Los temores de una recesión global, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, las consecuencias de las conversaciones sobre el Brexit y un sobre-endeudamiento peligroso hacen de esta, la coyuntura económica más estresante en una década. Deben discutirse estos problemas, y todos debemos esperar que puedan resolverse con un daño mínimo.
Pero no deben desviar la atención de desafíos a largo plazo aún más apremiantes: alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas para 2030; cumplir con el acuerdo climático de París durante los próximos 30 años; y reformar nuestro sistema económico global para que se ajuste a los próximos 50 años y más.
Todo esto supone el fin del corto plazo económico que sustenta la formulación de políticas públicas en la actualidad. Para eso, debemos desarrollar cuadros de mando para rastrear nuestro desempeño en estas prioridades a largo plazo.
Con ese fin, tengo tres sugerencias.
Primero, necesitamos repensar el PIB como nuestro "indicador clave de desempeño" en la formulación de políticas económicas.
En segundo lugar, debemos adoptar herramientas de seguimiento independientes para evaluar el progreso bajo el acuerdo de París y los ODS.
En tercer lugar, debemos implementar el "capitalismo de los interesados" mediante la introducción de un cuadro de mando ambiental, social y de gobierno (ESG) para las empresas.
Sobre el primer punto, necesitamos desesperadamente cambiar nuestro marco de referencia económico general. Durante 75 años, el mundo marchó al ritmo del tambor llamado "Producto Interno Bruto". Ahora, necesitamos un nuevo instrumento. El PBI ganó fuerza cuando las economías fueron vistas principalmente como vehículos para movilizar la producción en tiempos de guerra. Sin embargo, se espera que las economías de hoy tengan un propósito completamente diferente: maximizar el bienestar y la sostenibilidad.
Es hora de considerar un nuevo enfoque. Un grupo de economistas del sector privado, la academia y las organizaciones internacionales, incluidas Diane Coyle y Mariana Mazzucato, ya ha estado trabajando en medidas alternativas y formas de corregir las fallas del PBI. Su proyecto, que evolucionó de los esfuerzos iniciados por el Banco Mundial, ha ofrecido una serie de propuestas sobre cómo podemos avanzar.
Por ejemplo, una "solución rápida" es adoptar una medida como el ingreso medio per cápita, que refleja mejor las condiciones económicas que enfrentan las personas reales. Una medida más ambiciosa es el "Capital natural", basado en los ecosistemas, las poblaciones de peces, los minerales y otros activos naturales de un país. Debido a que este “balance general” también necesitaría incluir capital humano, podríamos incorporar todos los elementos relevantes en un cuadro de mando compuesto.
En segundo lugar, como nos recuerdan los jóvenes manifestantes climáticos como Greta Thunberg, los objetivos de cero carbono y la demanda de un sistema económico más equitativo deben colocarse en el centro de la gobernanza nacional e internacional. De lo contrario, el alboroto popular contra las "élites" se intensificará y la polarización social y política continuará.
Aquí, una opción es adoptar herramientas independientes como el Climate Action Tracker, que muestra el progreso de cada país para cumplir con sus compromisos nacionales en virtud del acuerdo de París. Los gobiernos y las organizaciones internacionales podrían usar el mismo cuadro de mando al informar sobre su desempeño y compartir las mejores prácticas en las reuniones internacionales.
Los encargados de formular políticas y otros líderes también deben involucrarse de manera más constructiva con las voces de protesta. Con ese fin, deberíamos desarrollar una plataforma ampliamente accesible detrás de cada uno de los ODS, para que todos tengan un canal a través del cual ofrecer sus propias ideas y habilidades. Trabajar hacia los ODS no impide que los países pongan a sus propias comunidades primero. Los ODS para la salud y el bienestar, la educación, la igualdad de género, el trabajo decente, la reducción de las desigualdades y las instituciones sólidas encajan en las agendas a nivel nacional. Además, un énfasis renovado en la acción soberana puede ayudarnos a lograr el equilibrio correcto entre los objetivos globales y las demandas de autonomía nacional.
Finalmente, debemos reconocer cómo ha cambiado el papel de las empresas en los últimos 50 años. En 1970, cuando el economista ganador del Premio Nobel Milton Friedman abogó por la "primacía de los accionistas", las empresas no eran conscientes de su impacto social más amplio o eran demasiado pequeñas para alterar los equilibrios socioeconómicos. Sin embargo, en un mundo de cadenas de suministro globales y corporaciones multinacionales con primacía tecnológica, esa visión estrecha no puede sostenerse.
Como deja en claro una reciente declaración de la Mesa Redonda Empresarial, hemos entrado en la era del "capitalismo de los interesados" (un modelo que el Foro Económico Mundial ha adoptado desde principios de los años setenta). Las métricas empresariales tendrán que cambiar, y todos los líderes empresariales ya deberían haber desarrollado una mentalidad ESG (Ambiental, Social y Gobernabilidad por sus siglas en inglés). Estas normas ahora deben incluirse en los estados financieros e informes anuales.
La buena noticia es que muchas empresas se están moviendo en esta dirección. Mejor aún, pronto podrán confiar en un cuadro de mando común que está siendo desarrollado por el International Business Council, un grupo presidido por el CEO del Bank of America, Brian Moynihan. Ese esfuerzo cuenta con el apoyo de las firmas de contabilidad "Big Four", cuya experiencia trabajando en iniciativas similares en el pasado podría resultar útil. Si suficientes partes interesadas adoptan el nuevo cuadro de mando, podría convertirse en un indicador líder para el rendimiento empresarial a nivel mundial.
La adopción de estos tres cuadros de mando (nuevas métricas de crecimiento global, un rastreador climático y una medida de ESG) contribuiría en gran medida a abordar los mayores desafíos a largo plazo del mundo. También nos ayudaría a aliviar las crisis económicas de hoy y evitar las futuras, al demostrarle a un público descontento que los líderes políticos y empresariales realmente están trabajando para los intereses de todos, y no solo para los suyos.
Invito a todas las partes interesadas de la economía mundial a unirse a estos esfuerzos para poner fin a la era del corto plazo.
Klaus Schwab es fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial (WEF).
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