En la última década se fabricó en el mundo más plástico que en todo el siglo pasado, pero solo se ha reciclado entre un 9% y un 14% de ese total. Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), los envases plásticos representan casi la mitad de todos los residuos plásticos a nivel mundial, y muchos de ellos son desechados tras utilizarse tan solo unos minutos.
A esto se suman algunos datos aportados por la ONG Eco House, que demuestra que solo en la ciudad de Buenos Aires se generan por mes 200.000 toneladas de residuos, de las que solo 29.000 toneladas son recicladas. Además un estudio de la Cámara Argentina de la Industria Plástica (CAIP) de 2018 afirmaba que cada argentino consumía, de media, casi 42 kilos de plástico al año. De ese total, casi la mitad correspondía a envases y embalajes.
Tal desperdicio de plástico tiene efectos nocivos sobre el ambiente y, a la larga, sobre nuestra propia salud. Como ciudadanos tenemos un poder muy concreto a la hora de revertir esto: separar nuestros residuos en casa para que empresas y productores puedan aprovecharlos de nuevo a la hora de crear más envases. Así, no solo el ambiente se ve beneficiado, sino también los trabajadores que se ocupan de este reciclaje.
¿Realmente sabemos cómo separar los residuos en casa?
Los residuos reciclables son los envases de plástico, vidrio, papel o metal. Tenemos que identificarlos, lavarlos y secarlos como cuando lavamos la vajilla. Ya secos, hay que guardarlos en una bolsa verde y según cómo funcione el programa en cada ciudad, se coloca en los contenedores verdes, puntos verdes o se puede entregar en mano a un recuperador urbano. Estas personas lo llevan después a los centros verdes, o centros de reciclaje, donde los residuos son separados y clasificados para enviarse a las empresas que reciclan.
Leo Rothpflug, Director de Re Accionar, un estudio de diseño para la sustentabilidad que crea objetos para el consumo responsable, explica por qué es esencial lavar y secar bien estos envases: “Si estuviesen sucios, traería bastantes problemas a nivel respiratorio para los trabajadores de los puntos verdes y sería un ambiente mucho más desagradable para trabajar”.
Una vez que las cooperativas tienen todo bien separado, lo enfardan, es decir, forman un cubo grande con cada material concretamente seleccionado y lo venden a las empresas recicladoras, que lo transforman en materias primas o directamente en productos. Según Rothpflug: “Es importante entender y valorar que la gran mayoría de estos centros a lo largo del país son cooperativas de trabajo formadas directamente por cartoneros y gente que se dedica a esto hace más de 20 años”.
La sustentabilidad como una prioridad para las empresas
En este proceso, cada industria puede requerir a la cooperativa que la separación se haga por tipo de plástico o por tipo de envase. La creación de envases hechos a partir de materiales reciclados es una de las formas que tienen las empresas de reducir su impacto ambiental.
A esto se refiere Walter Hecsel, presidente de la Cámara Industrial de Productores de Artículo de Limpieza Personal, del Hogar y Afines (ALPHA). Mantiene que actualmente la mayoría de las empresas que operan en el mercado tienen a la sustentabilidad dentro de sus principales prioridades. Y dentro de los diferentes proyectos está la mejora de los materiales de envases. Desde su rediseño y la disminución de los gramajes, a la utilización de componentes que puedan ser reciclados y sean más amigables con el medio ambiente.
Según Hecsel “estos cambios llevan su tiempo, necesitan adaptación, desarrollo, y por lo general las empresas se ponen metas progresivas y razonables para que los objetivos sean alcanzados, se vayan midiendo a sí mismos, y puedan verse las mejoras que traen consigo, fundamentalmente con lo relacionado al impacto ambiental”.
¿Qué proceso siguen los envases reciclados?
Para situarnos, solo en la ciudad de Buenos Aires hay 16 centros de reciclaje o centros verdes, y solo tres de ellos tienen una separación mecanizada, no manual. Lo que demuestra que el proceso sigue siendo bastante artesanal.
Verónica Pierini, licenciada en Ciencias Ambientales, docente e investigadora de la Facultad de Agronomía de la UBA, es miembro del Observatorio de Higiene Urbana de la Ciudad de Buenos Aires, un centro que asesora al Gobierno con el objetivo de volver más eficiente la gestión integral de los residuos sólidos urbanos, basándose en el relevamiento de información y en el diálogo con la comunidad.
Según Pierini: “Cuando hablamos de los beneficios ambientales y sociales del reciclaje, en el caso del plástico podemos decir que se reaprovechan recursos escasos, se disminuye la extracción de recursos naturales vírgenes, principalmente de fuentes no renovables y se reduce el uso de tierras para la disposición final de residuos. Limitando así también la contaminación o el impacto sobre la flora y la fauna, y generando empleo verde a lo largo de toda la cadena productiva, que siempre debería ser en condiciones de formalidad”.
