Este contenido contó con la participación de lectores y lectoras de RED/ACCIÓN
Desde que comenzó el aislamiento obligatorio Rocío Poncetta tuvo que recurrir a la ayuda de su mamá y sus abuelos para poder pagar el alquiler y los servicios. Vive con un amigo y ahora están desempleados. Antes del 20 de marzo, los dos trabajaban en la hamburguesería del padre de un amigo.
“El local venía mal, pero con la cuarentena se paró. La hamburguesería está abierta, pero no vende casi nada. Con una sola persona, alcanza”, dice la joven de 26 años de Bahía Blanca. Y agrega: “Tuvimos que sincerarnos con los familiares y decirles que no nos alcanzaba la plata. Mi abuela me regaló $ 3000 y mi mamá también. Los hermanos de mi amigo nos ayudaron a pagar los impuestos. Justo se nos rompió la batería de la camioneta y mi abuelo nos dio plata para arreglarla. En marzo, el dueño del departamento nos descontó $3000, pero los tres meses siguientes tuvimos que devolver de a $ 1000 por mes”.
Por la cuarentena y la crisis laboral que generó, ¿perdimos ingresos? ¿Nos endeudamos? Se lo preguntamos a nuestros lectores en Instagram y 938 seguidores nos contaron su experiencia.
¿Qué dijeron? 6 de cada 10 aseguraron que perdieron ingresos: les bajaron el sueldo, tuvieron menos clientes o directamente no pudieron prestar sus servicios. Y varios lectores nos contaron detalles de cómo se endeudaron.
Como Rocío, muchos recurrieron a pedir dinero prestado a familiares y amigos. Otros dejaron de pagar servicios, impuestos y cuotas de tarjeta de crédito. En algunos casos, no pudieron sostener el alquiler, la cuota de la facultad o el colegio. Muchos recurrieron al Estado por primera vez para pedir asistencia económica.
Rocío recibió el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), un bono de $10.000 para trabajadores informales y monotributistas de las primeras categorías. Recién pudo cobrarlo hace dos semanas porque no tenía cuenta bancaria. Además, para generar un poco más de ingresos empezó a cocinar desde su casa. “Hacemos sorrentinos, empanadas, pan casero, berenjenas al escabeche, pastel de papa, canelones, locro. Voy armando distintas viandas. Con eso nos sustentamos en el día a día”, comenta.
Ella está cursando su último año en la carrera de chef y también las cuotas se le amontonan. “Se me hace difícil pagar $ 5000 por mes en este momento. Estamos muy ajustados”, agrega.
Casi 9 de cada 10 argentinos tiene alguna deuda
En mayo un informe del Centro De Economía Regional y Experimental reveló que el 87 % de las familias argentinas tenían alguna deuda. El estudio se hizo en base a una encuesta a 6000 hogares. Y en la mitad de ellos dijeron que ese endeudamiento surgió como consecuencia de la pandemia.
Hay un dato muy significativo: la deuda que más creció es la no bancaria. En promedio, esa deuda, la que no tiene que ver con los bancos, era en mayo de $ 52 mil en promedio. Veamos con quiénes están endeudados, según el estudio:
- Lo más frecuente fueron atrasos en impuestos: inmobiliario, patentes y otras contribuciones nacionales.
- En 7 de cada 10 hogares acumulaban deudas por servicios como luz, gas, agua, teléfono, cable o internet.
- El tercer endeudamiento de peso fue con familiares y amigos, a quienes recurrieron para subsistir.
- También creció el fiado en comercios y prestadores de servicios: se generaron deudas con farmacias, almacenes, contadores y servicios profesionales en general.
De acuerdo con Belén Gómez, directora del Centro De Economía Regional y Experimental, la deuda no bancaria crece porque es un dinero más fácil de acceder. “La gente se está endeudando para algo cotidiano, para consumos corrientes, para vivir. En este tipo de prestamos no hay reglas claras porque es un acuerdo entre partes”, enfatiza.
Las perspectiva para junio es que la deuda se siga incrementando. Se estima que recién comenzará a ceder a partir de agosto. “Posiblemente no sigan creciendo los prestamos familiares porque la gente no va a tener más ahorros para prestar. Los comercios tampoco van a poder seguir fiando. Mayormente se van a arrastrar deudas como impuestos, servicios, alquiler, cuotas de colegio, entre otros”, explica Gómez.
Lo que no creció significativamente, según el mismo estudio, fue el stock de deuda bancaria, en parte porque se dejaron de pedir préstamos personales y porque las tarjetas de crédito comenzaron a recibir la acreditación de créditos a tasa cero, que se usaron para cubrir los mismos pagos. De todas formas, la deuda bancaria de las familias según los datos del Banco Central a fines de abril era en promedio de $ 145 mil por familia, entre créditos hipotecarios, prendarios y personales.
