Una de las cualidades que ha demostrado el sistema científico argentino es su versatilidad. En medio de una crisis sanitaria inédita, el cambio abrupto de planes no fue un hecho traumático, sino una decisión estratégica de una comunidad de investigadores e investigadoras que se mueve sobre una plataforma con múltiples capacidades.
En ese contexto y con casi 28 años de historia, la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) se ha transformado desde el inicio de la pandemia en una usina de herramientas para enfrentar el avance de la COVID-19.
“Se trata de tener la capacidad para resolver nuestros propios problemas”, dice el rector de la UNSAM, Carlos Greco, quien intenta definir con esa frase sencilla el rol que ocupa la universidad como espacio de investigación y desarrollo de soluciones.
En los meses que lleva la pandemia, son varios los desarrollos que nacieron del corazón científico de esa universidad pública. Uno de ellos, el kit de diagnóstico rápido de COVID-19, que ya es utilizado en el sistema público y privado de salud. Otros dos están en pleno desarrollo y con buenas perspectivas: un suero hiperinmune equino que logró neutralizar el virus SARS-CoV-2 en pruebas de laboratorio, y una vacuna en base a proteínas recombinantes.
Suero equino: un tratamiento que ayudaría a neutralizar al virus
Ya en las puertas de los ensayos clínicos, este desarrollo genera expectativas por los resultados logrados in vitro para neutralizar al nuevo coronavirus, pero también por la seguridad que transmiten los científicos que lo están desarrollando.
Quien lidera el trabajo es Fernando Goldbaum, director del Centro de Rediseño e Ingeniería de Proteínas del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la UNSAM y socio fundador de la empresa biotecnológica INMUNOVA.
“Estábamos trabajando muy activamente desde hacía 5 años en el desarrollo de un suero similar para otra enfermedad, que es el Síndrome Urémico Hemolítico (SUH). Así, aprendimos el proceso de producción y de trabajo con las autoridades regulatorias, para poder analizar la seguridad y potencialmente la eficacia del producto, y cómo se realizan los ensayos clínicos. El desarrollo de una vacuna lleva en general varios años, por lo que entendimos que se iba a necesitar de la inmunoterapia pasiva. En ese escenario, nos abocamos a buscar antígenos (una molécula para inducir una respuesta inmune) para desarrollar una buena cantidad de anticuerpos neutralizantes contra el nuevo virus, y comenzamos a probar una rutina recombinante. Tuvimos resultados muy buenos en unos 70 días de trabajo”.
El protocolo ya fue presentado, y se espera que en los próximos días, la ANMAT autorice los ensayos clínicos. En principio, las pruebas en aproximadamente 250 pacientes se realizarán en alrededor de 15 hospitales y clínicas privadas del Área Metropolitana de Buenos Aires. El objetivo es demostrar la seguridad y eficacia del producto.
—¿Cómo funcionaría la inmunoterapia pasiva con suero equino?
—El suero desarrollado se basa en anticuerpos policlonales equinos, que se obtienen mediante la inyección de una proteína recombinante (o sea que se logran a partir de una especie o línea celular distinta a la original) del SARS-CoV-2 en estos animales, inocua para ellos. Los caballos tienen la capacidad de generar gran cantidad de anticuerpos capaces de neutralizar el virus. Luego, esos anticuerpos se tratan con biotecnología para evitar reacciones de hipersensibilidad o de rechazo. La estrategia es similar a la del plasma de personas recuperadas de COVID-19 que se está probando en ensayos clínicos, sin embargo en pruebas de laboratorio se demostró que la potencia del suero equino es alrededor de 50 veces mayor. Además, se podrá escalar su producción para atender una demanda importante de pacientes en etapas tempranas de la Covid-19.
Goldbaum explica: “Vamos a probar la aplicación en personas con una infección de menos de diez días de evolución desde la aparición de los síntomas, para evaluar si los anticuerpos pueden frenar la proliferación del virus, principalmente en los pulmones, y así evitar la internación de pacientes en terapia intensiva. A la vez, se les dará tiempo a las personas con la infección para desarrollar sus propias respuestas inmunes”.
