Cristina Vázquez tiene 36 años y lleva 12 en una cárcel de Posadas, Misiones, condenada por un homicidio de un modo muy endeble, apenas con prueba “de carácter indiciario”, según la sentencia. “Es un crimen que no cometió”, dice Magda Hernández, una directora de cine que acaba de estrenar Fragmentos de una amiga desconocida, un documental que se puede ver online y que expone razones para probar la inocencia de Cristina Vázquez.
El caso ocurrió el 27 de julio de 2001, cuando una anciana llamada Ersélida Leila Dávalos fue asesinada a golpes de martillo en su propia casa, en Posadas. Tres jóvenes (Cristina Vázquez, Cecilia Rojas y Ricardo Jara) fueron acusados y luego condenados. Vázquez, a prisión perpetua.
Magda Hernández, la directora, es colombiana y vino a Buenos Aires en 2007, desde Cali, para estudiar una maestría. Cuando llegó, trabajó como camarera en Montana Ranch, un restaurante de Recoleta que ya no existe, y ahí conoció a Cristina Vázquez. “Nos hicimos amigas porque las dos estábamos en una ciudad ajena”, dice. “Y vivíamos cerca y charlábamos mucho”. Unos meses después, la colombiana dejó el trabajo. Luego se enteró de que la policía había detenido a su amiga en el propio restaurante.
Fragmentos de una amiga desconocida narra la amistad entre las dos, pero también muestra cómo los jueces y los fiscales crearon un relato para acusar y condenar a Cristina Vázquez. Y por otro lado ofrece diez razones para creer en su inocencia. Éstas son, citadas del documento de presentación de la película:
1. La noche del crimen ella estaba a 8 kilómetros del lugar.
2. Las personas que estuvieron con ella esa noche testificaron en el juicio.
3. En la escena del crimen no hay rastros ni huellas de ella, simplemente porque no estaba allí.
4. El nombre de Cristina Vázquez surge en el expediente sin una denuncia. Al día de hoy desconocemos cómo llega a la causa.
5. La propia sentencia admite que no existe prueba directa en su contra.
6. Diez pruebas científicas demuestran que Cristina Vázquez no estaba ahí.
7. Nadie la vio entrar en la casa de la víctima.
8. Se la condena porque se cree que llevaba un estilo de vida “promiscuo y marginal” (tal cual figura en el expediente).
9. La condena se basa en rumores y chismes de barrio.
10. Jamás se investigó a las personas que estuvieron hasta último momento con la víctima.
Según escribe Indiana Guereño, presidenta de la Asociación Pensamiento Penal, “su condena viola todos los principios que protegen la libertad ya que juzga un estilo de vida que el tribunal imagina conocer, cuando en nuestro sistema penal solo se pueden juzgar actos”.
“Yo había quedado un poco obsesionada con Cristina y a veces me parecía verla en la calle, pero no era ella”, sigue Magda Hernández. “En 2013 busqué en Internet y encontré que ya la habían condenado por el homicidio. Empecé a escribir para un documental, pero no sabía bien qué iba a resultar”. En ese mismo año aprovechó unas vacaciones a las cataratas del Iguazú para visitar en la cárcel a su antigua compañera. “Fue un encuentro súper intenso y emotivo, y al final, cuando nos despedimos y vinieron los penitenciarios a buscarla, vi cómo se puso, tiesa. La cárcel la había endurecido: ahí adentro ella tenía que ser otra persona”, dice.
Fragmentos de una amiga desconocida tiene como un antecedente cercano a El Rati Horror Show, la película de Enrique Piñeyro que cuenta las irregularidades del caso de Fernando Carrera, condenado a 30 años por un crimen que tampoco había cometido, y liberado luego de una campaña motorizada en buena medida por la película (que le valió a su director varias amenazas) y también por la ONG Innocence Project Argentina.
Casi al mismo tiempo, Netflix estrena Así nos ven, una miniserie sobre cinco afroamericanos de entre 14 y 16 años, que fueron condenados por violar y golpear salvajemente a una mujer, quien luego permaneció 12 días en coma. Pero el adn de ninguno de ellos coincidía con el que había sido hallado en la víctima, y el caso despertó protestas y suspicacias. Para 2002, cuando ya algunos llevaban diez años presos, Matías Reyes, un violador serial, confesó desde la cárcel que él había sido el autor del ataque. Los afroamericanos fueron liberados: eran inocentes.
El caso de Cristina Vázquez está ahora en manos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, cuya sentencia podría revelar una injusticia de más de una década. “No elegí yo a esta historia”, dice la directora Magda Hernández, “pero desde que me la crucé no pude abandonarla”.