Salidas pospandemia con protocolo e inseguridades

Protocolos, inseguridades y falta de abrazos: cómo es volver a salir entre amigos y cómo podemos encontrar el equilibrio

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Las salidas sociales se hacen cada vez más frecuentes, pero no son iguales que antes. Lectores, lectoras y miembros co-responsables nos contaron cómo viven estos encuentros, que suelen ser al aire libre o en bares. Y especialistas aconsejan flexibilizar sin dejar de cuidarse, y también empatizar con los sentimientos de la otra personas.

Protocolos, inseguridades y falta de abrazos: cómo es volver a salir entre amigos y cómo podemos encontrar el equilibrio

Saludarse con los codos o los puños, amagar un abrazo y arrepentirse, compartir alcohol en gel, fotos con barbijos, mates individuales, escribir el nombre a los vasos, elegir globos para cumpleaños infantiles, “soplar las velitas” con un aplauso, llevar una lona para compartir un picnic al aire libre, cervezas en las veredas. Todas estas escenas son cada vez más frecuentes con el inicio de una nueva etapa de distanciamiento social. Con el fin del aislamiento social, preventivo y obligatorio, los encuentros entre amigos a través de Zoom parecen quedar atrás para ir retomando el contacto presencial.

Si bien los reencuentros entre amigos y familiares se hacen cada vez más frecuentes, no son iguales que antes. En este año de sobreadaptaciones, incluso cambiamos la forma de compartir tiempo con otros.

Antes de salir para juntarse con amigos, Maribel Haeusser prepara el alcohol en gel en el bolsillo. Al volver, lo primero que hace es desinfectar su ropa e ir a bañarse. Estos dos hábitos los incorporó a su rutina. “Los encuentros que tuve fueron en bares o al aire libre. Mis amigos viven a cinco cuadras a la redonda, así que no había que movilizarse mucho. No tengo miedo a los reencuentros, pero tomo precauciones”, cuenta la lectora de RED/ACCION que tiene 30 años y vive en Villa Urquiza.

Ella es contadora y trabaja bajo la modalidad de homeoffice para una empresa. Ya le confirmaron de su trabajo que no esperan volver a las oficinas al menos hasta marzo. Ella convive con su novio, pero admite que ya necesita estar en contacto con otras personas. “Está bueno cortar la rutina y despejar el día laboral, arreglando algún plan”, comenta.

Al elegir el lugar de encuentro, Maribel prefiere que sea al aire libre y que sea tranquilo. “La primera vez que volví a un bar me fijé que hubiera distancia entre las mesas”, dice.

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La psicoanalista especializada en clínica de niños, adolescentes y familia Cristina Pianovi considera que la flexibilización fue importante para la salud mental. “Las personas somos seres sociales. Nos constituimos como sujetos en el vínculo con el otro. Además, los argentinos se conectan mucho con los otros corporalmente. Hay que flexibilizar para no perderse el encuentro, pero sin dejar los cuidados", dice la especialista.

Además, Pianovi señala que en esta etapa es muy importante el respeto por la diversidad y que cada uno se sienta libre de conectar con el otro como puede y como le sale. “Seguimos en una pandemia mundial, que nos atraviesa a todos”, enfatiza.

Fue recurrente escuchar entre lectores y lectoras de RED/ACCION a quienes consultamos que, después de alguna salida social, se siente mucho cansancio. “Lo que noto es que termino agotada nivel no entiendo la vida que llevaba antes, que salía del laburo y hacía mil cosas todos los días”, comenta la periodista Guadalupe Sánchez Granel. Los nuevos rituales de cuidado, prevención y desinfección llevan también a un agotamiento mental.

Empatía y flexibilidad

No todos están igual de predispuestos a los encuentros sociales. La psicóloga y miembro de RED/ACCION Mariela Rodríguez Rech señala que es muy importante en estos momentos poder ponerse en el lugar del otro y tratar de empatizar con lo que cada uno siente. “Hay que aceptar que no todos viven igual la pandemia y hay que ir aggiornando los encuentros en función de los integrantes del grupo. Hay gente que va al café sin problemas, otros prefieren ir a lugares abiertos y hay quienes todavía no quieren reunirse. Hay que tener respeto y consideración por la posición del otro”, explica.