El suero anti-COVID-19 es similar a los que se usan para tratar el envenenamiento por picaduras de serpientes y alacranes, intoxicaciones por toxina tetánica, exposición al virus de la rabia e infecciones como la influenza aviar.
“El concentrado de inmunoglobulina con tanta potencia sería, a nuestro entender, el primer tratamiento del mundo en humanos que podría funcionar. Tenemos mucha esperanza que esto suceda, pero aún lo tenemos que demostrar en ensayos clínicos controlados”, aseguró Goldbaum.
“En el marco de una pandemia no existe tiempo para una curva de aprendizaje. La única forma de desarrollar algo rápido es que cada uno haga lo que ya sabía de antemano y en ese sentido fue una oportunidad porque ya veníamos desarrollando un suero similar”, concluyó el investigador superior del CONICET y jefe del Laboratorio de Inmunología y Microbiología Molecular en la Fundación Instituto Leloir.
Este proyecto fue uno de los seleccionados por la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación en el marco de la convocatoria “Ideas Proyecto COVID-19” de la Unidad Coronavirus, creada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Goldbaum le contó a RED/ACCION la génesis de lo que hoy es el suero equino: es fruto de la articulación pública-privada con el Instituto Biológico Argentino (BIOL), la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud “Dr. Carlos G. Malbrán” (ANLIS), con la colaboración de la Fundación Instituto Leloir (FIL), la compañía especializada en anticuerpos monoclonales mAbxience y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
Un test nacional que en julio alcanzará las 100 mil unidades
Test molecular ELA-Chemstrip: Esta herramienta de testeo también tiene una historia previa al inicio de la pandemia. Diego Comerci es doctor en biología molecular y biotecnología en la UNSAM e investigador principal del CONICET. En febrero de este año, había presentado junto a un equipo multidisciplinario un kit diagnóstico para detectar el dengue en diez minutos, sin necesidad de equipos complejos.
Esa fue la base sobre la que comenzó a gestarse el test diagnóstico para el nuevo coronavirus. El desafío era tenerlo listo en seis semanas. “Imposible”, recordó Comerci que le contestó a las autoridades universitarias, que ya estaban en conversaciones con el gobierno nacional. Pero tras una noche de descanso, las ideas se ordenaron.
“Había una posibilidad de hacerlo rápido. Si reconvertíamos el diagnóstico para dengue, podríamos usar esas tiras (similares a los test de embarazo) para detectar el material genético del virus. Pero faltaba algo y era lo que tenía un grupo de la Universidad de Quilmes (UNQ), que había desarrollado un test para clamidya, una enfermedad de transmisión sexual, y que usaba esa tecnología. Y llegó el momento de hacer algo juntos”.
De esta forma, se hizo realidad la unión entre Chemtest (una empresa incubada en la UNSAM) con otro emprendimiento de base tecnológica de la UNQ, Productos Bio-Lógicos (PB-L), creado por Marcos Bilen.
“Hace diez años, caminando por la Puna salteña, a Bilen se le ocurrió juntar barro de una fuente termal y lo congeló para estudiarlo algún día. Una década después, lo descongeló y encontró una bacteria que resistía altas temperaturas. Extrajo la polimerasa, la modificó por ingeniería genética y esa es la base de la tecnología Easy Loop Amplification o ELA, que hoy se usa para diagnosticar la COVID-19”, detalló Comerci.
“Marcos Bilen no buscaba eso. Pero a un científico lo mueve la curiosidad y el conocimiento. Espero que esta pandemia cambie la mirada de la gente sobre la comunidad científica”, agregó el profesor de microbiología de la UNSAM.
Más que un desafío científico, el desarrollo del kit fue un reto organizativo, tecnológico y productivo, porque el conocimiento de cómo hacerlo ya existía. “Ante la demanda creciente de un recurso crítico, quisimos desarrollar un test nacional que permitiera la detección directa del virus y que fuera una alternativa diagnóstica de similar o igual efectividad al que se usa en todo el mundo”, reveló el investigador.
Y lo lograron. ELA Chemstrip es una prueba capaz de detectar la presencia del virus en personas que incluso no tienen síntomas, en alrededor de una hora y sin necesidad de equipamiento costoso, como el que se emplea en el test RT-PCR.