Si bien la ayuda del Estado compensó un poco la situación, se usaron mayormente para cubrir gastos corrientes. Lo mismo con los ingresos proveniente de la flexibilización de actividades.
“La gente recibió la ayuda del Estado, pero no alcanzó para pagar los mismos servicios que el Estado le provee. Es un círculo vicioso que es difícil de mantener”, aclara Gómez. Un punto favorable es que se redujo de 12,5% en abril a 4,1% en mayo el porcentaje de hogares sin ingresos.
Pidió el subsidio y plata a un amigo
Mariano (nombre ficticio a pedido del entrevistado) vive en Salta y, con sus padres y hermano, tiene una empresa de alquiler de juegos para fiestas infantiles. Ellos tienen peloteros, toros mecánicos y juegos de realidad virtual. “Previo a la cuarentena, la crisis estaba pegando, pero ahora se agravó. De vivir cómodamente, pasamos a no tener ingresos porque no estamos habilitados para trabajar”, explica el joven de 27 años.
La semana pasada, Mariano y su hermano pudieron cobrar el IFE. La demora tuvo que ver con que no estaban bancarizados. Cuando él tenía 15 años, durante un año, recibió la Asignación Universal por hijo, porque su mamá se había quedado sin empleo. Así que esta es la segunda vez que recibe ayuda del Estado.
En estos meses, tanto su padres como su hermano y él estuvieron haciendo algunos trabajos de costura. “Tenemos las máquinas porque las usamos para los peloteros. Para cubrir algunos gastos diarios hicimos barbijos, bolsos para medicamentos e indumentaria para un supermercado. Esto nos alcanzó para gastos cotidianos, para comer, pero servicios todavía no pudimos pagar. Ahora, lo vamos a pagar con el IFE”, dice.
Un amigo de Mariano que trabaja en relación de dependencia y que no sufrió reducción de sueldo, le ofreció prestarle $ 5000. Así pudo cubrir algunos gastos.
“Antes de la cuarentena, no teníamos problemas económicos, pero tampoco teníamos capacidad de ahorro. Algunos días estuvimos estresados y preocupados, pero tratamos de bajar la angustia porque no es algo que podamos resolver en lo inmediato”, dice.
Mariano estudia economía social y es voluntario de una organización. “Trabajo mucho en barrios populares y veo que hay personas que están enfrentando esta crisis en peores condiciones. A mi familia le tocó vivir situaciones económicas difíciles, pero siempre salimos adelante. Esta es una más de esas veces”, reflexiona.
A Sofia D'Esposito le tocó prestarle plata a su papá. Tiene 20 años, estudia comunicación social en la Universidad de Buenos Aires y trabaja part time en American Express.
“Mi papá tiene una peluquería en Bernal hace 30 años. En todos estos meses no pudo trabajar y no pudo generar ingresos para pagar las expensas y los servicios. Yo vivo con él y con mi hermana, que tiene 19 años y estudia actuación. Soy la única que tiene ingresos en la casa y le di todo mi sueldo a mi papá para que podamos cubrir gastos”, cuenta D'Esposito, que vive en Ciudad de Buenos Aires.
Hace ocho meses, Sofia empezó a trabajar para la institución financiera. Cuando se decretó el aislamiento, le enviaron una notebook y así pudo continuar con su rutina desde su casa. “Estos días estuve trabajando más horas porque me propusieron hacer un soporte para otro equipo de la empresa. Como la facultad no me está dando tantas cosas para hacer, pude organizarme para trabajar ocho horas. Este mes cobraría más. Con mi sueldo no llegábamos a cubrir todos los gastos de la casa”, dice Sofia.
La familia D'Esposito cuenta con ahorros, pero tratan de no tocarlos tanto. También, usan la tarjeta de crédito. Prestamos bancarios no se animaron a pedir para no endeudarse más. “Trato de ser positiva y agradecer porque en relación a otras personas calculo que somos afortunados. Estos días los vivimos con mucha incertidumbre”, enfatiza.
El papá de Sofía intentó aplicar a distintos tipos de ayuda del Estado, a través de su contadora, pero todas le fueron rechazadas. Le negaron el crédito a tasa cero por $150.000 y tampoco le otorgaron la ayuda para pagarle el sueldo a los empleados. En la peluquería trabajan cinco personas.
Sofia reflexiona: “Hace como un mes y medio que mi papá viene comprando las máscaras y viendo como preparar el local para abrir, pero todavía no fue posible. A las pymes no le están dando el soporte necesario para que puedan sostener el aislamiento. Da impotencia y desgasta mucho”.