El 11 de noviembre de 1951 fue el primer día en que la mujer pudo ejercer su voto de manera legal en Argentina. Ese día, todas las inscriptas en el padrón salieron a hacerle honor a su derecho civil. Pero, 40 años antes de que esta obligación civil sea avalada por la constitución, hubo una mujer que se adelantó y se presentó a votar. Y lo logró.
Julieta Lantieri nació el 22 de marzo de 1873 en Cúneo, Italia. Vivió seis años en su país natal hasta que, como muchas, su familia decidió emigrar a la Argentina en búsqueda de prosperidad. Su padre, que pertenecía a la clase media-alta italiana, trabajó de rentista, lo que les permitió un buen pasar económico y una vida con más comodidades.
Desde pequeña, Julieta ya hacía historia. Si bien en la época no era necesario que las mujeres asistieran al colegio, fue la primera que pudo ingresar y recibirse de bachiller en el Colegio Nacional de La Plata, que, hasta el momento, era una institución exclusiva para varones.
Fue en 1889 cuando Cecilia Grierson logró consagrarse como la primera médica Argentina, lo que sentó una huella sin precedentes y abrió un camino profesional para las mujeres. Julieta, cautivada por el área de la salud, continuó ese legado. En marzo de 1896 solicitó al decano de la Facultad de Medicina, Leopoldo Montes de Oca, el ingreso a la carrera. Su matrícula le fue concedida en apenas dos días.
Era evidente que la lucha de Grierson no fue en vano. En dos años, Julieta se graduó como farmacéutica y luego como médica, en 1907, con su tesis doctoral titulada Contribución al estudio del deciduoma maligno. Con esto, logró, nuevamente, escribir sobre la historia: se ubicó entre las primeras cinco graduadas en esta carrera y, en efecto, la primera italiana en obtener este título en Argentina.
Dentro de la medicina, Julieta se especializó en la obstetricia. De hecho, sus prácticas universitarias las hizo en la Escuela de Parteras. Luego de recibirse, dedicó diez años de su carrera a ocupar el puesto de médica en la Asistencia Pública. Se dio cuenta, en su paso por los diferentes pacientes, que esta profesión requeriría, por siempre, de todo su sudor y su pasión.
“Bajo ningún concepto debe el médico olvidarse de la misión humanitaria que se ha impuesto y no solo dedicarle todos sus anhelos y todos sus esfuerzos, sino que también tiene el ineludible deber de mantenerse al corriente de todos los adelantos y de todas las innovaciones habidas en el tiempo transcurrido desde la terminación de sus estudios universitarios”, reflexionaba Lantieri sobre su profesión de acuerdo con un artículo El Historiador.
A la par de la medicina, donde ella definitivamente luchaba por su lugar (y el de todas las mujeres) Julieta encontró en la política un espacio para materializar sus anhelos feministas. En 1904 fundó junto con Grierson la Asociación Universitaria Argentina, cuyo objetivo era velar por el acceso educativo de las mujeres tanto en la universidad como en la práctica profesional.
Desde este comienzo, el límite era el cielo. Según informa Mujeres con ciencia, en 1906 asistió al primer Congreso Internacional de Librepensamiento realizado en Buenos Aires en donde expuso y habló sobre tres temas principales: igualdad de género, igualdad política y divorcio. A partir de ese día, se sumó al Centro Socialista feminista, la primera organización que luchó explícitamente por los derechos de las mujeres en Argentina, fundada e impulsada por la también médica y política Alicia Moreau.
Se volvería una figura clave en relación a los derechos de las mujeres. Fundó la Liga Argentina de Mujeres Librepensadoras y el Partido Feminista Nacional. Además, en 1910 se desarrolló en Buenos Aires la celebración de un encuentro feminista e internacional conocido como el Primer Congreso Femenino Internacional, impulsado por Julieta.
En él, se volvieron a discutir varios temas pero la entonces médica profesional, sorprendió con una ponencia sobre la prostitución que generó polémica. En ella denunció que había una “falta de previsión y de amor que muestran las leyes y las costumbres” y que “si este mal existe es porque los gobiernos no se preocupan por extirparlo, y puede decirse que lo explotan desde que lo reglamentan y sacan impuestos de él”.
Así, en esos años, de acuerdo con un artículo de la Secretaría de Cultura de la Nación, Lantieri organizó también el “Primer Congreso del Niño” a nivel mundial, la “Liga Pro derechos de la Mujer” y la “Liga por los Derechos del Niño”, además de participar en la “Liga contra la trata de blancas”.
Mientras que su voz política tomaba importancia, en 1909 se presentó para ocupar el cargo de adscripta a la cátedra de enfermedades mentales. Sin embargo la Facultad de Medicina rechazó su solicitud por condición de inmigrante. Lantieri sabía que ningún obstáculo era lo suficientemente importante para detenerla e inició los trámites de nacionalización que logró concretar en 1911.
Ya argentina, Julieta hizo una presentación judicial en la que reclamaba que se le reconocieran plenos derechos como ciudadana, incluidos los políticos. Inesperadamente, el fallo resultó favorable.
“Como juez tengo el deber de declarar que su derecho a la ciudadanía está consagrado por la Constitución y, en consecuencia, que la mujer goza en principio de los mismos derechos políticos que las leyes, que reglamentan su ejercicio, acuerdan a los ciudadanos varones, con las únicas restricciones que, expresamente, determinen dichas leyes, porque ningún habitante está privado de lo que ellas no prohíben”, decía el documento de acuerdo con El Historiador.
En las elecciones de 1911, que se llevaron a cabo el 26 de noviembre, Julieta fue la primera mujer incorporada en un padrón electoral argentino y, así, la primera mujer sudamericana en ejercer el voto. Al poner esa boleta, en otra ocasión de su vida, quedó distinguida por la historia.
Desafortunadamente, al año siguiente, en 1912, el Concejo Deliberante de Buenos Aires publicó una ordenanza que especificaba que el empadronamiento debía basarse en el registro del servicio militar, restringido a los ciudadanos varones y, en consecuencia, excluir a las mujeres. Solo recién en 1948 las mujeres volverían a ejercer su derecho a votar en elecciones.
Su camino igual no terminaría con una ordenanza redactada por un hombre, eso estaba claro. En 1919, se presentó como candidata a diputada del Partido Feminista Nacional. Su propuesta electoral incluía licencia por maternidad, subsidio estatal por hijo, protección a los huérfanos, abolición de la prostitución reglamentada, salario igualitario entre otras cuestiones relacionadas a la mujer. Obtuvo 1.730 votos, de los cuales todos, por supuesto, eran hombres. Un logro a destacar.
Su muerte fue remota y desafortunada. En febrero de 1932, caminando por Microcentro un auto la atropelló y la médica murió a los dos días del impacto con tan solo 59 años. El conductor era David Klappenbach, un afiliado de la legión cívica (partido único durante el gobierno de facto). Si bien la policía ha archivado al hecho como un accidente, se definió popularmente con un asesinato premeditado.
“Arden fogatas de emancipación femenina, venciendo rancios prejuicios y dejando de implorar sus derechos. Éstos no se mendigan, se conquistan”, expresó Lanteri. Aunque la vida la arrebató de este mundo aun con mucho por hacer, fue su legado lo que impulsó a materializar muchas de sus causas. Aunque Julieta no está, su historia, sí.