Por qué somos responsables de que se quemen el doble de bosques y pastizales que en 2015- RED/ACCIÓN

Por qué somos responsables de que se quemen el doble de bosques y pastizales que en 2015

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA
Por qué somos responsables de que se quemen el doble de bosques y pastizales que en 2015

Intervención: Pablo Domrose

El fuego arrasó el año pasado con 1.400.000 hectáreas de bosques y pastizales del país. Consumió pasturas, montes achaparrados y montañas cubiertas de cipreses. Exterminó nidos de aves y calcinó miles de animales. Redujo a carbón la vida de un área equivalente a 69 veces la Ciudad de Buenos Aires o dos tercios de la provincia de Tucumán. Pero el fuego no es el protagonista de esta historia: la sociedad, consciente o no, es la principal responsable de que esta tragedia ambiental ocurra y se haya agravado en los últimos tres años.

Solo en un verano ardió el 10% de La Pampa. Fue entre diciembre de 2016 y enero de 2017. En esa temporada se quemaron 1.100.000 hectáreas de arbustales y bosques de caldén, el árbol símbolo de La Pampa. ¿Qué pasó? Una seguidilla de tormentas eléctricas secas, sin lluvias, encendieron pastos y ramas extremadamente secas. Fue el incendio más grande de los últimos años.

Foto: Gobierno de La Pampa

Hasta ahí todo parece muy natural, pero en verdad no lo es. “El clima cambia y aumentan los incendios”, advierte Lisandro Ranocchia, subsecretario de Protección Ciudadana de La Pampa. El clima cambia esencialmente por el calentamiento global provocado por los gases de efecto invernadero. En la Argentina, la temperatura subió entre 0,5 °C y 1 °C en los últimos 50 años.

En La Pampa lo tienen estudiado. Los inviernos son cada vez más lluviosos y hacen que la vegetación sea más abundante. Pero le siguen veranos secos, con altas temperaturas y tormentas eléctricas que encienden focos que el viento se encarga de hacer crecer. “Llegamos a tener ocho incendio por día”, remarca Ranocchi.

Los efectos del cambio climático y la imprudencia de las personas (lo veremos más adelante) explican una estadística preocupante: en 2016, 2017 y 2018 se quemaron más del doble de hectáreas que el promedio anual desde 2005.

Fuente: Secretaría de Ambiente de la Nación

Sólo 3 de cada 100 incendios son por causas naturales

“Los eventos climáticos extremos tienden a ser cada vez más extremos y más marcados”, advierte la meteoróloga María del Carmen Dentoni, a cargo de la Coordinación de Análisis de Riesgo Ambiental de la Secretaría de Cambio Climático de la Nación. Como especialista en evaluación de peligro de incendios, Dentoni tiene su oficina en Esquel, en Chubut, otra de las provincias más castigadas por los incendios.

“En la Patagonia, la causa humana de los incendios es muy alta. Y aún más en la zona cordillerana, que es una región húmeda y un rayo difícilmente pueda provocar un foco de incendio”, analiza Dentoni, que desde Esquel recopila la información que le envían las provincias sobre incendios, superficie afectada y causa, un dato que también ayuda a entender por qué somos nosotros grandes responsables: sólo en el 3,3% de los incendios ocurridos entre 2009 y 2016 pudo establecerse que la causa fue “natural”.

El origen específico de cada incendio es difícil de determinar. Principalmente porque ocurren en sitios generalmente aislados y sobre una gran superficie. Eso explica Emilio Renda, secretario de Protección Civil de la Nación. Es el máximo responsable del combate de los incendios en el país, que se da desde el Plan Nacional de Manejo del Fuego, que en a mediados 2017 pasó del entonces Ministerio de Ambiente al Ministerio de Seguridad.

De un fuego mal apagado a la chispa de un tren

Renda reconoce que no siempre se logra determinar la causa pero arriesga un porcentaje desde su experiencia y rol: “En el 90% de los casos el foco de incendio lo causa el hombre, de manera intencional o accidental”.

Entre los intencionales, está la quema de sus campos que hacen los productores para renovar la pastura y que muchas veces no pueden controlar. Esa quema puede ser ilegal o legal, como ocurre en La Pampa, que tiene una reglamentación específica que establece que las quemas se deben realizar sólo entre abril y septiembre.

Las causas accidentales son de todo tipo: un fuego mal apagado, la colilla de un cigarrillo, una chispa de un caño de escape o la fricción de las ruedas de un tren con el andén.

Foto: Gobierno de Tierra del Fuego

“Pero lo que está más que claro es que más allá del origen, el cambio climático no está ayudando a evitar incendios sino todo lo contrario”, considera Hernán Giardini, coordinador de la campaña de bosques de Greenpeace y lo grafica al señalar que el verano en la Patagonia es cada vez más seco y registra temperaturas muy altas. En otras palabras, esa temperatura y la vegetación seca son un ámbito propicio para que cualquier foco se convierta en un un incendio de dimensiones difícil de controlar.

Gardini expone que en las últimas cuatro temporadas hubo inundaciones en el norte e incendios en el sur del país. Este año, por ejemplo, se inundó el Litoral, y hubo incendios en la Patagonia, uno de los más complejos en Epuyén, Chubut, donde se quemaron casi 2000 hectáreas de pinos y matorrales. El inicio del incendio, como primera hipótesis, es un cortocircuito en un tendido de la red eléctrica.