Esta tecnología permite, con una simple incubación a 60 grados, amplificar en forma exponencial el material genético viral que puede quedar en el hisopado. Con una tira reactiva dentro de ese tubo y en unos minutos, si ese material genético existe, aparecen dos bandas de colores que revelan el resultado positivo.
El equipo de investigadores que lideró el desarrollo está integrado por Diego Comerci, Juan Ugalde y Andrés Ciocchini, del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la UNSAM. Por la Universidad Nacional de Quilmes, el grupo de trabajo es dirigido por Marcos Bilen, Daniel Ghiringhelli, Cristina Borio y Ana Ventura.
El kit diagnóstico ya está siendo distribuido en distintos hospitales del conurbano bonaerense y en laboratorios públicos y privados, y también se están enviando determinaciones a distintas provincias. Durante julio, se producirán entre 80 y 100 mil unidades, con la posibilidad de escalar a unas 300 mil en agosto.
Cómo funcionan los tres test que existen en la Argentina
Los primeros pasos hacia una vacuna argentina
El proyecto, que está en pleno desarrollo en la UNSAM, se encuentra entre los 128 en fase preclínica en el listado elaborado por la Organización Mundial de la Salud. La directora es Juliana Cassataro, a cargo del Laboratorio de Inmunología, enfermedades infecciosas y desarrollo de vacunas del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB).
En esta primera etapa se desarrollará una composición farmacéutica. Si se obtienen buenos resultados, se continuará con pruebas adicionales in vivo, y luego en las fases clínicas. El grupo de trabajo de la UNSAM se fijó un tiempo máximo de hasta un año para determinar la fórmula que utilizarán para comenzar con las pruebas.
La cepa argentina. Aunque el virus no está manifestando mutaciones significativas, la idea es desarrollar una vacuna en base a las cepas, que son poblaciones de microorganismos de una sola especie, que circulan en la Argentina.
El desarrollo de la vacuna y del test molecular de la UNSAM fueron elegidos entre los 64 proyectos seleccionados para su financiamiento con hasta 100 mil dólares por la convocatoria extraordinaria IP COVID-19 de la Agencia de Promoción de la Investigación, el Desarrollo y la Innovación (Agencia I+D+i).
Con el rector Carlos Greco también hablamos sobre el rol de la universidad y cómo estos avances se alcanzan a pesar de los vaivenes que sufre la inversión en ciencia y tecnología en nuestro país.
—¿Por qué las universidades están dando una respuesta tan importante ante esta crisis sanitaria?
—Las universidades poseen una autonomía responsable, algo que es fundante en el sistema universitario argentino, como así también la gratuidad y el cogobierno. Deben estar atentas a las necesidades de la sociedad. El sistema tecnológico y universitario es una de las instituciones con mayor reconocimiento de la sociedad. Y eso es porque ha sabido dar respuesta a estas urgencias. Ahora, el gran desafío es sostener en el tiempo esa ponderación, para poder construir un sistema científico fuerte y atento al territorio. Nosotros no somos los dueños de la verdad pública, tenemos que dialogar con los saberes populares y de otros entornos.
—¿Cómo se mantuvo este nivel de investigación pese a los recortes presupuestarios que sufrieron en los últimos años la ciencia y la tecnología en la Argentina?
—Pudimos superar momentos de restricciones, y sin las posibilidades de expansión que hubiésemos querido. Pero insistimos en que la formación y la investigación son actividades inescindibles, es algo que no podemos declinar porque la formación está basada en la investigación. Para nosotros es vital la investigación porque es algo que nutre la formación. Lo hicimos con menores recursos y capacidad de expansión, pero manteniendo los equipos, las estrategias de financiamiento y también buscando ese financiamiento que nos faltaba en el exterior. Estoy profundamente agradecido por el compromiso de nuestros científicos. La respuesta de los investigadores no es azarosa. Es el resultado de muchos años de dedicación y de esfuerzos. Tampoco es azaroso que un profesor esté delante de un estudiante, en un laboratorio, porque todo eso construye una identidad, una forma de hacer.
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