Qué enseña sobre las sociedades y las personas el ranking de los países más felices del mundo- RED/ACCIÓN

Qué enseña sobre las sociedades y las personas el ranking de los países más felices del mundo

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Finlandia está en los primeros lugares de la lista hace tiempo y Costa Rica es líder en América Latina. Los dos países son muy distintos entre sí pero tienen un punto en común: la importancia que le dan a la educación, en el presupuesto y en el desarrollo. El World Happiness Report aporta pistas sobre qué es lo que hace felices a las personas y, en particular en el de este año, hace una lectura sobre el impacto de la pandemia en la percepción de la felicidad.

Qué enseña sobre las sociedades y las personas el ranking de los países más felices del mundo

Intervención: Marisol Echarri

Nadie conoce todavía la fórmula de la felicidad, pero sí sabemos cómo medirla. Desde 2012 se realiza el World Happiness Report, patrocinado por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y ejecutado por sondeos de la encuestadora Gallup que se ocupa de rankear anualmente 156 países del mundo según su nivel de felicidad. El listado se elabora con métricas que abarcan un espectro completo del bienestar de las personas, que incluyen desde cómo se sienten con su entorno y hasta datos objetivos del país en el que viven.

Desde hace años Finlandia encabeza la lista global. En América Latina, Costa Rica lleva varias ediciones puntera. ¿Qué condiciones ofrecen estos países para que sus habitantes se sientan plenos? ¿Qué es la felicidad y cuánto depende de una construcción personal? ¿Por qué es tan importante la infancia para configurar la capacidad de ser felices en el futuro? ¿Qué hay detrás de la cultura de la velocidad que nos lleva a vivir a mil hoy?

Aristóteles decía: “Es difícil saber si la felicidad es una cosa que se puede aprender, si se adquiere por hábito o algún otro ejercicio o nos llega por algún favor divino”. Era alrededor del año 350 a.C. y la filosofía se hacía preguntas sobre la felicidad y su origen. Pero no hace mucho que los hombres comenzaron a estudiarla profundamente para entender de qué está hecha y cómo alcanzarla.

Durante los siglos que le siguieron a la Grecia antigua, y mayormente en los últimos dos, las ciencias estuvieron más dedicadas a entender enfermedades y problemas físicos del hombre que a los aspectos positivos de su vida y de su desarrollo en comunidad. Recién a principios del siglo XXI, de la mano de la psicología positiva, la felicidad entró en el campo del estudio científico.

La biodiversidad única en el mundo de Costa Rica es uno de los factores que hacen al bienestar de quienes viven en este país; el otro, la inversión pública en educación. (Imagen: gentileza Piqsels)

Si bien hoy es difícil de definirla objetivamente, sí se avanzó mucho en entender qué áreas del cerebro están involucradas con las sensaciones positivas y duraderas, cómo se desarrolla a nivel neurológico un cerebro capaz de ser más feliz y qué traumas lo obstaculizan.

Sobre todo, las investigaciones demuestran que la verdadera felicidad se apoya en una satisfacción general con la vida, no en sensaciones momentáneas como la alegría o la euforia. La felicidad es un producto de la razón: las personas pueden identificar lo que las hace felices, lo que les permite trabajar en ese sentido y dirigir su vida hacia ahí. Y hoy sabemos también que lo que más determina la felicidad de una persona es la cantidad y calidad de vínculos personales duraderos que sea capaz de cultivar. Al punto de que nunca antes habíamos contado con tanta evidencia científica sobre la relación estrecha entre relaciones, felicidad y salud.

El impacto en la salud

La investigación sobre la felicidad que más se destaca es una bien histórica ―por su importancia y por la cantidad de años que lleva en desarrollo― que se realiza en la Universidad de Harvard. Robert Waldinger es el actual director del estudio, el cuarto desde su inicio en 1938. Este psiquiatra estadounidense, que también es maestro zen, mantiene vivo el estudio sobre desarrollo adulto que comenzó con 700 hombres jóvenes y los acompañó a lo largo de su vida, monitoreando su estado mental, físico y emocional, entrevistando a personas de sus entornos y haciendo seguimientos médicos. La investigación continúa ahora con sus descendientes: más de mil hombres y mujeres. Todo con el objetivo de responder a la pregunta “¿Qué nos hace felices?”.