En esta línea, la investigadora añade que hoy en día para el reciclaje del plástico existe cierta capacidad ociosa para la industria. “Sin embargo, para que haya mayor reciclaje debería existir una población más concientizada que separe una mayor cantidad de plásticos en condiciones adecuadas y los lleve a los puntos verdes o contenedores verdes”, mantiene Pierini.
Además, desde allí hasta que llega al centro verde, es importante que el precio de estos materiales justifique su separación para su reciclado. Por esto, también es fundamental desarrollar políticas públicas que apunten a garantizar un buen sistema de recolección.
¿Qué ocurre cuando no separamos bien los residuos?
Como ya hemos indicado, separar bien los residuos es esencial para su correcto reciclaje, pero hay muchas situaciones en las que no se hace adecuadamente. Sobre esto habla Ivana García, coordinadora del programa Hogares Conscientes de Eco House Global, quien explica que en estos casos van a parar al CEAMSE: a un relleno sanitario donde los residuos son enterrados de manera controlada. Sin embargo en este proceso contaminan el aire, a través de gases de efecto invernadero, y si no se controlan a la perfección también pueden contaminar el suelo y el agua de la zona.
“Si vamos a los daños ambientales específicos, los residuos mal dispuestos en la calle o en basurales a cielo abierto, llegan a mares, ríos y océanos”, explica García. Y añade: “Actualmente existen cinco islas de plástico en el mundo. La más grande tiene el tamaño de media Argentina. Estas perjudican a más de 600 especies marinas, ya sea porque quedan atrapadas en redes de pesca y terminan agonizando en el lugar, o ingieren los plásticos de menor tamaño hasta que se acumula en los cuerpos y mueren”.
En estos casos, los plásticos pequeños, llamados microplásticos, quedan suspendidos en toda la columna de agua, y los más pesados quedan en el fondo. Además, pueden liberar distintas sustancias tóxicas.
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Avances y proyectos para el control de residuos plásticos
Una de las medidas más recientes ha sido la reducción progresiva y la prohibición específica de los plásticos de un solo uso en parques nacionales y áreas protegidas. Pero actualmente hay otro proyecto que está dando que hablar, el proyecto de Ley de Gestión Integral de Envases, Responsabilidad Extendida del Productor, e Inclusión de Trabajadoras y Trabajadores Recicladores, popularmente conocida como Ley de Envases.
Se trata de un proyecto elaborado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible junto a distintas organizaciones sociales, y presentado por el Poder Ejecutivo. Este apunta a favorecer el reciclaje, disminuir o eliminar los basurales a cielo abierto, y al mismo tiempo, dignificar el trabajo de cartoneros y recicladores. Según Ivana García, hay entre 150 y 200 mil cartoneros, recicladores y carreros urbanos en el país, y suelen trabajar en condiciones precarias, sin resguardo del sol y de la lluvia, y revolviendo la basura.
El proyecto plantea que el productor sea el responsable del envase que utiliza hasta que se convierte en residuo, y puede ser reintegrado al circuito productivo. Se trata de una propuesta para que las empresas que elaboran productos envasados se hagan cargo del costo de su reciclado, pagando un aporte de hasta el 3% del valor del producto. Aunque el porcentaje estaría sujeto a distintas variables, como cuán reciclable es ese envase.
Lo recaudado se destinaría a fortalecer las cooperativas de cartoneros, crear más plantas de reciclaje y tratamiento de residuos, abaratar la logística y comercialización, y sacar a más cartoneros de la informalidad. Además, para administrar estos fondos se crearía un fideicomiso del que participarían el Ministerio de Ambiente, productores y cooperativas.
Discrepancias y tiranteces del proyecto
Como todo proyecto, hay quienes desconfían de él. Distintas cámaras empresariales ven este aporte como un impuesto disfrazado, y que podría llevar a una mayor inflación de precios. En este sentido, una de las disputas centrales se refiere a quiénes y cómo se distribuyen esos fondos. Además, la coincidencia de tiempos con el período de elecciones legislativas complicó el tratamiento del proyecto y llevó a que este perdiera estado parlamentario.
“Hubo un argumento que a mi entender se pasó por alto, y es que la mayoría de las empresas que hoy operan en el país están a favor de una ley de responsabilidad extendida de productos y de la inclusión social”, afirma Hecsel. Por esto, explica que bajo la denominación de Ley de Envases se llegó a un proyecto que perdía de vista la meta principal, que es lograr una verdadera economía circular, con una participación activa del sector privado.
