En la película Cadena de favores un profesor sugiere a sus alumnos que piensen una idea para cambiar el mundo y la pongan en práctica. Uno de los estudiantes comienza una cadena en la que cada eslabón debe ayudar a tres personas sin recibir nada a cambio. Los individuos que reciben el favor se comprometen a hacer lo mismo con otros tres desconocidos.
El fenómeno tiene tal capacidad de expansión que el movimiento de la cadena de favores se propaga desde el barrio de Las Vegas donde se origina al conjunto de Estados Unidos.
En nuestra economía globalizada no solo se contagian rápidamente los virus como el SARS-CoV-2, sino que, a través de las cadenas globales de producción, también se propagan las buenas acciones que realizan las personas.
Tanto la fabricación del lapicero de Friedman como la de una mascarilla requieren la coordinación, el esfuerzo y los conocimientos de un gran número de personas. Sin embargo, cuando actuamos como consumidores, esos actores quedan ocultos a nuestros ojos bajo el precio que pagamos por los productos.
Lo que pretendemos en este artículo es dar visibilidad a todos los trabajadores que directa e indirectamente nos van a permitir vencer la epidemia de COVID-19.
Trabajadores invisibles del sector sanitario
Según datos de febrero de 2020 de la Tesorería General de la Seguridad Social (TGSS) de España, hay más de 1.100.000 trabajadores de la actividad sanitaria en España. Desde los profesionales médicos y de la enfermería al personal de administración, de limpieza y de cocina son la primera barrera que tenemos para luchar contra el coronavirus.
Ellos son la punta del iceberg. Disponen de la dedicación, los conocimientos y los recursos para combatir la crisis de salud. Pero detrás de ellos se encuentran miles de trabajadores que proveen de productos y servicios imprescindibles para que el sector sanitario funcione: medicamentos, mascarillas, alimentos, suministros eléctricos y energéticos, etcétera.
Hemos desarrollado un modelo input-output propio (todavía no publicado) para calcular la huella de empleo para la economía española de estos profesionales. La siguiente figura recoge nuestras estimaciones y refleja todos los trabajadores directa e indirectamente necesarios para abastecer a toda la población española, incluida la sanidad.
En una situación normal, para que el sector sanitario funcione adecuadamente, hacen falta casi 283 737 trabajadores “invisibles” (indirectos) empleados en esas industrias suministradoras de inputs. Durante estos días, ellos también tendrán que levantarse a trabajar para permitir que la sanidad española continúe funcionando a pleno rendimiento.
La cara visible e invisible del estado de alarma
El estado de alarma declarado por el Gobierno de España limita los movimientos de los ciudadanos a aquellos que responden a motivos asistenciales y sanitarios.
La norma también permite las excursiones relacionadas con actividades económicas de primera necesidad. Principalmente: la adquisición de alimentos y productos farmacéuticos, el desplazamiento al lugar de trabajo para efectuar una prestación laboral, profesional o empresarial y el desplazamiento a entidades financieras.
En la práctica, la decisión supone el cierre de todo el comercio que no incluya las actividades señaladas en el decreto-ley. Al mismo tiempo, el estado de alarma posibilita que el Gobierno utilice las Fuerzas de Seguridad del Estado y al Ejército para garantizar la provisión de esos bienes y servicios esenciales.
Si en estos días (justificadamente) hacemos uso de alguna de esas contadas excepciones que nos permite la norma, tendremos la oportunidad de cruzarnos en nuestro desplazamiento con diferentes trabajadores. Algunos nos atienden en hospitales, centros de salud y farmacias. Otros en supermercados y panaderías y en las ventanillas de los bancos. Un buen número de profesionales se encarga de proveer de internet y fibra óptica, y de luz y energía a nuestros hogares.
Sin embargo, también hay otros héroes que, aunque invisibles a nuestros ojos, son piezas esenciales en esta lucha contra la epidemia del coronavirus. Nuestro modelo refleja la importancia de estos trabajadores que no vemos:
- Por cada 10 profesionales de la sanidad a los que le ponga cara estos días, habrá otros 3 empleados invisibles cumpliendo su labor.
- Por cada 10 personas empleadas en farmacias, otras 2 estarán produciendo medicamentos en la sombra.
- Por cada 10 individuos dedicados a la producción de alimentos, habrá otros 8 invisibles en la cadena.
- Por cada 10 trabajadores de los servicios financieros con los que trate, habrá 4 invisibles más aportando su esfuerzo.
- Por cada 10 personas que aseguren su conexión a internet, habrá otras 7 invisibles respaldando el servicio.
- Por cada 10 personas empleadas en el sector eléctrico, habrá 9 invisibles más asegurando el suministro.
Mas allá de la mano invisible de Adam Smith
El gran economista escocés Adam Smith desarrolló en 1776 su idea de la mano de invisible:
“No es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses”.
Pero no todo es egoísmo, no todo es precio, como barruntaba Friedman con su famoso lápiz. Movimientos como el #QuedateEnCasa, el #AplausoSanitario o el #AplausoColectivo nos demuestran que el ser humano es mucho más que egoísmo.
Con este artículo pretendemos dar visibilidad a esos trabajadores y trabajadoras cuya contribución a capear esta pandemia y consecuente encierro es menos evidente, pero indispensable.
Cuando esta noche salgamos al balcón, sumemos al menos tres aplausos más por cada diez que dediquemos al personal sanitario, otros dos por cada diez farmacéuticos, ocho más por cada diez que demos por el personal en alimentación. En definitiva, aplaudamos hoy miles de veces más por todos esos profesionales invisibles que, poniendo mucho en riesgo, son otro de los elementos clave para la salida de esta enorme crisis de salud pública.
Luis Antonio López Santiago y Jorge Enrique Zafrilla Rodríguez son economistas de la Universidad de Castilla-La Mancha en España.
© The Conversation. Republicado con permiso.