Cuando una relación romántica se termina, la mayoría de las veces nos sentimos tristes. No importa quién tomó la decisión o si estamos de acuerdo o no con el fin del vínculo: el desamor duele y los días siguientes a la ruptura sentimos cosas que no podemos terminar de entender bien. Aunque sepamos que no es lo mejor, las ganas de estar cerca, escribirle o saber de tu ex aparecen.
Por suerte, todo esto tiene una explicación científica y tiene que ver con las hormonas de felicidad que nos genera el amor. Cuando nos enamoramos y compartimos tiempo con esa persona, en nuestro cerebro se elevan los niveles de distintas hormonas como la oxitocina, la dopamina y la serotonina, lo que nos hace sentir alegría, apego y placer.
La oxitocina es comúnmente llamada “la hormona del amor” y se libera con diferentes acciones como abrazar, besar, acariciar, tener sexo, tener orgasmos y el contacto piel a piel. Incluso sostener la mirada con alguien puede elevar nuestros niveles de oxitocina. Los resultados de esta hormona son la conexión, la intimidad y la confianza.
Entonces, al terminar una relación nuestro cerebro sufre un fenómeno que puede parecer similar al síndrome de abstinencia que se siente con las adicciones. Como de repente no tenemos más a esa persona a nuestro lado, nuestros niveles de hormonas de felicidad descienden y nos empezamos a sentir ansiosos y tristes.
Según explica el catedrático de Psicología Manuel de Juan Espinosa en el diario ABC, las adicciones y el enamoramiento se parecen en que en ambos casos se desarrolla una atención intensa y centrada en una sola cosa (o persona), y que su falta puede desencadenar ansiedad, dependencia emocional y comportamientos compulsivos y obsesivos.
Ese desamor o duelo afectivo suele desarrollarse en diferentes etapas. La primera es la protesta o negación: el cerebro percibe una amenaza, el sistema inmune se debilita y suben los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Es común que en esta etapa busquemos volver a ese apego de manera obsesiva y también que nos enojemos con el otro o con nosotros mismos.
La calma es la segunda etapa y suele llegar después de toda esa tormenta acompañada de la aceptación, la resignación y la tristeza.
La tercera etapa ya es la reorganización, cuando el cerebro vuelve a recuperar la normalidad. Para atravesar todas estas partes de la mejor manera posible, se habla de dos factores clave: uno es poder rodearse de afectos que nos hagan bien; el otro es dejar pasar el tiempo, porque no sucede de un día para el otro.
Finalmente, para volver al equilibrio emocional, los psicólogos suelen recomendar desde el principio el “contacto cero”: al menos por un tiempo, si es posible, no volver a tener contacto con esa persona. No escribirle, no llamarlo, no verlo y no revisar sus redes sociales. Al principio puede resultar bastante difícil pero, al igual que en las adicciones, este “periodo de abstinencia“ ayuda a que nuestras hormonas se reacomoden. Al final, el amor y el desamor son fenómenos universales y volveremos a sentirnos bien.