Las letras fueron históricamente el refugio de las mujeres. Cuando nadie las quería escuchar o cuando nadie veía su potencial, siempre había una hoja en blanco que las esperaba como un testimonio de sus pensamientos, de sus sentimientos, de su poder. Recién hace un siglo, aproximadamente, que se les dio un lugar de reconocimiento oficial dentro de la literatura. Pero, como siempre, hubo alguna pionera (olvidada, quizás): Selma Lagerlöf.
Nacida el 20 de noviembre de 1858 en Mårbacka, provincia de Värmland, Suecia, Selma creció en el seno de una familia de agricultores de clase media con una larga tradición en la región. El ambiente rural que la rodeó durante su temprana edad más tarde influenció profundamente su obra.
Durante su infancia, Selma y sus hermanas aprendieron las tareas necesarias para mantener una casa. La educación en aquel entonces era cara y casi exclusiva para las personas de alto nivel socioeconómico. Aunque siempre atraída por las historias que le contaba su abuela, formarse parecía casi una ilusión imposible.
Sin embargo, logró encontrar la manera. Según un artículo de Litteratur Banken, la futura literaria consiguió dinero prestado para pasar tres años en Estocolmo formándose para ser docente en la Escuela de Educación Superior para Maestra, una de las pocas profesiones abiertas a las mujeres en aquella época. Y, tras obtener el título en 1885, pasó diez años enseñando en una escuela secundaria para niñas en Landskrona, en el sur de Suecia.
Pero, si bien tenía pasión por la enseñanza, su destino estaba en el relato. Su primer gran éxito literario llegó en 1891 con la publicación de La leyenda de Gösta Berling mientras aún ejercía como docente. “Selma sabía cómo contar una historia sin estropearla”, comenta Vivi Edström, biógrafa reciente de Lagerlöf. “Sin embargo, su innovador lenguaje literario, muy afín al lenguaje hablado, exigía mucho trabajo y experimentación”, profundiza.
De acuerdo con una nota de Mujeres Bacanas, en este primer libro Selma usó elementos sobrenaturales para contar una historia que hacía referencias a la cultura y costumbres tradicionales suecas. Para que se lograra publicar, la autora presentó los primeros capítulos en un concurso de la revista Idun y ganó el contrato para producir el libro completo.
Cuando se tradujo al danés, la obra recibió una repercusión positiva desde una perspectiva internacional, estableciendo a Lagerlöf como una voz literaria importante y, finalmente, haciendo un espacio para su nombre en el mundo de las letras. Su voz como persona y como mujer comenzaban a tomar una relevancia inesperada e inusual para la época.
Su talento era evidente y por muchos canales le empezaron a llegar los recursos para que pudiera dedicarse plenamente a la literatura. Según un artículo del Premio Nobel, la Corona sueca y la Academia Sueca le concedieron una beca a perpetuidad para que se dedicara por completo a la literatura. Mientras, también, recibió financiamiento de la filántropa Frederika Limnell para que se enfocara en escribir. El mundo quería leer más de su pluma.
Así, en esa década escribió diferentes obras, ninguna de ellas con un éxito como la anterior, pero sí hoy reconocidas. Entre ellas, Los milagros del anticristo (1897), La leyenda de una casa solariega (1899), Las reinas de Kungahälla (1899), entre otros. Su próxima notoriedad llegaría con la publicación de la novela de dos volúmenes Jerusalém, en el año 1902.
Esta última obra, relata la historia de las comunidades migratorias suecas hacia la tierra santa. Helena Forsås-Scott, profesora de la Universidad de Edimburgo especializada en literatura sueca del siglo XX, explica que el estilo de esta historia se inspira en las sagas islandesas pero con un gran enfoque en la emigración. Fue, sin saberlo, una obra que la acercó al reconocimiento del Nobel.
En esos años, le encargaron que escribiera un libro que pudiese utilizarse como material en los colegios y en la enseñanza. Tardó más de cinco años en crear lo que se conoce como su “obra maestra”. El maravilloso viaje de Nils Holgersson, publicado en dos tomos entre 1906 y 1907, cuenta la geografía, la economía, la historia y la cultura de las provincias suecas a través del viaje de un niño que recorre el país en un ganso.
La escritora dudo seriamente de que esta obra tuviera éxito y pensó que no encontraría a sus lectores. No tardó en hacerlo. Este fue su éxito internacional más reconocido y se considera una obra compleja e innovadora. Algo así como El Principito: dentro de lo infantil desata lo adulto.
“Selma Lagerlöf cumplió con creces el propósito que le había sido encomendado y superó todas las expectativas al combinar lo real con lo imaginario y lo mítico con lo mundano para mostrar las verdades humanas. Pese a estar protagonizado por un niño acompañado por animales con los que interacciona de igual a igual, no debemos considerarlo una lectura exclusivamente infantil”, explica para Revista Babar Àngels S. Amorós, autora literaria.
En 1909, su contribución fue reconocida con el Premio Nobel de Literatura, otorgado por la Academia Sueca por "el idealismo lóbrego, la vívida imaginación y la percepción espiritual que caracterizan sus escritos". Este premio no solo fue un hito en su carrera, sino que también marcó un momento significativo en la historia de la literatura, al ser la primera vez que se otorgaba a una mujer, destacando su papel pionero y su influencia en la apertura de caminos para las escritoras.
Sin embargo, su nominación tuvo oposición. Carl David af Wirsén, secretario de la Academia Sueca durante 29 años, intentó sabotear su reconocimiento en varias ocasiones, según recuerda Elizabeth Lagerlöf, nieta de la autora, en El País. Para él, los premios Nobel solo debían recompensar a los hombres y, además, no era fanático de la literatura moderna.
En su discurso de agradecimiento no dudó en nombrar a su difunto padre y las ganas que tendría de compartir este premio con él, quien estaría muy orgulloso. Selma comentó que nunca había conocido a alguien que tuviera el mismo amor y respeto por las palabras escritas y por sus creadores. “Fue una pena profunda que no poder contárselo”, se lamentó.
Además de ser una reconocida literaria, Selma usó su voz para contribuir al movimiento feminista. Luchó por el voto fememinio y también fue la primera mujer admitida en la Academia Sueca en 1914. “La mujer, con el hombre a su lado, ha creado el hogar ideal; ahora es tiempo de que las mujeres cooperen con los hombres y juntos puedan crear el Estado ideal”, expresó la autora de acuerdo con La Vanguardia.
Antes de su muerte el 16 de marzo de 1940, intentó ayudar a poetas y literarios que estaban bajo la ocupación nazi a emigrar y huir del exterminio sistemático que se desarrollaba. Según cuenta El País, Nelly Sachs, la luego conocida escritora ganadora también del Premio Nobel, logró huir de Berlín gracias a la gestión de Selma. Llegó a Estocolmo, pero nunca se conoció con Lagerlöf.
Hoy en día, la vida de Selma Lagerlöf se celebra como una de las figuras literarias más trascendentales del siglo XX. Su admiración por las palabras, heredada de su padre, estableció en ella un profundo respeto por la narrativa como medio de expresión y cambio. De manera inadvertida, no solo escribió historias; ella misma se convirtió en parte de la historia a través de sus palabras y sus actos.