El psiquiatra y maestro zen Robert Waldinger dirige actualmente los estudios de la Universidad de Harvard sobre felicidad que se realizan desde hace 83 años; pone el foco en los vínculos personales y en el impacto de ser felices en la salud. (Imagen: gentileza TED talks)

Los resultados son evidentes, según explicó Waldinger en una entrevista reciente sobre los avances del estudio que lidera. Y confirman el cliché: por encima de la fama y del dinero, lo que genera felicidad son los vínculos con las personas: “El hallazgo sorprendente es que nuestras relaciones y lo felices que somos en ellas tiene una poderosa influencia en nuestra salud”. Tanto, que la felicidad es un indicador más seguro que la predisposición genética cuando se habla de longevidad. Tomando como referencia a los participantes de la investigación que dirige, Waldinger afirmó que “las personas que estaban más satisfechas con sus relaciones a los 50 años, estaban más sanas a los 80”.

El ranking

Para hacer el World Happiness Report se interroga a los entrevistados sobre su percepción de bienestar personal y se cruzan estos datos con indicadores como el PBI per cápita, datos sobre libertad individual, apoyo social y corrupción. Con todo, se construye un índice estándar para ordenar los resultados por país participante.

Los resultados se dan a conocer todos los 20 de marzo, declarado el Día Internacional de la Felicidad. En esta última edición, el World Happiness Report presentó hallazgos muy interesantes sobre la crisis sanitaria que generó la pandemia. Fue una medición con todas las percepciones a flor de piel y, por primera vez, la felicidad fue un tema estrella y aglutinó las miradas de todas las naciones participantes, aunque las sensaciones y padecimientos de sus habitantes fueran bien distintos.

Al momento de la presentación de los resultados, el coeditor del informe Jeffrey Sachs, profesor y director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia, afirmó: “La pandemia nos recuerda nuestras amenazas ambientales globales, la urgente necesidad de cooperar y las dificultades para lograr la cooperación en cada país y en todo el mundo”. En un tercio de los países medidos las emociones negativas aumentaron, pero la señal positiva es que los resultados no variaron mucho respecto de los del año anterior. Una interpretación posible es que la gente considera la COVID-19 como una amenaza externa común que afecta a todos y que esto pudo haber generado un mayor sentido de comunidad.

Jeffrey Sachs, coeditor del informe sobre la felicidad mundial, advirtió que la pandemia “nos recuerda la urgente necesidad de cooperar” y “las dificultades para lograr” esa cooperación. (Imagen: TIZIANA FABI / AFP)

Los países punteros

Finlandia es de los países con inviernos más largos y crudos del planeta y hacia mitad del siglo pasado tenía elevadísimas tasas de suicidio y adicciones. Sin embargo, este país lidera el ranking de la felicidad desde hace cuatro años y los finlandeses lo muestran con orgullo. Su nación tiene un nivel de vida alto, servicios públicos que funcionan muy bien y enormes extensiones de bosques y lagos. Además, es referente mundial en términos de educación y desarrollo infantil. Fue de los países cuyos habitantes mejor evaluaron cómo se gestionó la lucha contra la COVID-19.

Los finlandeses se sienten seguros y parte de una comunidad fuerte. Heli Jimenez es la directora de Marketing Internacional en Business Finland, la agencia gubernamental que promueve los vínculos con empresas desde y hacia Finlandia. En una entrevista reciente ella explicó cómo se percibe en su país el bienestar: “La felicidad finlandesa no es superficial y visible de manera inmediata. Está profundamente arraigada en nuestro ser. La felicidad sostenible es nuestro superpoder y significa que tendemos a asumir la vida tal y como se nos presenta”. 

El secreto se basa en los detalles, dice con orgullo Heli: “Apreciamos las pequeñas cosas de nuestra vida cotidiana, como sentarnos tranquilamente en un banco y contemplar un lago después de una relajante sesión de sauna o tomar un baño matutino en el mar antes de comenzar la jornada laboral”.

