El índice de masa corporal, conocido por sus siglas IMC, es el cálculo del peso de una persona en kilogramos dividido por el cuadrado de la estatura en metros. Se trata de un método fácil y económico que se usa para evaluar los riesgos de enfermedades, como la diabetes tipo 2, pero que originalmente se ideó para estudiar la salud de poblaciones y no a nivel individual. Sin embargo, desde su creación hace 200 años se ha instalado en la práctica médica. Ahora, las nuevas pautas de la Asociación Médica Estadounidense (AMA, por sus siglas en inglés) instan a no confiar plenamente en la medida ya que es “imperfecta”.
Según el índice, si el resultado es de 18,5 a 24,9 se considera a la persona saludable, pero si va de 25,0 a 29,9 es sobrepeso y más de 30 indica obesidad. No obstante, no distingue entre grasa corporal y masa corporal magra, ni determina en qué parte del cuerpo las personas tienen exceso de grasa, lo que es importante porque la grasa corporal superior aumenta el riesgo de diabetes tipo 2 y enfermedad de las arterias coronarias más que la grasa corporal inferior, explica Live Science.
En efecto, la métrica debe usarse siempre y cuando se tengan en cuenta otros factores de riesgo para la salud, como la genética del paciente, la presión arterial, el colesterol y otros factores metabólicos, recomienda el informe publicado el 14 de junio.
En segundo lugar, puede llegar a ser contraproducente en casos de trastornos de la conducta alimentaria porque puede conducir a un diagnóstico y tratamiento insuficientes, ya que los médicos y otros profesionales de la salud muchas veces no tienen en cuenta a quienes tienen un IMC considerado "normal".
Por otro lado, el IMC puede llegar a ser racista. El informe de la AMA explica que la medida se basa "principalmente en datos recopilados de generaciones anteriores de poblaciones blancas no hispanas" y "los límites del IMC se basan en el caucásico ideal imaginado".
En consecuencia, es realmente "inexacto al medir la grasa corporal en múltiples grupos" porque no tiene en cuenta las diferencias en la forma y composición corporal relativa de personas de diferentes sexos, edades, razas y etnias. Por ejemplo, agrega Live Science, la evidencia sugiere que con el mismo IMC, las mujeres negras e hispanas tienen un riesgo ligeramente mayor de desarrollar diabetes tipo 2 que las blancas, lo que significa que los mismos niveles del índice no indican el mismo riesgo de enfermedad en todos los pacientes.
En cuarto lugar, el IMC es una medida muy utilizada en investigaciones científicas que encuentran una correlación entre la medida y algunas enfermedades y riesgo de muerte. Pero en muchos de estos casos los científicos no tienen en cuenta otros factores, como antecedentes de tabaquismo, consumo de alcohol, uso de medicamentos o historial de enfermedades familiares.
En conclusión, la AMA pidió que el IMC se use siempre con "otras medidas de riesgo válidas", a saber: de grasa visceral, que es la grasa que rodea los órganos internos; de masa grasa relativa, que es una estimación de la grasa corporal que utiliza una proporción entre la altura y la cintura; de la circunferencia de la cintura; otros factores genéticos.
Así y todo, las nuevas pautas de la prestigiosa institución no son novedad para los especialistas. De hecho, hace años que diversas organizaciones médicas y científicas piden una revisión del concepto de obesidad y mayor criterio para el uso del IMC. Por ejemplo, en 2022 el Instituto Nacional para la Excelencia en Salud y Atención de Reino Unido (Niza) pidió que sea usado siempre con un cálculo de la relación cintura-cadera.
"En su época buena, Arnol Schwarzenegger tenía un IMC de 33, por lo que se le debería haber considerado como una persona obesa. Sin embargo, no es así porque todo era masa muscular", cuenta el médico endocrinólogo Cristóbal Morales en un artículo de El Español. Es decir, alguien que no hace nada de ejercicio puede tener el mismo IMC que alguien que sí realiza, pero tiene más grasa y menos músculo. No son lo mismo, desde el punto de vista metabólico y para la salud.
"La obesidad es una enfermedad tan compleja que no tiene ningún sentido diagnosticarla con una medida que se inventó hace casi 200 años. Esto no ocurre en ninguna otra enfermedad. Es una barbaridad", aseguró Morales. En esta línea, un artículo en The Conversation añade: “Poner menos énfasis en el IMC y observar otros aspectos de la salud puede garantizar que los pacientes reciban una mejor atención y apoyo, y también puede ayudar a combatir el estigma relacionado con el peso que muchos experimentan en los entornos de atención médica”.