Qué investiga el observatorio más grande del mundo, situado en Mendoza- RED/ACCIÓN

Qué investiga el observatorio más grande del mundo, situado en Mendoza

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El Observatorio Pierre Auger fue construido para responder qué son, de dónde vienen y cómo llegan a la Tierra los rayos cósmicos. Estos rayos son nada más y nada menos que mensajeros que nos traen información de objetos lejanos del universo. El observatorio es único en su especialidad.

Qué investiga el observatorio más grande del mundo, situado en Mendoza

El Observatorio Pierre Auger fue construido para responder qué son, de dónde vienen y cómo llegan a la Tierra los rayos cósmicos. Estos rayos son nada más y nada menos que mensajeros que nos traen información de objetos lejanos del universo. El observatorio es único en su especialidad.

“Cuando te involucras en un proyecto en el que no hay nada hecho, se debe arrancar de cero, y cada día es un nuevo desafío que no te asegura resultados, es arriesgado y temerario pero fascinante a la vez. Cuando se obtienen resultados son de alto impacto porque sabés que es el único lugar en el mundo que lo ha logrado.”

Beatriz García, astrónoma.

En ocasiones, Edgar Allan Poe se quitaba el traje de poeta y su pluma mutaba en sesudos ensayos científicos, siempre con una obsesión: los secretos del espacio infinito. Con ese afán llegó a proponer una solución a la paradoja de Olbers. Ese interrogante físico planteaba la contradicción de que en un universo infinito repleto de estrellas —tal era la descripción de universo de la época— el cielo nocturno debería ser totalmente brillante, sin regiones oscuras.

Con esas lecturas de Poe, Beatriz García se internó de a poco en el mundo de la astronomía, sin saber que ella misma se convertiría en astrónoma, investigadora del CONICET y miembro del equipo científico del Observatorio Pierre Auger, en la localidad mendocina de Malargüe.

“Recuerdo que leía mucho de chica -cuenta Beatriz- aprendí a leer a los cuatro años, y en esa época me gustaban novelas de aventuras. A los 12 años leí mi primer libro de ciencia ficción. Me acuerdo bien, fue El Hombre Ilustrado, de Ray Bradbury. Luego llegó a mi vida Edgar Allan Poe, que fue de gran impacto, por su explicación de la paradoja de Olbers, la cual reveló por qué el cielo es oscuro. La mitología me llevó directamente a las estrellas, y a partir del cielo visible a simple vista, siguieron mis aproximaciones a la astronomía. Soy de la generación que leyó en los diarios descubrimientos que confirmaban teorías de 100 años”.

Los rayos cósmicos son partículas de elevada energía que llegan desde el espacio infinito. Caen todo el tiempo, a toda hora. Son imperceptibles para el ojo humano, pero los científicos saben desde hace más de un siglo de su existencia y se han empecinado en hallar sus orígenes para comprender más acerca del Universo. Es decir, los rayos cósmicos son mensajeros que nos traen información de objetos lejanos del universo.

James Watson Cronin, premio Nobel de Física 1980, comenzó a recorrer la Argentina a mediados de los 90. Pronto entendió que el sur mendocino tenía una especial conjunción con el cielo. Buscaba una zona amplia, de unos tres mil kilómetros cuadrados, con poca  pendiente, plano y a una altura entre 800 y 1400 metros sobre el nivel del mar. También se requería un lugar no demasiado frío, para que el agua en los tanques no se congelara por completo, con cielo despejado, oscuro en la noche, sin contaminación y a la vez, con el soporte de una ciudad cercana. Malargüe, localidad al pie de Los Andes y a 410 kilómetros al sur de la capital mendocina, reunía todas esas condiciones.

Todo un hito para la ciencia y la investigación en la Argentina, el Observatorio Pierre Auger se inauguró en 2008, con la participación de científicos de todo el mundo. Los países miembros del Pierre Auger son 16: Alemania, Argentina, Australia, Brasil, Eslovenia, España, Estados Unidos, Francia, Italia, México, Holanda, Polonia, Portugal, República Checa, Rumania y Colombia, que aportan los fondos para el funcionamiento y la investigación.