Respuestas de lectores que retomaron los encuentros

Romina Gómez cuenta que intenta no ver gente, y si lo hace busca espaciar los encuentros con dos semanas de por medio. La primera salida a la que acudió Gómez fue a un cumpleaños. “Éramos seis personas, que yo sabía que no habían salido en estos meses. El encuentro fue sumamente cuidado y por eso me animé a ir. Nunca nadie se sacó el barbijo. Lo levantábamos para tomar algo y enseguida lo volvíamos a bajar”, relata la publicista de 34 años, que vive en Recoleta.

Para Gómez, el momento del saludo suele ser un poco incómodo. “Yo recurro a los codos o muevo la mano de lejos. Siento que no se inicia ni se termina la interacción hasta que uno hace algo con la mano”, señala.

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Algunos lectores y lectoras comentaron que en algunos encuentros se sintieron incómodos porque se encontraban en una sintonía distinta a la de sus amigos. Tuvieron que amagar el tradicional beso en la mejilla o pedir que la cita no sea en un lugar cerrado. En esta línea, Pianovi señala que en la adolescencia es difícil poner límites al otro porque la aceptación del grupo es fundamental. “Hay miedo a ser rechazado. Por el deseo de pertenencia, muchas veces nos terminamos exponiendo de más.  Hay que aprender a decir 'no te enojes, pero quiero tener cautela'”, dice la especialista.

Gómez tiene amigos que salen más que ella, pero cuando ella participa de la salida le permiten elegir el lugar para que se sienta cómoda. “A veces uno teme quedar como pesada, pero mis amigos me entienden y cuando nos encontramos vamos a lugares al aire libre, tomando todos los recaudos”, dice.

A pesar de todos los cuidados, Gómez admite que antes o después de salir se siente angustia, se pregunta si es lo suficientemente cuidadosa y si está bien que se junte o no. “Cuando llego al encuentro me relajo porque no tuve situaciones donde mis amigos no cumplieran con los protocolos”, enfatiza.

Pianovi advierte que la culpa no es una buena consejera en esta situación. Dice: “Lo más importante es ser responsables al encontrarnos con otros. No hay que sentirse avergonzado de exagerar con los cuidados. Mas vale prevenir, exagerar y no después sentirnos culpables de lo que no hicimos”.

El gusto de quedarse en casa

Rodríguez Rech registró entre sus pacientes que algunos ya se acostumbraron a estar en casa e incluso se sienten cómodos en ese formato. “Hoy hay un resguardo en la corporalidad porque cualquiera puede trasmitir el virus. Estamos constantemente midiendo cuál es el límite, para construir grises entre la vida que teníamos en la prepandemia y la etapa de mayores restricciones”, opina la psicóloga. 

Respuestas de lectores que prefieren evitar los encuentros

En este sentido, Pianovi señala que hay personas que reconocen que no quieren volver al ritmo de vida anterior y hay otras que se excusan en la pandemia inconscientemente porque disfrutan de quedarse en casa. “En estos casos se amparan en un posible riesgo para sostener esta forma de vida. Más gente de lo que uno se imagina aprendió a convivir amorosamente con la cuarentena”, destaca.

Luciano Fabre es rosarino, tiene 33 años y señala que antes de la pandemia se sentía más obligado a salir los fines de semana. Además, una vez por semana iba a comer con amigos a un bodegón. Todavía ese ritual no lo retomó. Comenta: “Ahora no me siento obligado a juntarme. Me reuní algunas veces, pero no tan seguido".

En su primera salida, se encontró en una casa con cuatro amigos. Ese día se quedó con la sensación de que cuesta no dar un abrazo, después de tantos meses sin verse.