Reciclaje inclusivo: de revolver la basura a liderar un plan que busca ser modelo en Mendoza- RED/ACCIÓN

Reciclaje inclusivo: de revolver la basura a liderar un plan que busca ser modelo en Mendoza

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

En Guaymallén crearon un sistema de recuperación de residuos con las personas que vivían de buscar cosas de valor en un basural. Qué copiaron del modelo porteño y por qué pueden convertise en un ejemplo alternativo a la quema de basura.

Reciclaje inclusivo: de revolver la basura a liderar un plan que busca ser modelo en Mendoza

Intervención: Pablo Domrose

En América Latina y el Caribe las tasas de reciclaje son todavía bajas, varían entre el 1% y el 20%. Por lo tanto, aproximadamente el 90% de todos los residuos simplemente se tira en un lugar preparado para almacenar esa basura. Sin embargo, algunos municipios intentan superar este esquema tradicional de “usar y tirar”, heredado de la economía lineal.

La semana pasada el municipio mendocino de Guaymallén inauguró una planta de clasificación de residuos sólidos urbanos en la localidad de Jesús Nazareno. El predio sirve para tratar residuos secos (cartón, plásticos, vidrios y latas) y se constituye como un espacio educativo que fomenta la promoción ambiental. Además, será operada por 45 recuperadores y recuperadoras que antes "vivían" de revolver la basura.

El municipio de Guaymallén comenzó a considerar la posibilidad de dar algunos pasos hacia la economía circular, enfocada en reproducir el mecanismo biológico de la naturaleza al incorporar la idea de que todo se puede aprovechar, cuando tomó la decisión de cerrar progresivamente el basural que funciona en la localidad de Puente de Hierro. Es la primera vez que en el Gran Mendoza, de la que forma parte Guaymallén, se inicia un proyecto de erradicación de ese tipo de vertederos con un abordaje integral, ya que la planta de reciclaje emplea justamente a quienes vivían de ese basural.

"Íbamos a trabajar al basural"

El basural de Puente de Hierro era lo que le permitía subsistir a Jésica Sosa y a sus hijos. “Íbamos ahí a trabajar, pero nos teníamos que meter por un costado porque el dueño no nos dejaba entrar. Algunos cosas nos servían a nosotros, otras las intercambiamos entre vecinos y otras las vendíamos. Mis hijos decían que iban al shopping por las cosas que encontrábamos como ropa o zapatillas. El problema es que la gente tira lo que no le sirve mezclado con la basura. Lo que nos llevábamos había que lavarlo y desinfectarlo bien. Mis hijos se estaban acostumbrando y no me gustaba porque no era un buen lugar para que ellos estuvieran. Yo pasé por miles de changas, pero siempre caía ahí por necesidad”, relata la mujer de 35 años y madre de seis chicos.

Jesica Sosa es la encargada del Punto Verde móvil

La planta de reciclaje de Guaymallén le dio la posibilidad a Jésica de contar con su primer trabajo formal. “Yo voy a estar en un puesto móvil, donde hablaré con los vecinos sobre el programa. Los reciclables que junte los voy entregar a un camión que los llevará a la planta", explica Sosa, y cuenta: "Esto es lo que tanto tiempo estuve buscando. Tengo jodida la columna de tanto estar en el basural agachada, y ahora voy a tener una obra social. Mis hijos van a poder tener una mejor atención. Le estoy poniendo todas las pilas”.

En Guaymallén se producen 226 toneladas de residuos sólidos urbanos por día, que se traducen en 6800 toneladas al mes. Del total, 1700 toneladas tienen potencial de recuperación en la planta, ya que son residuos secos.

Además de la planta, que se armó en galpones que estaban vacíos, se instalaron puesto fijos para que los vecinos y los recicladores puedan llevar el material. También hay camiones recorriendo la ciudad para levantar los reciclables. Esos "puntos verdes" son atendidos por recuperadores, con el objetivo de desarrollar actividades de promoción ambiental, recepción de material por parte de vecinos y postas de recolección domiciliaria.

