¿Alguna vez imaginaste que la Luna o una mancha en la pared podría tener la forma de un rostro? Si te pasó algo similar, no es necesario que te preocupes por tu salud mental. De hecho, a ese tipo de percepciones las tiene todo el mundo y se llama pareidolia.
La palabra proviene del griego eidolon (imagen, figura, aparición) y el prefijo para (parecido a, junto a). Es decir, define a la capacidad que tiene el cerebro humano de percibir rostros en objetos inanimados para descifrar el entorno y facilitar la interacción social.
En otras palabras, cuando vemos objetos, imágenes, videos u otras personas, el cerebro busca reconocer automáticamente distintos patrones significativos como caras y cuerpos. Esto se debe a que el sistema cognitivo, que se halla en la corteza cerebral temporal inferior, se activa ante determinados estímulos para buscar una asimilación familiar.
Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW) y publicado en la revista Psychological Science, los seres humanos procesamos caras “falsas” con la misma frecuencia y facilidad que lo hacemos al ver rostros reales.
Colin Palmer, profesor de la Facultad de Psicología de la UNSW y autor del estudio, señala: “Una característica sorprendente de estos objetos es que no solo parecen caras, sino que incluso pueden transmitir un sentido de personalidad o significado social. Por ejemplo, las ventanas de una casa pueden parecer dos ojos mirándote”.
Por otro lado, Palmer precisó que la razón principal por la que vemos rostros es por la familiarización que tenemos con la distribución de los ojos, la nariz y la boca.
Sin embargo, el cerebro necesita ir más allá de la relación objeto-forma, es decir, requiere “reconocer quién es esa persona y leer la información de su rostro, como por ejemplo si nos presta atención, está feliz o molesto”, agregó el autor.
Asimismo, Palmer indicó que esta condición del cerebro se explica evolutivamente cuando nuestros ancestros tenían que detectar rostros ante la amenaza de un depredador. Con el tiempo pasó a tener la función de facilitar la interacción social y la adaptación al entorno.
“Pensamos que la pareidolia facial es una especie de ilusión visual. Sabemos que el objeto en realidad no tiene mente, pero no podemos evitar verlo con características mentales como una 'dirección de la mirada' debido a mecanismos en nuestro sistema visual que se activan cuando detectan un objeto con características básicas similares a caras”, concluyó el autor.