“El Observatorio Pierre Auger está destinado a la detección y estudio de rayos cósmicos de ultra elevada energía, que proceden de lo que se denomina el universo extremo – explica Beatriz García.  “Tampoco sabemos qué tipo de partículas son. Podrían ser protones o núcleos de átomos, inclusive tan pesados como el núcleo del átomo de hierro, pero tampoco pudimos encontrar una respuesta. El Observatorio, el más grande del mundo y único en su especie por combinar técnicas de detección, fue diseñado y construido principalmente para responder a esas preguntas: que son, de dónde vienen y cómo llegan a la Tierra, con tan alta energía, los rayos cósmicos.”

Egresada de la Universidad Nacional de La Plata, en donde se dedicaba a las estrellas y cúmulos estelares, después fue astrónoma residente en CASLEO (San Juan) y en 1996, se fue a vivir a Mendoza. Cuenta que su encuentro con el observatorio fue completamente accidental. “James Cronin, premio Nobel de Física, que fue el líder del proyecto vino a Bariloche a una reunión que fui en la que buscaban científicos para estudiar la calidad de cielo y atmósfera”, recuerda. A partir de aquel momento, se dedicó enteramente al proyecto del Observatorio Pierre Auger.

Cuando los rayos cósmicos llegan a la Tierra, interactúan con las moléculas de la atmósfera y producen una cascada de partículas secundarias, las lluvias cósmicas descubiertas por Pierre Auger en 1938. Estas partículas secundarias producen en la atmósfera un fenómeno denominado fluorescencia (al interactuar con el nitrógeno) y en el agua, parte de esas partículas producen otro efecto, una luz ultravioleta, la radiación Cherencov.

La luz Cherencov detectada permite establecer la energía del rayo cósmico primario. También es posible mediante los detectores de superficie, reconstruir el camino de arribo, esto se utiliza para tratar de identificar la fuente astrofísica que produjo el rayo cósmico.

El otro sistema está formado por detectores de fluorescencia: se trata de 27 telescopios que observan la fluorescencia atmosférica. Trabajan sólo en noches despejadas, sin Luna (para asegurar máxima oscuridad, porque la fluorescencia es muy tenue). Están instalados en cuatro edificios en la periferia de la superficie ocupada por los tanques.

Investigar desde cero, sobre algo tan desconocido, es un desafío. “En los primeros tiempos del observatorio muchos investigadores nos decían que cuando hubiera algo instalado los volviéramos a contactar. Nadie estaba muy dispuesto a trabajar sabiendo que probablemente, no generarían publicaciones por bastante tiempo, situación crítica en el sistema científico argentino”, recuerda. Y se refiere a varios inconvenientes que tuvieron los científicos, como no ascender o que los informes a CONICET fueran rechazados.

La vida de los científicos en Malargüe tiene sus particularidades ya que el observatorio nació directamente vinculado con la comunidad. “Nadie puso ni un ladrillo, ni un detector, antes de acordar con los habitantes de Malargüe. Se realizaron muchas reuniones con pobladores, que al principio se mostraban preocupados frente al desconocimiento. Ahora esos mismos pobladores cuidan a los detectores, nos avisan si hay algún problema y se benefician, por ejemplo, de los paneles solares que hemos instalado en sus casas”, agregó.

Y finalmente, se manifestó optimista por el futuro del centro en el camino que se recorre para encontrar las respuestas buscadas: “hay nuevos descubrimientos y se desarrollan nuevas tecnologías. Por lo tanto, aparecen otros proyectos que mejoran y amplían la comprensión de los fenómenos que los rayos cósmicos producen al interactuar con la materia al llegar a nuestro planeta”, concluye. Una pasión cósmica que también contagia.

QUIÉN FUE PIERRE AUGER (1300)

En 1933, Pierre Auger y Louis Leprince-Ringuet se embarcaron en Alemania con rumbo a una lejana Buenos Aires, con 100 detectores de partículas a bordo. En esos tiempos, la naturaleza de los rayos cósmicos era desconocida. Partículas cargadas, de origen diferente a los rayos gamma, son desviadas por el campo magnético de la Tierra, el cual varía con la latitud. Auger y Leprince-Ringuet confiaban, sin embargo, en que estudiando la variación de la intensidad de los rayos cósmicos con la latitud pudiera revelarse cuál era su naturaleza. Después de varios experimentos en picos montañosos y con vuelos en globo, en 1936 desarrollaron su propio laboratorio de investigación en rayos cósmicos.