Cuando tenía 22 años y estudiaba la carrera de Psicología experimenté un problema de ansiedad y depresión. Nunca antes había pensado que algo así me podía pasar a mí, pero sucedió. Algo que me ayudó en la recuperación fue aprender la práctica de mindfulness, o atención plena, tal y como se ha traducido al español. Cuando descubrí esta práctica, pensé: “Ojalá hubiera conocido esta herramienta antes. Probablemente me habría ayudado a prevenir este problema o habría evitado que se complicase tanto, porque habría podido manejarlo mejor”.
Desde entonces, he mantenido la práctica y ha mejorado mi calidad de vida.
La atención plena se puede definir como la habilidad de estar en el momento presente y aprender a relacionarse con las sensaciones, pensamientos y emociones, u otras experiencias, desde una actitud menos juiciosa, más abierta, menos reactiva, más amable y afectuosa, y de mayor aceptación. Por ejemplo, de forma práctica, en un momento de ansiedad en lugar de rechazar la ansiedad y querer eliminarla inmediatamente, lo cual a veces puede aumentarla, aprender a parar, observar, respirar y ser capaz de acercarse con mayor apertura, amabilidad y aceptación a las sensaciones, pensamientos y emociones que hay en ese momento. Aunque parezca contraintuitivo, la ciencia ha mostrado que esta forma de acercarse a la experiencia puede mejorar la salud mental y el bienestar.
La necesidad del aprendizaje socioemocional
En la sociedad de hoy, los niños y jóvenes enfrentan un conjunto de retos: un aumento de los problemas de salud mental, el acoso y el ciberacoso y una sociedad rápida y exigente que requiere de muchos recursos atencionales y emocionales y por tanto altamente estresante. Por tanto, la escuela del siglo XXI necesitaría intervenciones que enseñen al alumnado habilidades para poder gestionar estos retos, más allá de su desarrollo académico. La escuela debería promover el aprendizaje socioemocional, que además se ha visto que es un prerrequisito para un adecuado rendimiento académico.
En las últimas décadas se ha incrementado el número de escuelas que han desarrollado intervenciones basadas en la atención plena. Estás intervenciones tienen por objetivo que el alumnado aprenda las habilidades de esta práctica y mejore su desarrollo socioemocional y cognitivo.
La ciencia de la atención plena en la escuela
Aunque el interés social es cada vez mayor, la investigación sobre los beneficios de las intervenciones basadas en la atención plena en la escuela es todavía reciente. Pero muestra resultados alentadores. Un estudio reciente que analiza globalmente la efectividad de los programas de atención plena en la escuela con niños y niñas de 6 a 12 años ha encontrado que tras los programas mejoran la atención, la regulación emocional y del comportamiento, la competencia social y los comportamientos prosociales, y aumentan las emociones positivas.
En el contexto hispanohablante, la investigación todavía es escasa, pero los resultados encontrados han sido positivos. En los últimos 10 años, un conjunto de investigadores hemos realizado una serie de estudios en España y Chile para evaluar los beneficios de Crecer Respirando, un programa basado en la atención plena diseñado para ser incluido en el currículum escolar con niños de 6 a 12 años.
Mejor regulación emocional y salud mental
En España, los niños que participaron en el programa mostraron mejoras en sus habilidades de atención plena, regulación emocional, motivación en el aula, y comportamientos de ayuda, al tiempo que redujeron su ansiedad y problemas de relación con los compañeros.
En Chile, encontramos que niños con alta vulnerabilidad social de familias de bajos recursos socioeconómicos mostraron mejoras en la función ejecutiva, en concreto en el control inhibitorio. El control inhibitorio es la capacidad para no reaccionar tan impulsivamente y autocontrolarse antes de actuar; es fundamental para el desarrollo cognitivo, socioemocional y la salud mental a lo largo del desarrollo.
Estás mejoras las manifestaron los propios alumnos, así como sus profesores, a través de cuestionarios y entrevistas, pero también se pudieron observar en el cerebro de los alumnos. Los correlatos cerebrales del control inhibitorio de los alumnos que participaron mostraron una mejoría tras el programa.
Aunque hace falta más investigación, este conjunto de resultados alientan la visión de que llevar la práctica de la atención plena a la escuela puede ser beneficioso para el desarrollo integral de los niños y niñas, potenciando habilidades que son esenciales para su salud y bienestar.
Dificultades con los adolescentes
A diferencia de los beneficios positivos vistos con los niños y niñas, los resultados encontrados con la práctica de la atención plena con adolescentes en la escuela han sido menos optimistas. Los adolescentes que participaron en el estudio más grande realizado hasta la fecha, el Proyecto MYRIAD con más de 8 000 alumnos de 84 colegios en el Reino Unido, no mostraron mejorías un año después de finalizado el programa en funcionamiento socioemocional ni conductual, ni tampoco en bienestar ni depresión.
Esto ha llevado a buena parte de la prensa internacional y a una parte de los científicos más reputados en el área a sugerir que los programas basados en atención plena pueden no ser útiles para los adolescentes en la escuela.
Retos y futuro de la atención plena en la escuela
Sin embargo, hay factores relevantes que pueden contribuir a explicar estos resultados y, por tanto, qué retos asumir para llevar la práctica a los adolescentes en la escuela de forma beneficiosa, segura y sostenible. Por un lado, el nivel de competencia o habilidades de la enseñanza de la atención plena de los profesores que impartieron los programas en el proyecto MYRIAD era muy bajo. Sabemos que los resultados con profesores experimentados son mejores y por tanto es posible que necesitemos diseñar mejores entrenamientos para enseñar a los profesores las habilidades de atención plena y cómo enseñarlas. Es muy difícil enseñar esta práctica si uno no comprende y experimenta en su mente y su cuerpo lo que es.
Por otro lado, existe un problema de motivación por parte de los adolescentes para desarrollar las prácticas de atención plena en los programas. Su motivación es baja y la adherencia a la práctica mínima. Por tanto, necesitamos repensar el diseño de las intervenciones y buscar formas de llevar la práctica a los adolescentes de una manera más atractiva.
Estos son retos y horizontes que la ciencia de la atención plena tiene por delante ante el cuerpo de conocimiento que tenemos ahora y es necesario seguir evolucionando para que el funcionamiento socioemocional, la salud mental y el desarrollo de los jóvenes de todas las edades pueda beneficiarse de esta práctica.
Carlos García Rubio, Miembro del equipo de Estrés y Salud de la Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.