, pero cuando recolecta de la calle se encuentra con más dificultades. “Cuando se tira el material dentro de las bolsas de basura, sin separar, se ensucia o se moja y de esa forma no lo podemos reciclar. Por eso, mientras hacemos el recorrido, vamos concientizando a la gente para que se ocupe de separar. Les dejamos folletos para que puedan aprender”, dice.

La relación con los vecinos es un desafío. “Como no todos separan, muchas veces tenemos que abrir las bolsas. Eso es un problema, por varios motivos. Por un lado, porque nos encontramos con todo tipo de cosas desagradables en las bolsas, vimos hasta animales muertos. Por otro lado, ellos se enojan cuando las abrimos porque dicen que dejamos la basura tirada. Ahí les explicamos que, si separan los materiales, no hay necesidad de abrir las bolsas de basura, pero a veces se lo toman a mal”, cuenta.

Por otra parte, Modernel observa: “También vemos discriminación en la calle. A veces pasan personas que nos tiran alcohol en gel como diciendo que molestamos o que somos sucios. Son chocantes estas reacciones”, relata Lara. Y agrega: “Pero también hay vecinos que te ayudan, separan y te acercan el material reciclado”.

En promedio, Lara suele juntar entre 100 y 120 kilos de material en una jornada. Lo máximo que logró juntar en un día fueron 200 kilos. En esa oportunidad tuvo que hacer dos vueltas para poder llevar todo el material en el carro.

En promedio, Lara Modernel junta 100 kilos de material reciclable por día. (Foto: gentileza Lara Modernel)

Los materiales que más le sirven son: cartón, plásticos y papel. Si bien aclara que el vidrio también es reciclable, en su cooperativa no lo juntan por temor a que alguien se lastime.

En el galpón trabajan unas 20 personas por la mañana y otras 20 por la tarde. Además, hay entre 160 y 200 recuperadores urbanos que buscan material en las calles y lo llevan a esta cooperativa.

A partir del mediodía, Lara entrega los materiales que encontró en la recorrida. Se pesa la mercadería y ahí se determina cuánto se le va a pagar. “En nuestra cooperativa todos los materiales se pagan igual. Por semana, saco unos 10.000 pesos de la recolección. Después me pagan un extra por trabajar en la planta”, cuenta Modernel.

Entre las 12 y las 16, Lara trabaja en la planta. Allí separa los materiales para que luego se puedan comercializar. En relación a la seguridad, en la cooperativa le entregan la ropa adecuada para hacer su trabajo: guantes, borcegos y barbijo.

Una gran familia con igualdad de género

La joven recuperadora urbana cuenta que cuando ingresó a la cooperativa eran pocas las mujeres que trabajan allí. “En general, se pensaba que las mujeres no podíamos hacer fuerza o nos podíamos lastimar en el trabajo. Pero quedó demostrado que podíamos desempeñarnos bien y que trabajábamos igual que los hombres. En el último tiempo se sumaron muchas chicas. Estoy contenta con mi cooperativa porque se labura con igualdad”, expresa.

Mientras Lara trabaja, sus padres se ocupan de sus hijos. Ellos los llevan al colegio y los van a buscar. “Mi papá es vendedor ambulante y mi mamá es ama de casa. Hace un año me separé del padre de los chicos, que se fue a vivir a la costa atlántica. Como apoyo, desde el Estado recibo la Asignación Universal por Hijo. Mis viejos, también me ayudan un montón. Ellos los cuidan mientras trabajo y cuando vuelvo ya están bañados”, relata.

Lara encontró en la cooperativa un sostén a la hora de separarse. “Me contactaron con promotoras de violencia de género y ellas me orientaron para poder salir de lo que estaba sufriendo con mi exmarido”, recuerda. Además, señala que desde la organización se ayudó a compañeros con problemas de adicciones y a quienes estaban en situación de calle. “La cooperativa es como una familia”, agrega.

Al pensar en lo que más le gusta de su trabajo, Lara no duda: “Tengo grandes compañeros y compañeras. Todos velamos por el bien del otro. Se trata siempre de ayudar”.

Ella no terminó el secundario, pero en este momento desde la cooperativa la están ayudando a conseguir los papeles para poder concluir sus estudios. “Quiero darles un ejemplo a mis hijos”, expresa.

Ayudarse y ayudar a los demás

En Argentina, se entierran, por año, 14 millones de toneladas de residuos tanto en “rellenos sanitarios” como en los 5.000 basurales a cielo abierto. Más del 50% de lo que se tira son materiales que podrían ser aprovechados por la industria. “Es importante generar conciencia sobre el reciclado. Es importante que se haga viral y que cada vez más personas se sumen”, opina Modernel.

20 personas trabajan en cada turno en la planta de la cooperativa MTE La Matanza. (Foto: gentileza Lara Modernel).

Respecto al impacto que generan los recicladores en el ambiente, ella expresa: “Me alegra poder hacer algo bueno con las cosas que los demás tiran. Así podemos reducir los basurales o evitar que los materiales terminen en los ríos. Cuando camino por la calle y veo cosas tiradas en el piso, siempre pienso que es un material que se puede reciclar. En casa, todos los días junto los reciclables y los llevo al galpón.  Me siento cómoda con mi trabajo y siento que hago un bien. Me autoayudo y ayudo a los demás”.

A las 16, Modernel sale de la cooperativa, se dirige a la parada, toma un colectivo, viaja durante hora y media, se baja en la ruta y llega a su casa. Ahí se encuentra con sus tres hijos, que ya volvieron de la escuela. Ella los acompaña mientras estudian y luego se preparan para cenar.


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