En las últimas semanas se desarrollaron los eventos anuales de Google, Microsoft y OpenAI. En ellos, se hicieron públicos muchos anuncios vinculados con la inteligencia artificial. Y uno de los conceptos que tomó protagonismo fue el de “agente”. ¿De qué se trata exactamente?
ChatGPT o Gemini, conocidos técnicamente como modelos de lenguaje, son sistemas que pueden procesar texto, imágenes o audios y generar respuestas útiles a partir de un prompt. Los agentes de inteligencia artificial, en cambio, forman parte de un sistema autónomo que puede tomar decisiones en relación a un pedido del usuario.
Augusto Alegre, ingeniero industrial y consultor de inteligencia artificial, explica en diálogo con RED/ACCIÓN que los agentes de IA son un tipo de software que pueden percibir su entorno (como sensores en un coche autónomo que detectan obstáculos), razonar sobre objetivos (decidir la ruta más rápida) y tomar acciones (girar, frenar) para lograr esos objetivos con cierto grado de independencia.
Además, según detalla el profesional en tecnología, estos nuevos modelos utilizan diversas técnicas como el aprendizaje automático, el procesamiento del lenguaje natural, la representación del conocimiento, la planificación automatizada, entre otros, para funcionar de manera efectiva.
Si bien todavía no se encararon en ejemplos concretos, un vistazo de cómo se verían fue destacado en el I/O de Google. Su CEO Sundar Pichai mostró como un agente podía hacer la devolución en línea de la compra de unos zapatos. Aunque todavía en desarrollo, la tecnología será capaz de tomar decisiones que uno hace de manera inconsciente en un proceso de devolución como, por ejemplo, buscar el recibo y número de orden, llenar un formulario o coordinar una entrega.
“Estoy de acuerdo en que el futuro son los agentes”, afirma en diálogo con Quartz Alexander Kvamme, fundador y CEO de Echo AI, una empresa dedicada a crear este tipo de tecnologías. “El sector lleva años hablando de ello y aún no se ha materializado porque es complicado ya que un sistema verdaderamente ágil debe tomar docenas o cientos de decisiones de forma independiente, algo difícil de automatizar”, profundiza.
Qué perdemos, qué ganamos
Cada nueva introducción tecnológica genera modificaciones estructurales significativas. Consecuentemente, nuevos beneficios afloran. En esta línea, Alegre asegura que los agentes traen consigo numerosas ventajas que varían en todas las disciplinas de nuestra vida. “En salud, por ejemplo, podrían ofrecer asistencia médica y recordatorios personalizados. En educación, podrían actuar como tutores enfocados en las dificultades de cada estudiante”, detalla.
También, sigue el experto, podrían ser útiles en el ámbito laboral, donde se pueden automatizar tareas repetitivas, permitiendo a los trabajadores enfocarse en temas más creativas y estratégicas. “Estos avances prometen hacer nuestras vidas más eficientes y cómodas”, confirma Alegre. “Perderíamos la soledad, la ineficiencia, el aburrimiento, la falta de bienestar, la falta de acceso al conocimiento”, reflexiona.
Aunque el entusiasmo es evidente, las alarmas para que se navegue por estos avances con precaución es la otra cara de la moneda. Uno de los aspectos que preocupan tiene que ver con el empleo que se le da a esta tecnología. “Hacer un buen uso siempre será nuestra responsabilidad”, asegura Alegre. “Podemos utilizar la tecnología como extensión de nuestra conciencia para ser más efectivos o podemos desaprovecharla por miedo, ignorancia o por perjudicar a otros”, finaliza.
Giles Crouch, antropólogo digital, explica para Médium que además de las consecuencias más obvias del desarrollo de agentes de inteligencia artificial, un aspecto no menor tiene que ver con el hecho de que se vuelven participantes activos en la sociedad. “Pueden convertirse en actores que se entrelazan con la estética de la cultura, los sistemas políticos y económicos. Van a ser parte de nuestros valores, normas, costumbres y tradiciones de formas que no podemos predecir”, señala.