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Cuando hablamos sobre nuestro impacto en el ambiente, muchas veces pensamos en qué tipo de transporte usamos, cuánta energía consumimos o qué tanto reciclamos.
Pero hay otro factor que tiene un gran impacto: lo que comemos.
Alrededor del 24% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, se pueden atribuir a lo que ponemos en nuestros platos, según datos del Informe de Evaluación del Panel Intergubernamental de Naciones Unidas sobre Cambio Climático de 2014.
Esto es más que todas las emisiones generadas por el transporte a nivel mundial, las que contribuyen un 14% de todos los gases. Es decir, las emisiones de los autos, camiones, micros, trenes, barcos, y aviones combinadas.
Obviamente, el tamaño del impacto ambiental depende del alimento.
Por ejemplo, cada 50 gramos de proteína de bife que ponemos en nuestro plato genera 17,7 kilos de dióxido de carbono. Si cambiamos esa misma cantidad de bife por pollo, la contaminación es 8 veces menor. Y si elegimos legumbres, las emisiones generadas son 44 veces menores, según datos de la Universidad de Oxford.
Y esto no es un tema menor, ya que la Argentina, por ejemplo, es el tercer país con más consumo de carne per cápita en el mundo, de acuerdo a datos la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Pero, ¿por qué genera más emisiones la carne?
Bueno, básicamente, porque los animales como las vacas y las ovejas emiten muchos gases. En particular, emiten metano, que es un gas de efecto invernadero hasta 36 veces más potente que el dióxido de carbono, según datos de la Agencia de Protección Ambiental de EEUU.
Pero más allá de los gases de efecto invernadero, también hay que tener en cuenta por ejemplo el transporte de los alimentos, la tierra que se necesita para su producción, los fertilizantes y la cantidad de agua que se usa en toda su elaboración.
Por ejemplo, para producir 1 kilo de carne de vaca, se necesitan 15.415 litros de agua. En las stories que hicimos en Instagram, al 70% de ustedes les sorprendió este dato.
La explicación es que esto incluye toda el agua que consume la vaca, además de lo que se usa para producir sus alimentos, y el agua de lluvia almacenada en el suelo, que se usa en su gran mayoría para alimentar a los animales (Fuente: Water Footprint Network).
Entonces, para contribuir a la lucha contra el cambio climático, ¿tengo que dejar de comer carne completamente?
No necesariamente, pero cada pequeño paso cuenta.
Reemplazar la carne de vaca y cordero por otras carnes baja en promedio un 20% las emisiones de carbono de lo que comemos. Con una dieta vegetariana, las emisiones bajan un 30%. Y con una vegana, un 45%, según un Estudio revisado por pares en la revista científica PLoS One.
Elegir no comer carne ciertos días a la semana e incentivar a tu familia y amigos a que se sumen, comprar alimentos locales y de estación, y charlar sobre estos temas y compartir datos son algunas maneras de empezar a reducir el impacto ambiental de lo que comemos.
Otra opción cada vez más común son también los productos alternativos a alimentos animales, como carnes, atunes, mayonesas o leches que tratan de replicar el sabor y textura originales, pero que están hechos 100% a base de plantas.
Y el impacto ambiental de estos productos es claro. Por ejemplo, algunas hamburguesas hechas a base de planta emiten 88% menos de CO2 que las hamburguesas de carne, las mayonesas a base de plantas usan 70% menos de agua y 45% menos de energía.
Así que tal vez no todos podamos movernos en transportes eléctricos o usar energía solar. Pero todos tenemos que comer, y cada gramo de lo que decidamos poner o no en nuestro plato, puede hacer diferencia.
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