Desde el comienzo de la escolarización, los estudiantes no aprenden todos igual ni de la misma manera. Más allá de los diferentes ritmos y estilos de aprendizaje, existen una serie de circunstancias o condiciones que hacen que algunos necesiten apoyo extra para asegurar su desarrollo académico, social y emocional.
Se llaman necesidades específicas de apoyo educativo (NEAE) y abarcan desde las discapacidades físicas o intelectuales (definidas como Necesidades Educativas Especiales, NEE) a las dificultades de aprendizaje como la dislexia o el trastorno por déficit de atención, pasando por trastornos del desarrollo como los del espectro autista, las altas capacidades u otras circunstancias (como la incorporación tardía al sistema educativo).
Todos estos casos requieren de la implementación de estrategias personalizadas y adaptaciones curriculares para que el alumnado pueda participar de manera efectiva en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Pero ¿qué ocurre cuando no se detectan?
La influencia de los sesgos y las expectativas
Como es lógico, el diagnóstico por un especialista es el primer paso necesario para que estos alumnos puedan recibir dicha atención especializada. Las niñas son, en España, el 37,4 % del alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo (6,8 % del total de alumnas). Siendo minoría en todas las categorías, los porcentajes más equilibrados se dan en la atención de situaciones de desventaja socio-educativa (donde son el 47,5 %), en integración tardía en el sistema educativo español (46,0 %) y en desconocimiento grave de la lengua de instrucción (45,2 %). Los menores porcentajes de mujeres aparecen en el apoyo por retraso madurativo (26,7 %) y por trastornos graves del desarrollo del lenguaje y la comunicación (31,1 %).
¿Hay menos niñas con estas dificultades o trastornos que niños, o se detectan peor? Hay estudios que indican que pueden estar siendo infradiagnosticadas. Concretamente, se estima que entre un 20 y un 30 % de las niñas con trastorno del espectro autista (TEA) pueden pasar desapercibidas. Y en el caso del trastorno por déficit de atención las niñas tienden a ser menos tratadas en comparación a los niños.
Puede haber distintas razones para esta disparidad en la detección de trastornos o dificultades de aprendizaje entre niños y niñas:
- Diferencias en la presentación de los síntomas: La manera en la que se hacen evidentes los trastornos o necesidades puede ser distinta entre niños y niñas. El trastorno por déficit de atención e hiperactividad presenta menos casos de hiperactividad en las niñas. En el caso del trastorno del espectro autista, la capacidad de imitación es superior en las niñas: esto les permite copiar comportamientos socialmente aceptados como expresiones faciales o gestos incluso si no comprenden su significado; también mantener el contacto visual de forma superficial o seguir las reglas no verbales de la comunicación (como asentir) cuando realmente no lo entienden. Un buen evaluador debería saber identificar que son comportamiento enmascarados, pero no siempre es así.
- Un desarrollo más tardío de las capacidades motoras en las niñas puede hacer que se tarde más en detectar un problema. Las niñas tardan más que los niños en desarrollar la motricidad gruesa como correr o saltar, lo que puede no llamar la atención en un inicio, cuando podría ser una patología del desarrollo.
- Las habilidades denominadas de “camuflaje social”: en el caso de trastornos como el del espectro autista, o la dislexia, estas habilidades dificultan la detección, pues las niñas pueden tener más capacidad de disimular, aprenderse de memoria palabras para predecir la lectura o compensar a medida que crecen esas dificultades.
Los efectos de no ser diagnosticada
La ausencia de diagnóstico tiene consecuencias en tres ámbitos de la vida de estas niñas:
- Dificultades académicas y sociales: Sin un correcto diagnóstico, al igual que sin un apoyo oportuno, las niñas pueden enfrentarse a desafíos académicos y sociales significativos, provocando una pérdida de la autoestima.
- Problemas de salud mental: La probabilidad de experimentar problemáticas de salud mental, tales como la ansiedad o la depresión, se ven incentivadas con relación a las dificultades de aprendizaje no abordadas de las alumnas.
- Limitaciones en oportunidades futuras: Todo lo mencionado acaba limitando las oportunidades educativas y profesionales de las niñas, si estas no reciben el apoyo necesario para alcanzar su máximo potencial.
Estrategias de intervención
Una vez que se identifican las necesidades de atención educativa en niñas, es fundamental poner en marcha apoyos personalizados en el aula, con terapias y entrenamientos especializados y personalizados, como es el caso de la Terapia Cognitivo Conductual o los Programas de Habilidades Sociales.
En este punto, la colaboración de toda la comunidad educativa es fundamental. Por eso se deben tener en cuenta tanto a los educadores, como sanitarios, terapeutas y familiares, asegurando una atención integral y coordinada.
Retos e investigaciones futuras
Para avanzar en este campo, es esencial llevar a cabo más investigaciones que aborden las diferencias de género en el diagnóstico y tratamiento de los trastornos. Se necesitan estudios longitudinales que sigan el desarrollo de las niñas desde la infancia hasta la edad adulta y fomentar una mayor sensibilización hacia las características particulares de las niñas con necesidades de apoyo educativo en todos los ámbitos.
Este artículo se ha realizado contando con la colaboración de Sara Sobrido García, logopeda y maestra de Audición y Lenguaje.
*David Rey Bretal, Profesor Interino en el Área de Enfermería (MSc, PhD), Universidade de Santiago de Compostela
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.