Ya conocemos bien la historia. Desde la pandemia de COVID-19, el traspaso al trabajo remoto o híbrido fue casi masivo. Tal como comenta la revista Nature, quizás sea más difícil para una arqueóloga del neolítico, que no puede excavar fósiles desde su cocina, o una bióloga molecular, que necesita muchos elementos de laboratorio. Pero a la hora de redactar informes, organizar y cargar los datos, los trabajadores de la ciencia ya venían bastante acostumbrados a esta modalidad de contratación.
El trabajo remoto: productividad y flexibilidad
Sin ir más lejos (si se me permite el juego de palabras), una investigación publicada en la revista PubMed 2011 examinó las direcciones de unos 39 millones de autores de trabajos de investigación y descubrió que la distancia media de colaboración había aumentado de forma más o menos lineal, de 334 kilómetros en 1980 a 1.553 kilómetros en 2009. Esto indica que la colaboración a distancia estaba bien establecida en ese momento y que los equipos eran cada vez más internacionales.
Por fuera del trabajo de los propios científicos, se condujeron varios estudios para analizar cómo este tipo de contrataciones impacta al desempeño y la calidad del trabajo. Ya en los años ochenta, la empresa bancaria estadounidense American Express puso en marcha un proyecto piloto llamado Project Homebound, que probaba un sistema alternativo de oficina en casa para personas con discapacidad. El proyecto fue aclamado como un éxito, y la empresa presumió los ahorros de costos y el aumento de la productividad.
Más recientemente, un estudio con participantes de trabajadores de telecentros y profesionales de I.T, reveló que los trabajadores completamente remotos tienden a ser menos productivos, en torno a un 10 y un 20%. Específicamente, se vió que atienden menos llamadas, introducen menos datos y tardan más en realizar las mismas tareas. Esto contradice las afirmación ampliamente difundida de que los trabajadores remotos son más productivos.
En cuanto al trabajo híbrido, tendemos a suponer que equilibra el deseo de flexibilidad de los trabajadores junto con la preocupación de los jefes por el rendimiento. Para esta perspectiva, hay un estudio que parece estar bastante de acuerdo; en el año 2022, se observaron a dos grupos de trabajadores en marketing y finanzas de la agencia Trip.com: un grupo tenía un régimen completamente presencial y el otro tenía que ir a la oficina uno o dos días a la semana.
Los resultados (publicados como documento de trabajo y pendientes de ser revisados por pares) mostraron que el personal que trabajaba con el modelo híbrido era más feliz y tenía menos probabilidades de abandonar la empresa que el que trabajaba desde la oficina a tiempo completo. Aunque ambos grupos trabajaron con horarios y pautas diferentes, la productividad general fue la misma.
La falta de contacto en persona y que nos depara el futuro
Según los investigadores, aunque tenemos algunos datos útiles, todos ellos son muy recientes, y hacen falta estudios a largo plazo para evaluar con rigor el impacto del trabajo remoto.
"La pandemia nos mostró el efecto de trabajar desde casa a muy corto plazo, pero necesitamos muchas más pruebas de lo que va a ocurrir si realmente seguimos trabajando a distancia durante años", afirmó Marina Schröder, economista especializada en innovación de la Universidad Leibniz de Hannover (Alemania). Ella estudia los efectos del trabajo a distancia en la creatividad y ha demostrado, por ejemplo, que la comunicación a través de programas de chat produce menos innovación que la conversación cara a cara.
Gran parte de esta potencialidad para la innovación y creatividad se debe al llamado water cooler effect (efecto del bidón de agua), cuyo nombre viene de los encuentros casuales cuando cargamos nuestra botella en la oficina. Esto se debe a que el valor de los encuentros espontáneos en persona para generar ideas está especialmente asociado a la creatividad. También esta idea está respaldada por un estudio realizado en 2022. Allí, dos científicos sociales estadounidenses demostraron que la comunicación a través de pantallas no puede replicar el toque personal.