Querés saber más sobre las inundaciones en el país

Después del fuego, el riesgo de inundaciones

Los incendios forestales arrasan con todo. Convierten en cenizas la vegetación y la infraestructura de los campos, como postes y alambrados. Y tiene consecuencias que potencian el mismo problema y agregan nuevos: “Cuando se quema un bosque se contribuye al cambio climáticos con más gases de efecto invernadero. Además, favorece las inundaciones porque esa superficie pierde capacidad de absorción de agua. Y ni hablar de la pérdida de biodiversidad”, advierte Giardini.

Cuando en 2017 se quemó el 10% de La Pampa, los productores bonaerenses de Carmen de Patagones recibieron cientos o miles de jabalíes que escaparon del fuego. Muchas especies no tienen esa posibilidad. “Los incendios en los pastizales de Corrientes tienen una particularidad: arrasan con nidos de aves migratorias, como la corbatita, que está en riesgo de extinción”, ejemplifica Hernán Casañas, director de Aves Argentinas.

Hasta hace seis años, en Tierra del Fuego no había una unidad provincial de manejo del fuego. Pero algo cambió: el clima y la llegada de turistas y nuevos pobladores. Así llegaron los incendios. En 2012, un fogón mal apagado por unos acampantes desencadenó un incendio que consumió 2500 hectáreas en bahía El Torito, a 30 kilómetros de Ushuaia.

“Los incendios pasaron a ser nuestro principal riesgo ambiental entre octubre y mayo de cada año. Lo que ocurre es que tenemos veranos cada vez más calurosos, con medias de 12 a 15 grados en enero, y sequías. El suelo está seco hasta los 10 centímetros de profundidad”, expone Mauro Pérez Toscani, secretario provincial de Ambiente, Desarrollo Sostenible y Cambio Climático.

Un ejemplo muy actual que ayuda a exponer la sequía: hace dos semanas la ciudad fueguina de Río Grande fue invadida por una nube de polvo que los fuertes vientos arrastraron desde las lagunas de la zona, que están secas.

Cuál es la estructura que hay para combatir el fuego

El Plan Nacional de Manejo del Fuego cuenta con 24 aviones hidrantes, todos contratados a empresas privadas. Además, suma siete helicópteros, cuatro privados y tres del Ejército. Mientras que tiene 270 vehículos, entre autobombas, de transporte y 4x4, desplegados en cuarteles y comisarías de todo el país que cuentan con brigadas contra incendios.

En Greenpeace y Aves Argentinas coinciden en que el sistema debería tener mayor infraestructura. En abril, el Gobierno debe llamar a licitación para contratar los aviones para los próximos dos años. Sin embargo, a priori, no habría un incremento de recursos: “Nos manejaremos con este estándar. Y si llegaran a ocurrir incendios excepcionales, lógicamente se podrán hacer contrataciones extraordinarias”, asegura Emilio Renda, secretario nacional de Protección Civil.

De todos modos, los planes para este año del Plan Nacional de Manejo del Fuego no son auspiciosas. Las metas transparentadas en la ley de presupuesto exponen que de 8300 horas de vuelo contratadas en 2018 se pasó a 7200.

Foto: Ministerio de Seguridad de la Nación

La restauración es por ahora un camino incipiente  

Cuando el fuego se apaga y se dimensionan los destrozos, lo ideal es iniciar una restauración. Sin embargo, en la mayoría de los casos, eso no pasa.

De todos modos, el año pasado se incluyó dentro del Plan Nacional de Restauración de Bosques Nativos la posibilidad de que instituciones, ONG o asociación de productores puedan aplicar a fondos destinados a recuperar bosques quemados. “Ocho proyectos ingresaron al plan. Están en Chubut, Río Negro, Tierra del Fuego, Jujuy y San Luis”, enumera Juan Pedro Cano, director nacional de Bosques.  

Pero por ahora, el problema es la finitud: entre todos conseguirán restaurar 471 hectáreas.

Foto: Silvestre Seré / Amigos de la Patagonia

Las provincias, en tanto, también tienen sus propias iniciativas. Tierra del Fuego, por ejemplo, lleva plantados 60.000 plantines en bahía Los Toritos, y 70.000 en Lote 93, un área cercana a Tolhuin que se quemó en 2008.

También existen alternativas privadas, como las que impulsan ONG’s. Una de las más emblemáticas es la que lleva adelante la Asociación Amigos de la Patagonia. En abril de 2018, y con el apoyo de varias empresas, iniciaron una restauración del bosque en Cholila, Chubut, donde en 2015 se quemaron 41.000 hectáreas.

“Lo interesante es que interactuamos con la comunidad: escuelas, asociaciones e instituciones técnicas, como el Conicet. Y cada vez que hacemos una jornada para llevar plantines, convocamos a voluntarios. Ya hicimos dos y sumamos 9.000 plantines de cipreses y coihues. La próxima jornada será en Semana Santa”, explica Sebastián Homps, director de la asociación, y reconoce que para recuperar todo lo quemado harían falta 1 millón de plantines: “Todo es muy utópico”.   

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