El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Una fecha para remarcar la importancia de nuestros derechos adquiridos y los que faltan por conquistar u ajustar. Entonces, es también un día para hacerle memoria a todas aquellas que lucharon para que estos avances se materialicen y las que, en las sombras de una sociedad que las marginaba, pisaron fuerte y gritaron alto: "Acá estamos".
Julieta Lantieri, la primera mujer en votar en la Argentina
Julieta Lantieri nació el 22 de marzo de 1873 en Cúneo, Italia. Vivió seis años en su país natal hasta que, como muchas, su familia decidió emigrar a la Argentina en búsqueda de prosperidad. Desde pequeña, Julieta ya hacía historia. Si bien en la época no era necesario que las mujeres asistieran a la escuela, fue la primera que pudo ingresar y recibirse de bachiller en el Colegio Nacional de La Plata, que, hasta el momento, era una institución exclusiva para varones.
Julieta se graduó como farmacéutica y luego como médica, en 1907, con su tesis doctoral titulada Contribución al estudio del deciduoma maligno. Así se convirtió en una de las primeras mujeres en obtener este título universitario. Sin embargo, a la par de la medicina, donde ella definitivamente luchaba por su lugar (y el de todas las mujeres) encontró en la política un espacio para materializar sus anhelos feministas.
La entonces médica hizo una presentación judicial en la que reclamaba que se le reconocieran plenos derechos como ciudadana, incluidos los políticos. Inesperadamente, el fallo resultó favorable. En las elecciones de 1911, que se llevaron a cabo el 26 de noviembre, Julieta fue la primera mujer incorporada en un padrón electoral argentino y, así, la primera mujer sudamericana en ejercer el voto. Al poner esa boleta quedó distinguida por la historia.
Petrona Rosende, la primera periodista del Río de la Plata
Nació en Montevideo, Uruguay, en 1787. Creció en esa capital, donde se casó en 1812 con José Agustín Sierra. Sin embargo, la necesidad del exilio político la llevó a mudarse de su país natal a Buenos Aires en la década de 1820. Según recuerda un artículo de La Nación, Petrona decidió dedicarse al periodismo con el fin de luchar por los derechos de las mujeres, ya que en aquella época apenas un poco más de la mitad de las mujeres sabían leer y escribir.
Con 43 años y ya nacionalizada argentina, el 12 de noviembre de 1830 creó el periódico La Aljaba. Bajo el lema “Nos libraremos de la injusticia de los demás hombres solamente cuando no existamos entre ellos” y con el objetivo de defender la formación educativa de las mujeres, este diario, escrito solamente por ella, contó con 18 ejemplares y es considerado el primer diario feminista de la historia de Sudamérica. Hasta entonces, ninguna mujer había estado al mando de la edición y dirección de un diario.
En una de sus ediciones, Petrona, para referirse a las mujeres y la educación, manifestó: “El hombre civilizado (…) no se cree él solo capaz de progresar en las ciencias, o en las artes; no duda del talento de las mujeres, sabe que ese talento asociado al continuo estudio hace los mismos efectos, y tiene los mismos resultados, porque no hay superioridad en uno ni inferioridad en otro, como creen los que se oponen a la instrucción del sexo [femenino]”.
María Angélica Barreda, la primera abogada de la Argentina
Nació el 15 de mayo de 1877 en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires. Cursó sus estudios secundarios en la Escuela Normal Nacional N°1 , dirigida por Mary O´Graham, una profesora de Boston que vino en la época de Sarmiento. Para ella, su camino estaba claro: rodeada de libros y lejos de tareas domésticas.
Al terminar el colegio, en vez de resguardarse en la casa, optó por estudiar Derecho. Aunque con mucha resistencia social, se inscribió en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata. En 1909 obtuvo el diploma como abogada a sus 22 años. Algo que para ella significó un gran paso; a su vez y sin saberlo también fue un gran paso en materia de educación para las mujeres.
Al graduarse, le negaron la matrícula en la provincia de Buenos Aires. Entonces, la Dra. Barreda presentó un escrito ante la Suprema Corte, la máxima autoridad judicial de la provincia, que contaba con 18 fojas que explicaban la razón por la cual sí merecía la matrícula al igual que todos sus colegas hombres.
“Algunas personas […] piensan que conferir el diploma de abogado a la mujer no significa crear la mujer abogado sino la mujer hombre, absurdo ante el cual se detienen como ante un sacrilegio demoledor”, concluyó la abogada en su escrito. “[...] Entre nosotros, la mujer ha triunfado en las otras profesiones y continuará conquistando palmo a palmo la regla igualitaria que persigue la justicia”, terminó con fuerza.
Luego de sus palabras, la Corte Suprema no pareció tener otra opción. O, más bien, una razón lógica para volver a denegar la matrícula. Según informó un artículo del Ministerio de Justicia, con un fallo dividido Barreda obtuvo el permiso que reclamaba. Así, hizo historia: fue la primera abogada matriculada en la historia de Argentina.
María Remedios del Valle, la mujer que estuvo en las filas del Ejército por la independencia argentina
Afrodescendiente, Remedios nació en 1766 en Buenos Aires, la entonces capital del Virreinato del Río de la Plata. Argentina era aún una colonia española bajo el mandato de la monarquía que vivía del otro lado del Atlántico. Durante la segunda invasión inglesa en 1807, formó parte del cuerpo de enfermeras que auxiliaba a quienes defendieron la actual Ciudad de Buenos Aires durante el conflicto bélico.
También, acompañó a su marido y a sus dos hijos, convocados oficialmente, a la Expedición del Alto Perú, una serie de campañas militares llevadas a cabo por las fuerzas revolucionarias del Río de la Plata durante las guerras de independencia hispanoamericanas. En esta primera instancia, Remedios se limitó a curar y a alimentar a los soldados heridos.
A la par de la enfermería, se sumó a las filas de combate. Sus familiares murieron en batalle pero esas pérdidas las motivaron a seguir en batalla para honrar su memoria. Puso el cuerpo en las contiendas de Tucumán y Salta, que serían solo el principio de muchas otras batallas en las que estaría presente.
Su valentía, coraje y compromiso llamaban la atención en las filas y, en efecto, el reconocido Manuel Belgrano la nombró Capitana de su ejército, superando a muchos hombres que estaban allí. Participó así también en las trágicas batallas de Ayohuma y Vilcapugio en donde fueron derrotados y además recibió heridas de bala y sable que la dejaron en un estado crítico. Mas le ganó a la muerte.
En 1813, fue tomada como prisionera por los españoles, quienes la torturaron y abusaron de ella durante nueves días. Estas se sumaron a la lista de cicatrices que portó con ella toda su vida. Cuando logró escapar, se incorporó a las fuerzas de Martín Miguel de Güemes y Juan Antonio Álvarez de Arenales para así cumplir nuevamente su función tanto de enfermera como de combatiente en el campo.