Otro aspecto esencial de la manera de ver la vida finlandesa empieza en la primera infancia, con una educación pública que privilegia la curiosidad y la participación, pone el aprendizaje personalizado en el centro del sistema y propicia el autoconocimiento para que los estudiantes puedan desarrollar talentos. Y, sobre todo, dedica tiempo y espacio a cada actividad para darle lugar al disfrute. Este sistema educativo es observado y replicado en todo el mundo y muestra años de buenos resultados.

Los nórdicos llevan tiempo destacándose en el ranking de la felicidad. El top 10 de esta edición 2021 se completa con Islandia, Dinamarca, Suiza, Holanda, Suecia, Alemania, Noruega, Nueva Zelanda y Austria.

El caso de Costa Rica es bien distinto. Este país es el puntero latinoamericano de la lista y lleva varios años ostentando esta posición. En la edición de este año ocupa el puesto 16 a nivel global. Esto se debe a una combinación virtuosa de factores, pero principalmente a que sus habitantes tienen una sensación de mejora en su bienestar desde hace bastante tiempo.

Costa Rica es famosa por sus playas espectaculares y su biodiversidad. Es el país con la mayor densidad de especies del mundo y basa su desarrollo en actividades como el turismo y la agricultura. Además, tiene una democracia estable y sólida desde hace varios años, muy buenos índices de libertad, seguridad y distribución de riqueza y una población altamente educada. 

Costa Rica también es puntera en temas ambientales y fue de las primeras naciones en implementar sistemas de energías renovables. Por todo esto, se ubica entre los países más prósperos y progresistas de la región. Esto explica por qué muchos de sus habitantes sienten mayor bienestar que el de varias naciones ricas del globo.

El presidente costarricense Carlos Alvarado Quesada lo explicó en la cumbre de Davos, en 2019, cuando su país ya se destacaba en esta lista. Parte del secreto de la felicidad está en el presupuesto: “Hace setenta años, Costa Rica se deshizo del ejército. Esto ha permitido muchas cosas. El 8 % del PBI se invierte en educación. Así que nuestra fuerza es el talento, el bienestar humano”. La inversión educativa casi duplica la media mundial del 4,8 %.

Felicidad y esperanza de vida van de la mano. Por eso, no sorprende que, además, Costa Rica tenga una de las poblaciones más longevas, incluso más que la de los Estados Unidos. Hoy sus habitantes viven un promedio de 78,5 años.

La propuesta educativa de Finlandia hace a los niños y niñas protagonistas de su desarrollo a su propio ritmo, con actividades que les permiten aprender, disfrutar y divertirse.

Todo empieza en la infancia

El neuropsiquiatra francés Boris Cyrulnik destinó gran parte de su carrera a estudiar el trauma y el sufrimiento para comprender qué generan, cómo marcan la psiquis desde la infancia y de qué manera pueden fortalecernos. Eso lo hace un referente global en un tema que suena fuerte hoy: la resiliencia, esa capacidad de sobreponernos positivamente a las circunstancias de la vida.

En su charla mundialmente conocida “Resiliencia: el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, Cyrulnik  explica este término desde un punto de vista holístico. Según sus estudios, nuestro desarrollo comienza en la primera infancia, como una mezcla entre lo determinado por nuestra biología y lo que recibimos de nuestro entorno. 

La seguridad es la base de la resiliencia y un ambiente que genere apego es la clave para el desarrollo sano de la psiquis de un niño o niña. El apego va más allá del amor: es algo que se teje día a día, es la red en la que una persona se apoya. Es la fuente primaria de seguridad y proviene de la familia directa principalmente, pero también de figuras como abuelos o maestros.

Crecer con una sensación de seguridad muy firme es la clave para poder desarrollar la resiliencia y que los aspectos negativos de la vida generen sufrimiento, sí, pero no traumas severos. Y gran parte de esto tiene relación directa con la educación. “Crear un entorno seguro es toda la diferencia en el futuro. Hay que modificar la estructura educativa para dar seguridad en lugar de fustigar con resultados y horarios escolares. Así habrá cada vez más niños resilientes. No se acabarán las adversidades en la vida, pero estarán mejor preparados para afrontarlas y no serán prisioneros de la desgracia”, afirma.