“Nos encontramos en Guaymallén con una decisión política de cerrar el basural, pero con la apertura de pensar un programa que de verdad le de una salida a esos trabajadores”, señala Gonzalo Roque, director del Programa Regional de Reciclaje Inclusivo de Fundación Avina, la cual acompañó al municipio en todo el proceso.

El equipo de recuperadores urbanos que trabajan en el Centro Verde

Mientras el municipio ideaba el cierre del basural, la Universidad Nacional de Cuyo realizó un censo, donde se identificaron 330 recuperadores en todo Guaymallén. A partir de ese diagnostico, se promovió que los recuperadores crearan cooperativas de trabajo que prestaran servicios para la planta de reciclaje. Así pasaron de trabajar informalmente en el vertedero a tener su primer trabajo registrado. Se estima que para fin de año serán casi 150 los recuperadores locales que estarán incluidos en el sistema.

“En general el grueso de los recuperadores de la región trabajan de manera informal y son muy pocos lo que logran incorporarse en un proceso de política pública”, agrega Roque, de Avina.

Desde los 9 años, Mauricio Sosa trabajó en la calle, juntando cartones, botellas y chatarra. También es albañil y pintor, pero con esos oficios no le alcanzaba para vivir. Hoy, a sus 39 años, tiene un trabajo formal y cree que la gente ya lo mira de otra manera. “Los prejuicios son muy grandes. Yo juntaba cartones para llevar comida a mi casa. No estaba robando ni estaba haciendo nada malo”, comenta.

Mauricio Sosa accede a un trabajo formal

La presidenta de la cooperativa que emplea a los primero 45 recuperadores es María Olmos. A los 17 años, ella empezó a recolectar residuos en el basural de Puente de Hierro para reciclar. Ahora, tiene 30 años y este, también, es su primer trabajo formal. “Pareciera que ser recolector fuera hereditario. Mis padres trabajaron de esto y yo también lo hago. No reniego de mi trabajo, pero no es lo que quiero para mis hijos. De todas formas, para nosotros contar con este espacio es un gran logro. Al principio parecía un sueño y hoy es una realidad. Lo importante es saber que todos vamos a cobrar lo mismo, que yo sea presidenta no significa que voy a cobrar mas. Acá los salarios son todos iguales”, relata.

Roque explica que el mercado que compra los materiales reciclables no llega a cubrir los costos del recupero. “La ecuación económica no cierra. Una opción es que el municipio ayude con una parte de su presupuesto, pero el mundo no está yendo hacia allí. En otros países se está explorando en la Responsabilidad Extendida del Productor. Se obliga a los fabricantes a organizar y financiar la gestión de los residuos derivados de sus productos. El mundo le pone la presión a las empresas. Colombia y Chile son buenos ejemplos en torno a esta legislación”, comenta.

Un plan creado sobre la experiencia de una cooperativa porteña

Alicia Montoya dirige la cooperativa de recuperadores El Álamo, que funciona en la ciudad de Buenos Aires, y es referente en la lucha del movimiento de recicladores urbanos. Ella comenta: “Para nosotros estas cooperativas no tienen sustentabilidad si no son parte de un proceso de política pública. Los recicladores realizan un servicio público indispensable. Ellos tienen un expertise, que hay que aprovecharlo. Recuperan el material sin atentar contra el medio ambiente y ya tienen un derecho adquirido después de realizar durante tantos años esta tarea sin protección. Los residuos son potestad de los municipios, por lo tanto tiene que haber un trabajo colectivo. La comunidad tiene que separar los residuos y la empresas deben involucrarse porque son quienes ponen los envases en el mercado. Cada uno tiene una cuota de responsabilidad”.

La planta de Guaymallen, que se desarrolló con el apoyo de la empresa Danone, la Iniciativa Regional para el Reciclaje (de la que forman parte varias organizaciones) y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, contó con la ayuda técnica de la cooperativa El Álamo, quienes brindaron el asesoramiento para la conformación y formalización de las cooperativas y para el diseño, instalación y puesta en marcha de la planta.

