“Normalicé por muchos años el dolor de ovarios que me imposibilitaba hacer muchas cosas; recién ahora encontré un ginecólogo que me creyó y me habló de endometriosis”. “No he hablado nunca de mi menstruación, fui al ginecólogo solo cuando estuve embarazada por los controles de los bebés”. “Tuve un aborto espontáneo”. “No soporto la menstruación en lo más mínimo; son días interminables de dolor de cabeza en los que no quiero salir de mi cama para no mancharme”. “Mi útero contuvo a mi hijo nueve meses en un embarazo de riesgo”.
Muchas mujeres sufren en silencio cada vez que menstrúan, otras llegan a tener patologías sin diagnosticar durante años porque les da vergüenza consultar o las personas a su alrededor descreen de su dolor. Quienes deciden no tener hijos, temen contarlo abiertamente por el mandato social. Algo parecido les sucede a quienes por algún motivo deben sacarles el útero. Quienes no pueden gestar y lo desean también lo padecen. Y de la menopausia, así como del placer sexual a todas las edades, se habla aún menos.
Una campaña publicitaria de la marca Nosotras, de productos de higiene menstrual, puso estas historias en los medios y las hizo visibles; y desde RED/ACCIÓN lo celebramos y nos sumamos a la conversación, preguntando por este tema en redes sociales.
“Desde la marca venimos trabajando en romper con los tabúes. El año pasado lo hicimos con la campaña #EsParteDeNosotras donde principalmente se tocaba el tabú de la menstruación y el color de la sangre, pasamos de mostrarla como ese líquido azul [habitual en las publicidades] a mostrarla tal cual es. Este año quisimos ir un poco más allá, contando las diferentes historias de nuestros úteros. Nos basamos en que siempre nos contaron la misma historia, bastante lineal, sobre lo que nos tiene que pasar, lo que no, cómo tenemos que sentirnos, pero la realidad es que no es tan sencillo, no a todas nos pasa lo mismo ni lo vivimos de la misma manera”, dice Soledad Ruggero, Brand Manager de Nosotras.
“Hay personas que viven la menstruación de manera idílica —sigue—, pero hay otras que sufren y mucho. Una de cada diez mujeres tiene endometriosis [un trastorno que se produce cundo el tejido que normalmente recubre el útero crece fuera de él], ¡es una estadística altísima! Sin embargo, muchas personas no tienen idea de que existe esta enfermedad y decidimos mostrarla, no porque queramos que se horroricen con las imágenes o tengan miedo del dolor, sino para que sepamos que existe y que sufrir no es normal y no está bien. También decidimos mostrar otras historias: de amor, de esperanza y de placer, que por supuesto forman parte de nuestras historias de úteros y de nuestra realidad diaria. Hay tantas historias como úteros en el mundo y queremos visibilizar eso. Que podamos hablar sin vergüenza. Que aquellas personas que hoy están sufriendo puedan hacerlo acompañadas y no en silencio", explica Ruggero.
Luz Bulzomi es lectora de RED/ACCIÓN y comunicadora social, tiene 25 años y una década de dolor. “Un dolor pelviano crónico, que podría ser una vulvodinia. Vulvodinia es todo dolor en la vagina o en la vulva que después de realizarte todos los estudios no pareciera tener causa. A vos te empieza a doler —explica— y si te hacen todo los estudios y análisis y sale que no tenés nada pero el dolor persiste más de tres meses, eso es vulvodinia. Que quiere decir: ‘No tenemos la menor idea’”.
Su dolor comenzó después de la primera relación sexual. Consultó un médico tras otro sin diagnóstico aparente. Hasta que, “como a la enorme mayoría de mujeres con vulvodinia”, dice, la derivaron al psicólogo y al psiquiatra. “Físicamente estás bien, —le dijeron— es algo mental”.
“Pasé toda la adolescencia muy medicada. El dolor no mejoraba porque no era una cuestión psicológica. Como me empezó cuando era chica, muchos decían que me lo estaba inventando, que lo decía porque no quería ir al colegio. Por suerte tengo una familia a la que le podía contar las cosas y que me creía, pero muchas otras chicas, no”.