Cyrulnik habla y mucho de lo que para él es la clave en las sociedades felices, ralentizar la vida: “Vivimos en la cultura del sprint. Y nos sale carísimo. Hay que ralentizar y divertirse para aprender el arte de vivir”. Y pone como ejemplo el modelo educativo nórdico. “En el norte de Europa, los niños y las niñas aprenden teatro, a andar en bici, a usar la palabra, a cocinar. Aprenden la lentitud. Hace no tanto tenían una tasa de suicidio altísima. Pero en 10 años la redujeron en un 40 %, gracias a la cultura”.

El neuropsiquiatra francés Boris Cyrulnik, referente mundial en resiliencia, sostiene que para vivir mejor es clave ralentizar el ritmo de vida. (Imagen : Ludovic MARIN / AFP)

Ralentizar el estilo de vida de los niños contribuye a darles seguridad y confianza, a generar espacio para que aprendan a su ritmo. Así resuelven problemas y aprenden mejor. Lo demuestran los resultados de evaluaciones internacionales como las pruebas PISA (Programme for International Student Assessment), creadas por la OCDE, en las que la educación finlandesa siempre se destaca.

De todas maneras, nunca es tarde. “Si bien los primeros años son muy importantes, la resiliencia está en marcha toda la vida. La genética juega un papel muy pequeño, no dice casi nada de la condición humana. Lo demás es afectivo o cultural. Para desarrollar la resiliencia en la vida adulta, la clave es la compañía y no aislarse en los malos momentos. Eso solo refuerza el recuerdo de la herida y profundiza el sufrimiento”, concluye Cyrulnik.

Qué más sabemos

Yendo al fondo de lo que es posible conocer, la ciencia asegura que gran parte de lo que nos puede hacer infelices viene determinado por nuestra genética, como la propensión a padecer ciertas enfermedades o adicciones. También contamos con muchas más investigaciones sobre la geografía biológica de las lindas sensaciones que tenemos: el hipotálamo es la región del cerebro donde se procesa la gratificación instantánea que produce gran parte de nuestra alegría repentina. Además, la medicina avanzó en el estudio de las endorfinas, la oxitocina, la serotonina y la dopamina, conocidas como las “hormonas de la felicidad”. Sin embargo, la evidencia de la psicología sigue apuntando a que ser felices o no es una combinación de factores internos, externos y, en gran parte, depende de la actitud personal.

“La felicidad tiene que ver con tres procesos: la capacidad de conocerse y de ser uno mismo, los vínculos de pertenencia y el desarrollo de nuestros talentos a través de proyectos personales”, afirma Matías Muñoz. Este psicólogo argentino se especializó en teorías psicoanalíticas, sistémicas y humanísticas, y es terapeuta familiar y de pareja.

¿Cómo se puede alcanzar una definición psicológica de la felicidad? Se trata de un proceso inacabado, que incluye la aceptación de circunstancias como el contexto de vida, la familia en la que una persona nació, los caminos que elige. “Las circunstancias generan emociones como la alegría, dolor, entusiasmo. La felicidad tiene que ver con integrar toda esta paleta emocional con sus matices y vivir conectados con esta realidad”, explica. Por eso, ser felices no equivale a vivir alegremente cada segundo de nuestras vidas: “La felicidad incluye el dolor y la alegría. Aceptar esto nos lleva a la plenitud. No hay estado de armonía y bienestar sin conexión con lo que nos dolió para aceptarlo. Solo así lo superamos y pasamos al entusiasmo por vivir”.

Durante la pandemia, las emociones negativas aumentaron en un tercio de los países medidos en el World Happiness Report, pero los resultados finales son parecidos a los de años anteriores.

Podemos afirmar entonces que la felicidad no es un destino al que llegar, sino un estado que se va construyendo. Y que podemos buscar los mecanismos para sentirnos mejor y para disfrutar del camino: calma, seguridad, relaciones positivas, hábitos saludables… y el oro de nuestra época: el tiempo. El mantra de las técnicas a las que mucha gente recurre para sentirse bien también lo repiten los estudiosos del tema: detenernos, vivir acá y ahora. “Cuando vivimos el instante y nos damos tiempo, de ahí pueden venir los proyectos y la construcción activa de futuro”, concluye Muñoz. Hacer cosas, construir, con otro ritmo y con una conciencia plena del momento. Como los niños y niñas de Finlandia.

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN, y fue publicada originalmente el 27 de septiembre de 2021.

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