La cooperativa porteña realiza la recolección del material puerta a puerta en mas de 360 comercios del barrio de Villa Pueyrredon, que luego es llevado a una planta ubicada en las calles Roosevelt y Avenida De los Constituyentes. Allí se acopia, se pesa y por último se traslada a la planta de clasificación del Bajo Flores, donde es enfardado para su posterior venta.

Olmos cuenta que cuando Alicia Montoya se enteró que los basurales se iban a cerrar en Guaymallén, supuso que muchas personas se iban a quedar sin trabajo. Dice: “Ella nos juntó a todos y nos propuso pensar en armar una cooperativa. Desde el Álamo, nos transmitieron toda su experiencia. Durante dos años nos estuvimos juntando. Ellos nos ayudaron a darnos cuenta que cuando íbamos al basural o salíamos a la calle estábamos ayudando al medio ambiente. Nosotros ese aspecto no lo teníamos en cuenta. También nos ayudaron a fomentar la comunicación entre nosotros. Si bien muchos eramos vecinos, no teníamos diálogo”.

Maria Olmos es la presidente de la cooperativa

Reciclaje inclusivo versus la incineración

La iniciativa en Guaymallén se enmarca en un concepto más grande, que se conoce como reciclaje inclusivo. Esto es un sistema de gestión de residuos que prioriza la recuperación y el reciclaje, reconociendo y formalizando el papel de los recicladores de base como actores clave en el proceso.

En 2003, la Fundación Avina comenzó a trabajar en materia de reciclaje inclusivo en Brasil. El enfoque se basaba en el combate a la pobreza. “Hoy creemos que tiene un impacto sistémico, que va más allá de lo social”, señala Roque.

En Brasil, el modelo permitió la recuperación de 33.393 toneladas de material reciclable, lo que generó un ahorro ambiental de aproximadamente US$ 39 millones, considerando el ahorro energético, valor equivalente a los créditos de carbono, ahorro de agua, área de monocultivo de árboles no deforestada, ahorro de petróleo y costo de entierro, entre otros.

El modelo de reciclaje compite directamente con otro modo de gestionar los residuos que es la incineración. “El modelo de incineración de residuos busca llegar con fuerza en la región porque Europa lo está dejando de implementar. Ahora, se busca vender la tecnología en otro lado. Si esto se instala, es una patada en la nuca para la industria recicladora”, explica Roque.

La incineración es un tema que preocupa a Mauricio Sosa. Señala: “Si quemamos el cartón, después hay que cortar más árboles. Nosotros lo reciclamos y lo volvemos a usar”. La encargada del área administrativa de la primera cooperativa de Guaymallén, Norma Gómez, opina: “La quema de residuos nos quita nuestros ingresos y contamina el medio ambiente”. La mujer, de 50 años, verifica el ingreso y egreso del material a la planta; y le paga a los proveedores y trabajadores.

Norma Gómez es la encargada de la administración.

Los recicladores se sienten amenazados por la incineración. Creen que puede acabar con el reciclaje que llevan a cabo. En Europa la quema de residuos en incineradoras ha desincentivado gravemente el desarrollo de programas de recuperación, reciclaje y compostaje. La experiencia en Europa es que con el conocimiento y tecnología, que existen en la actualidad, es posible recoger selectivamente y reciclar más del 80% de los Residuos Sólidos Urbanos (RSU) y para el 20% restante la solución no pasa por quemarlos sino por rediseñarlos o sustituirlos.

En América Latina y el Caribe, en materia de reciclaje, se estima que en la región únicamente el 2,2% de los RSU se recicla dentro de esquemas formales. Muy pocos países cuentan con infraestructura formal para la clasificación de RSU y su reciclaje.

En la Ciudad de Buenos Aires, el año pasado, se modificaron varios artículos de la ley conocida como Basura Cero, sancionada en 2005, para permitir la incineración o termovalorización de la basura. Por la acción de organizaciones ambientales, en este momento, la iniciativa de incineración de residuos está suspendida por el Tribunal Superior de Justicia

La incineración de residuos origina nuevos problemas ambientales y sanitarios y es extremadamente cara en equipamiento, implementación y mantenimiento. Es desaconsejable que cualquier país que tenga problemas para monitorear emisiones se plantee la construcción de incineradoras.

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