Luz llegó a dudar de si su dolor era real. Ningún médico sabía de qué se trataba. Hasta que hace unos años llegó al Hospital Italiano donde, después de probar diferentes tratamientos sin resultado, hace 15 días le implantaron un neuromodulador: “Bloquea las señales de dolor al cerebro. No me cura, nadie sabe qué produce mi dolor, pero hace que el padecimiento disminuya”, explica. “Lo tengo en la cadera. Es un tratamiento extremo que se aplica cuando ya se probó todo lo demás, algo que se hace en poquísimos países del mundo, totalmente gratis”. A partir de esto, dice, está empezando a mejorar. “Porque hubo una salud pública que me lo permitió, porque hubieron médicos que me creyeron, y me cambió la vida”.
Lo más complejo de la vulvodinia, cuenta, es el desconocimiento de lo que la genera. Ella no encontraba información sobre sus síntomas hasta que, con el tiempo, mujeres de diferentes partes del mundo con el mismo dolor crearon blogs y comenzaron a hablar de eso en sus redes. Solo ahí, Luz empezó a comprender qué tenía.
“Supe que tenía vulvodinia siete años antes de que me diagnosticaran, por investigar y juntarme con otras personas que tenían algo parecido. El año pasado armamos una comunidad por WhatsApp e Instagram, y lo que hacemos es contenernos, que es lo que no hace el sistema de salud patriarcal ni los médicos patriarcales que te dicen: ‘Yo nunca escuché de esto’. Nunca escucharon, en general, porque antes te derivan al psicólogo. Y porque hay muchísimas mujeres que no se lo cuentan ni a su familia. Creen que tienen algo mal. No se lo cuentan a sus parejas y tienen sexo con muchísimo dolor o se terminan separando. Es muy difícil, para muchas, contar lo que les pasa en la vagina: esta sensación de estar rotas, de no ser buenas mujeres, entonces se lo guardan”.
Por el gran tabú de hablar de esto, dice, existen pocos casos y la vulvodinia no es considerada enfermedad salvo en muy pocos países. Sin embargo, el dolor llega a ser tal que hay mujeres que no pueden sentarse, usar ropa interior o tener sexo. A ella, asegura, lo que la ayudó, fue hablarlo: “A muchas de nosotras nos salvó construir comunidad, hablar entre nosotras de lo que no podíamos hablar con nadie más. Y desde que pudimos hacerlo la difusión creció muchísimo, y con esto los tratamientos, especialistas y posibilidades”.
La historia de Luz confirma el sentido de la publicidad que despertó tanta aceptación como rechazo. Para realizarla, la marca Nosotras encaró una investigación de la que participaron más de 8.000 personas de diferentes países de Europa y Latinoamérica. Este estudio reveló que el 40% de las mujeres sienten que les afecta de forma negativa su bienestar mental el no poder compartir abiertamente sus experiencias. El 51% que no quiere tener hijos afirmó que las personas intentan constantemente cambiar su opinión; mientras que el 57% concuerda con que las mujeres son más juzgadas que los hombres a la hora de hablar del placer sexual.
“Además de los números, lo que destacamos entre los hallazgos es que, como sociedad, no nos sentimos cómodos hablando sobre las experiencias o historias íntimas. Y que no hablar o no contar a veces nos hace mal. Compartir lo que nos pasa puede ayudarnos a lidiar mejor con determinadas situaciones”, dice Ruggero. Y sigue: “Hoy creo que por suerte se habla mucho más abiertamente. Pero es necesario darle soporte a eso porque el malestar y el daño que genera no hablar de estas cosas es grande”.
La doctora Marisa Labovsky, especialista en ginecología infanto juvenil y endocrinología ginecológica coincide: “Yo creo que esto está cambiando muchísimo y que hoy en día, de las chicas más jóvenes, son pocas las que siguen teniendo tabúes, al menos en la población que yo atiendo ahora que es de clase media, media alta, del AMBA. No es lo mismo en el interior del país, sobre todo en el NOA y en el NEA, que todavía hay mucho machismo y muchos tabúes. Yo tengo una mirada un poco sesgada con lo que pasa en mi consultorio. Tengo un alto porcentaje de pacientes que usan copa menstrual, por ejemplo, con lo cual estamos hablando de mujeres que se pueden tocar, que se pueden ver. Eso, hace unos años, era imposible. De hecho las mujeres más grandes, de 40 para arriba, casi ninguna la usa. Tienen mucho tabú con eso”, cuenta.
