Preguntamos a qué comunidades de inmigrantes en Argentina les gustaría conocer y entre las propuestas, estaba la comunidad Venezolana. Aquí el primero de una serie de artículos que iremos publicando.
En febrero de este año, la Dirección Nacional de Migraciones otorgó radicaciones temporarias y permanentes a unos 4.000 venezolanos. Esto significa un 53% más que en febrero de 2017, cuando el número fue de 2.600. Por la crisis económica que perjudica a Venezuela, los ciudadanos están abandonando masivamente su país: se calcula que 5 millones han emigrado en los últimos años, lo que representa más del 16% de la población.
En nuestro país, unos 44.000 venezolanos recibieron radicaciones temporarias y permanentes entre 2016 y 2017. Esto es un 10% del total de radicaciones concedidas oficialmente: la comunidad venezolana, que hace tres años no era demasiado numerosa en Argentina, hoy es la tercera más grande, luego de la paraguaya y la boliviana.
“Calculamos que hoy hay cerca de 70.000 venezolanos en Argentina”, dice Vincenzo Pensa, el presidente de la Asociación de Venezolanos en la República Argentina (ASOVEN). “Lo duro en Venezuela empezó hace tres años y ahí comenzó la desesperación de la gente por salir. El 70% de los migrantes son profesionales jóvenes”.
Sergio Yépez, un psicólogo que está al frente de la Asociación Mutual Argentino Venezolana, dice que es de Caracas, pero que tiene amigos en todas partes: “Mi familia terminó fragmentada en Colombia, Panamá, España y Alemania”. Yépez explica que en Argentina hay dos generaciones de migrantes venezolanos: “Una de jóvenes profesionales y otra de estudiantes que dejaron sus estudios allá y los retomaron acá. Ellos, mientras estudian, trabajan y financian la vida de los padres, algo que es antinatural”.
El itinerario
Muchos vienen en ómnibus desde Caracas, en un viaje que dura alrededor de 15 días y en el que cambian de vehículo en las capitales o en las fronteras. Es el modo más barato de llegar.
“En Venezuela un dólar representa un sueldo”, dice Pensa, de ASOVEN. “Un pasaje de avión sale alrededor de 1.200 dólares, sea por la ruta Caracas-Panamá-Buenos Aires o por Caracas-Boa Vista-Buenos Aires. Por eso la mayoría viene por tierra y entra a Argentina por Salta, Mendoza y Puerto Iguazú”.
Los que salen de las provincias orientales del país van por Manaos hasta Foz do Iguazú, y desde ahí a la terminal de ómnibus de Retiro. Otros eligen combinar tierra-aire yendo en ómnibus hasta algún aeropuerto de Brasil. Por ejemplo, hacen la ruta Caracas-Manaos-San Pablo-Buenos Aires.
En el camino muchos se hacen amigos, pero también hay peligros. “Supe de una chica que le sustrajeron el pasaporte en Brasil, estuvo dos o tres meses trabajando para una familia y fue abusada”, dice Yépez, de la Asociación Mutual Argentino Venezolana. Según una versión, a algunas mujeres les han ofrecido 1.000 dólares en Venezuela para viajar a nuestro país, diciéndoles que una vez que llegaran podrían devolverlo trabajando como empleadas, aunque aquí las forzarían a prostituirse. Los referentes de las asociaciones dicen que no conocen casos, pero que están atentos.
En Argentina
La mayoría de los venezolanos vive en la ciudad de Buenos Aires y en el conurbano. Se habla incluso de “Palermo Caracas”: muchos viven en el barrio de Palermo cuando llegan, pero después, por los precios, se reparten por toda la ciudad. También hay núcleos en La Plata, Córdoba, Rosario, Mendoza y Neuquén (donde se asientan los que trabajaron con el petróleo en Venezuela).
Los referentes de las asociaciones coinciden en que los venezolanos en Argentina necesitan dos cosas: un trabajo digno y una vivienda digna. Pero, para eso, antes que nada necesitan un DNI, que puede ser temporario o permanente.
Giovanni Meza, de la Unión de Venezolanos en la Argentina (UVENAR), dice que no es difícil conseguirlo, porque el gobierno dictó una resolución para facilitarlo. “Pero igual sigue habiendo un problema porque la cantidad de migrantes es cada vez mayor”, agrega, “y por lo tanto el DNI se retrasa y llega luego de dos o tres meses”.
Uno de los obstáculos que muchos tienen para conseguir su DNI argentino es la falta de un certificado apropiado de antecedentes penales, que deben traer desde Venezuela. “Se complica conseguirlo y puede costar hasta 7 millones de bolívares; o sea, 7 sueldos: es una trama de corrupción muy grande”, dice Pensa, de ASOVEN.
A veces un migrante lo recibe firmado a mano, sin el apostillado oficial internacional, pero de ese modo aquí no sirve. Cuando la Dirección Nacional de Migraciones de Argentina lo rechaza y pide un número internacional de verificación electrónica, intima al migrante y lo envía al consulado venezolano a seguir con el trámite. Pero el consulado venezolano en Argentina no acepta ese certificado de antecedentes penales hecho a mano en Venezuela.
“Lo correcto sería que el consulado acepte ese certificado, pero no lo hace”, dice Meza, de UVENAR. “Esto pasa también en Chile y en Perú, donde los gobiernos les dieron más atribuciones a sus direcciones de Migraciones para resolver este tipo de cosas sin depender de los consulados venezolanos en esos países”. Ahora, el gobierno argentino también hace lo mismo.
Otro de los asuntos es la revalidación de los títulos profesionales para trabajar. “Muchos consiguen trabajo, no lo podemos negar, pero es precarizado o está fuera de su área: hay ingenieros químicos lavando autos”, explica Pensa.
Los que quedan en Venezuela
“El venezolano no es migrante por naturaleza; no le gusta irse para siempre”, dice Yépez. “Hay un doble objetivo en migrar: salvarse y salvar a los que quedaron allá. Por eso hay que enviar dinero todos los meses”.
Venezuela no tiene cambio directo y los bancos reciben el dinero a una taza oficial, que no es la real. Por eso la plata se manda por medios muy diversos, pero no es a través de los bancos, sino de financieras e individuos. Por cada 100 dólares, se cobran 50 de comisión. Con la diferencia en el cambio, que es abismal, hacen negocio los que transfieren: siete casas financieras en Buenos Aires que envían el dinero a Caracas. Algunas lo transfieren a Brasil y desde allí se pasa a pie por la frontera a Venezuela, donde finalmente se deposita en la cuenta del destinatario.
“No conozco un solo venezolano que no envíe todas las semanas 1.000 o 2.000 pesos”, dice Yépez. “Y las transferencias se hacen apenas se puede, porque la inflación en Venezuela crece todos los días”.