Con esto se entiende la importancia de revalorizar los envases a partir de un sistema de gestión donde el sector privado no solo va a ser responsable de aportar un monto en función a los envases que los fabricantes ponen en el mercado, sino que también se va a definir cuál es el mejor modelo de gestión para que estos materiales sean reutilizados, teniendo metas progresivas y alcanzables.
Pero se trata de un proceso largo. Como avisa Hecsel: “Seguramente vamos a tener una nueva instancia de debate a lo largo del año, una oportunidad para profundizar la discusión, con el propósito de contar en el futuro con una ley sólida y consensuada entre Estado, empresarios y recicladores”.
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Puntos fuertes y puntos débiles de la Ley de Envases
Respecto a la discusión vigente sobre la ley de envases, uno de sus puntos fuertes está en que los productores se hagan responsables, que interioricen el costo de reciclar los envases que ponen en el mercado, y también que se fomente la inclusión de los recuperadores en el mercado formal que genera esta industria.
Por otro lado, Verónica Pierini muestra que también hay tener en cuenta algunos puntos débiles: “Estaría bueno que la definición de red se asemeje a la actual legislación nacional para envases fitosanitarios para no generar inconsistencias a futuro. También sería bueno que tenga metas de reciclado, y que haya una diferencia entre envases con un porcentaje de material reciclado respecto de los que no lo tienen, para que se fomenten mejoras técnicas en su diseño”.
En esta línea, Pierini añade que debería ser más claro cómo se aplica esa tasa de reciclado, y la trazabilidad que va a tener para ver hacia dónde se derivan los fondos recaudados. Además, sería interesante saber cómo se benefician los municipios con esta medida y qué pasaría si estos no estuvieran conformes con la ley.
En Uruguay, Colombia y Chile, así como en varios países de Europa, hay iniciativas similares a las que se plantean aquí. Las empresas hacen sus respectivos aportes ambientales por envase producido, pero también son estas las que manejan los fondos recaudados.
Conclusiones a partir de las normativas desarrolladas en otros países
Actualmente hay más de 30 países y 10 estados de Estados Unidos que tienen normativas que buscan optimizar el uso de los envases y aumentar la circulación de los materiales que lo componen. Uno de los sistemas es el de depósito, devolución y retorno, donde se incentiva a que la persona devuelva el envase a contrarreembolso del dinero que depositó cuando compró el producto. Algo parecido a lo que pasa acá con los envases de bebida de cerveza.
Un caso muy exitoso es el sistema aplicado en Dinamarca para los envases de bebida, impuesto en 1991, que tiene una tasa de recuperación actual del 90%. También está el caso de Alemania, que desde 2003 aplica tasas para envases de bebida, y alcanza una recuperación del 98%. Existe otro tipo de sistemas, muy exitoso en España y Chile, conocido como sistemas integrados de gestión, donde se obliga al productor a recibir sin costo los residuos, entregarlos a gestores que contratan para su reciclado, y hacerse responsable de financiar el sistema.
En el plano de las políticas públicas, distintas voces involucradas en la causa por el reciclaje coinciden principalmente en que el camino hacia que la población normalice el hábito del reciclaje está en la educación ambiental y la concientización.
La educación ambiental como base del reciclaje
José María Rodríguez, conocido como Boti, creó un juguete-robot articulado hecho a partir de plásticos posconsumo hogareño. El proyecto busca resignificar objetos y generar esta concientización sobre la importancia del reciclaje. “Hay que tener en cuenta que el plástico es un elemento que podría ser muy útil, pero nosotros lo demonizamos”, explica y añade que la superproducción de plástico se genera como respuesta a una necesidad que nosotros generamos.
Por eso, para lograr un equilibrio entre nuestra falta de responsabilidad y el exceso de producción, Boti mantiene que es esencial educar nuestra forma de consumo, exigirle al mercado políticas de cuidado para el ambiente, y que todo lo que sea hecho en plástico tenga un efecto duradero en el tiempo. “Las campañas en relación a estos envases tienen que estar enfocadas en una política de consumo, a una cuestión educativa respecto del consumo para que tenga éxito el envase reciclado y se pueda usar la mayor cantidad de veces posible”, explica.
En esta línea, Ivana García mantiene que la educación ambiental para todas las personas a lo largo de su vida es esencial para impulsar el reciclaje y la reutilización. Desde la infancia a las universidad, y en la vida cotidiana: tanto en el ámbito público como en el privado.
Desde esta perspectiva explica que deberían existir tachos diferenciados, referencias donde poner controles para que el reciclaje y mantenimiento se haga correctamente. “Cuando las personas ven un correcto funcionamiento del sistema, todos cooperan. Y obviamente necesitan de espacios donde disponer residuos de manera diferenciada, y empresas de reciclaje con la capacidad adecuada de almacenamiento y tratamiento”, concluye García.
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