Muchas personas piensan que el cielo es azul porque refleja los océanos. En realidad, los océanos son azules por la misma razón por la que lo es el cielo. La ensayista Rebecca Solnit abordó esta pregunta en su texto El azul de la distancia, donde recorre las leyes de la física en su versión más narrativa posible:
"El mundo es azul en sus extremos y sus profundidades. Ese azul es la luz que se ha perdido. (...) Desde hace muchos años me conmueve ese azul en el extremo de lo visible, ese color de los horizontes, de las cordilleras remotas, de cualquier cosa situada en la lejanía. El color de esa distancia es el color de una emoción, el color de la soledad y del deseo, el color del allí visto desde el aquí, el color de donde no estás. Y el color de donde nunca estarás. Y es que el azul no está en ese punto del horizonte del que te separan los kilómetros que sean, sino en la atmósfera de la distancia que hay entre las montañas y vos“.
Ahora bien, hablemos de moléculas y partículas:
El azul de la distancia en términos físicos
Vemos el cielo azul por la interacción de la luz solar con la atmósfera terrestre. El espectro de luz visible por el ojo humano contiene una variedad de colores, desde el rojo hasta el violeta (como en los arcoíris). Tal como explicó a la revista Live Science Marc Chenard, meteorólogo del Servicio Meteorológico Nacional estadounidense, cuando todos los colores se mezclan, la luz parece blanca, pero una vez que la luz blanca que viaja desde el Sol llega a la Tierra, algunos de los colores empiezan a interactuar con moléculas y pequeñas partículas de la atmósfera.
Cada color del espectro de luz visible tiene una longitud de onda diferente. Las ondas de luz roja y naranja, por ejemplo, tienen longitudes de onda más largas, mientras que la luz azul y violeta tienen longitudes de onda mucho más cortas. Según el meteorólogo Marc Chenard, las moléculas de aire y gas de la atmósfera terrestre dispersan (o absorben y reemiten en otra dirección) las longitudes de onda más cortas. Las moléculas de la atmósfera, en su mayoría nitrógeno y oxígeno, dispersan la luz azul y violeta en todas direcciones mediante un fenómeno llamado dispersión de Rayleigh. Eso es lo que hace que el cielo sea azul.
En palabras de Solnit, (quizás un poco más accesibles), "La luz del extremo azul del espectro no recorre toda la distancia entre el Sol y nosotros. Se disipa entre las moléculas del aire, se dispersa en el agua. El agua es incolora, y cuando es poco profunda parece del color de aquello que tiene debajo. Cuando es profunda, en cambio, está llena de esa luz dispersa; cuanto más pura es el agua, más intenso es el azul. El cielo es azul por la misma razón".
Otros tonos visibles
Esta dispersión preferente de la luz azul también influye en los colores del amanecer y el atardecer. Al atardecer, a medida que un punto concreto se aleja cada vez más del Sol, la luz solar tiene que viajar más lejos a través de la atmósfera para llegar a tus ojos. Para cuando la luz solar llega hasta vos, toda la luz azul se ha dispersado. Como resultado, las longitudes de onda naranja, roja y amarilla son todo lo que queda para colorear la puesta de sol.
Ed Bloomer, astrónomo del Real Observatorio de Greenwich (Reino Unido), cuenta que, aunque la luz violeta también se dispersa, hay un par de razones por las que vemos el cielo más azul que violeta. En primer lugar, el sol no produce la misma iluminación en todos los colores; contiene más luz azul que violeta, por lo que se dispersa más luz azul. Además, el astrónomo explicó que nuestros ojos no son igual de sensibles a todos los colores. Al ser menos sensibles a la luz violeta, es más probable que veamos tonos azules que violetas.
Porque imaginar escenarios alternativos nunca lastimó a nadie, Bloomer aclara que si estuviéramos en otro planeta podríamos ver un color totalmente distinto, dependiendo de las moléculas de la atmósfera del mundo extraño, de las partículas de polvo que se arremolinen alrededor o del espectro de luz procedente de una estrella cercana.
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