Respecto a la publicidad, Labovsky dice que no le termina de gustar pero cree que es sumamente importante visibilizar estos temas y empoderar a las personas a través de la información. En cuanto a esto, piensa que sí cumple su objetivo: “Que la gente se quede mirando de qué se trata. Supongo que eso está buscando y en ese sentido me parece correcta. A mí me pareció un poco violenta porque, por ejemplo, en el momento en que la chica se ve la menstruación la publicidad pone una palabra negativa como tristeza o algo parecido. Y no entiendo por qué hicieron esa relación con la menstruación. Tampoco sé si se entiende todo lo que muestran. Yo creo que muchos hombres no la entienden. Igual no debe ser fácil, en una publicidad, explicar todo esto. Por eso me parece que sí sirve para generar reflexiones, para irrumpir en los tabúes y que las personas pregunten al menos. Ahí sí cumple su función”.
La especialista señala que la menstruación no puede seguir siendo un asunto que atañe solo a las mujeres. Y que es indispensable que estos temas comiencen a circular en los medios: “Tiene que ser por medio de la propaganda porque por otro lado no llega. Nosotros tenemos Educación Sexual Integral (ESI) hace más de diez años y no estaría funcionando todavía. Justamente esa sería su función: enseñarle a los varones y a las mujeres que las mujeres menstrúan, qué es la menstruación, qué función cumple o qué no cumple, para qué sirve el útero, qué pasa en el proceso de gestación. Es algo que tienen que saber mujeres y varones. Me parece bien que empiece a ser más visible que las mujeres menstruamos todos los meses y que no es fácil. Es fundamental que los medios acerquen toda la información para que la gente pueda preguntar”, cierra.
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“Algunas veces me puse a pensar que si quizás hubiera preguntado en las redes sociales ‘Che, ¿alguien tuvo un mioma?’, seguro muchas mujeres hubieran salido a recomendarme especialistas y hubiese sido más fácil. Pero no lo hice por este mismo tabú que tenemos de no hablar de estos temas. Aunque un mioma en el útero es algo común en mujeres”.
La que habla es Tais Gadea Lara, nuestra periodista especialista en cambio climático y autora de la newsletter PLANETA. En 2018, después de tener una menstruación con una inusitada pérdida de sangre que la sorprendió, y hacerse un chequeo, la ginecóloga le dijo: “Tenés un flor de mioma en el útero”. Cuando buscó la definición supo que lo que tenía era un tumor benigno.
“El mioma se alimenta con cada menstruación: a medida que pasaba el tiempo y que yo menstruaba, se agrandaba y mis pérdidas eran cada vez mayores. Cada menstruación era peor que la anterior”, explica. “El gran tema era que yo todavía no había sido madre, entonces querían hacerme una cirugía menos invasiva en la que sacan el mioma por partes. Si no, se hace una operación que es como una cesárea”.
Tais pasó por tres cirugías, en la primera pudieron extraerle una parte exitosamente, pero en la segunda el mioma se había pegado al útero y las cosas se complicaron. El médico solo pudo sacar una parte muy pequeña y, en el intento, ella perdió mucha sangre y tuvieron que hacerle una transfusión. Para la tercera operación ya no había opción, el mioma debía irse por completo y podía llevarse con él su útero.
“Yo lo venía pensando y siempre le dije al médico, muy fría, ‘si me tenés que sacar el útero, sacámelo’. Pero claro, cuando te dicen que es una gran probabilidad, ya no es lo mismo. Yo no tengo todavía resuelto si quiero ser madre, pero no es igual que vos tomes la decisión a que te digan que no podés. De todas formas, sabía que en ese caso podría adoptar o recurrir a otras opciones. Lo tomé de manera muy racional. Quizás lo que más me molestaba era la presión social. Era mi salud lo que estaba en juego pero cuando le decía a las personas ‘quizás me tienen que sacar el útero’, la respuesta era: ‘¡Ay, pobre!’. ‘¡No, pobre qué, es por mi salud!’, pensaba yo. Ahí te das cuenta de cómo se relaciona al útero únicamente con la posibilidad de ser madre”.
Tais reconoce que para ella también era un tabú. Que cuando le tocaba su columna en el Canal de la Ciudad pedía estar parada por miedo a manchar los sillones blancos; que se vestía solo de negro y con prendas olgadas; que decía que tenía un problema de salud pero no contaba qué era, y si lo hacía era siempre a mujeres y en voz baja, para que ningún varón escuchara que tenía pérdidas.
El 20 de diciembre de 2019 fue la última cirugía. Pudieron extraer su mioma y salvar el útero. Después de todo lo que atravesó, Tais decidió contar su experiencia en Instagram y fue de ayuda para otras mujeres: “Ahí aprendí que tenemos que empezar a hablar de la menstruación y a visibilizar estos temas que son parte de nosotras”.
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