El 25 de mayo marcó un antes y un después en Argentina, desde ese momento el país comenzó un proceso de emancipación de la corona española por voluntad popular. Desde la primaria en las escuelas se enseña que los héroes de la patria fueron hombres: Cornelio Saavedra, Juan José Castelli, Mariano Moreno y Manuel Belgrano, entre otros.
De esta manera, el 25 de Mayo de 1810, se conformó la Primera Junta de Gobierno de las Provincias del Río de la Plata luego de derrocar al Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros.
No es casual que los próceres varones hayan quedado en la historia oficial: en ese entonces a las mujeres no se les permitía participar en política (públicamente) y los registros sobre su presencia son muy escasos. Sin embargo, su rol fue fundamental en la Revolución.
En la actualidad, las y los historiadores pudieron corroborar que muchas mujeres aristocráticas, indígenas, campesinas y trabajadoras también lucharon por una patria más justa, igualitaria y representativa. Las mujeres del siglo XIX eran las encargadas de ocuparse de los comercios, los negocios familiares y la alimentación de sus hijos cuando los hombres se iban a las batallas o de campaña. Ellas mantenían la economía circular en las ciudades y en los hogares.
Según escribe la Dra. Romina Zamora en una nota del CONICET, “los censos de ese momento muestran menos de 60 hombres cada 100 mujeres de las familias principales. Si se amplía la muestra a los sectores de la servidumbre y a la plebe urbana, se observa que casi el 75% de la población urbana estaba compuesta por mujeres. No era aislado: en las sociedades pre-industriales occidentales era una constante que aproximadamente el 30% de los hombres estuvieran ausentes de sus hogares de manera temporal, pero más o menos frecuente”.
Además, en los meses previos de la Revolución las mujeres eran las encargadas de brindar los salones de sus propias casas como espacio de discusión política en medio de la gesta revolucionaria.
En una entrevista, la doctora en Historia Guillermina Guillamon, explicó que en estos “salones privados” las mujeres tenían más posibilidades para emitir su posición política, generar acciones junto a otras mujeres o aconsejar a sus maridos sobre qué hacer con el futuro del Río de la Plata.
Asimismo, las mujeres que tuvieron un mayor reconocimiento en materia política y social en 1810 fueron las esposas de los revolucionarios:
- Mariquita Sánchez de Thompson, esposa de Martín Thompson (oficial de la Marina), tuvo la posibilidad de construir espacios de debate y disputar grandes discusiones sobre el contexto socio-político del momento y participó activamente de la revolución donando joyas y financiando a los grupos revolucionarios.
- Casilda Igarzabal, esposa de Nicolás Rodríguez Peña (revolucionario de las movilizaciones independentistas que se desarrollaron a partir de la primera invasión inglesa de 1806). Casilda fue una “salonnière” de la época virreinal. En otras palabras, se encargaba de organizar la apertura de salones privados y participaba con su opinión en estos encuentros a la par de los varones.
- Guadalupe Cuenca, esposa de Mariano Moreno (abogado en defensa de los indígenas y luego de la revolución, secretario de la Primera Junta), acompañaba a su marido de una manera muy activa en cuestiones ideológicas y políticas. De hecho, esto se pudo comprobar a través de las cartas que ella enviaba a Moreno cuando partió a altamar con destino a Londres comentando y analizando la coyuntura política que se vivía en Buenos Aires.
Por otro lado, en los libros La historia argentina contada por mujeres y De la conquista a la anarquía de Gabriela Margall y Gilda Manso, a través de distintos documentos se revela el rol de la mujer durante los años de Revolución.
En particular, existe uno muy significativo enviado por un grupo de mujeres el 30 de mayo de 1812 al gobierno del Primer Triunvirato para ratificar su participación en la Revolución.
“Destinadas por la naturaleza y por las leyes a vivir una vida retraída y sedentaria, no pueden desplegar su patriotismo con el esplendor de los héroes de los campos de batalla (…) Las suscriptoras tienen el honor de presentar a V.E. la suma que destinan al pago de fusiles (…) Cuando el alborozo público lleve hasta el seno de las familias la nueva de una victoria, podrán decir en la exaltación de su entusiasmo Yo armé el brazo de ese valiente que aseguró su gloria y nuestra libertad. Dominadas por esa ambición honrosa, suplican las suscriptoras a V.E., se sirva mandar a grabar sus nombres en los fusiles que costean (…)”
Fue firmado por: Omasa de la Quintana, Remedios de Escalada, Nieves de Escalada, María de la Quintana, María Eugenia de Escalada, Ramona Esquivel y Aldao, María S. de Thompson, Petrona Cárdenas, Rufina de Orma, Isabel Calvimontes de Agrelo, María de la Encarnación Andonaegui, Magdalena Castro, Ángela Castelli de Irgazábal, Carmen Quintanilla de Alvear. Entre otras cosas demuestra que ellas fueron parte de los revolucionarios radicalizados al otorgar financiación para el pago de fusiles.