Los incendios forestales son una gran preocupación a nivel global por cómo afecta a los bosques nativos y por su alto impacto en el cambio climático. El fuego se produce con una mayor agresividad durante las temporadas altas en las que la temperatura y la falta de humedales y el cuidado del ambiente producen que una pequeña chispa arrase con miles de hectáreas.
Pero, ¿esto siempre fue así? ¿los grandes incendios siempre se tornaron de la misma manera? La realidad es que no, seguramente recordarás que en la edad de piedra el ser humano descubrió el fuego y eso llevó a una gran evolución de la especie.
De hecho, gracias al fuego se lograron desarrollar las sociedades modernas con la llegada de la Revolución Industrial, momento en el que las llamas fueron un factor clave para obtener energía a través de la quema de carbón y, a raíz de este descubrimiento, se inventaron todo tipo de máquinas para la productividad y movilidad humana.
Se puede decir, entonces, que en ese momento las emisiones de dióxido de carbono comenzaron a acumularse de manera acelerada en la atmósfera hasta llegar al día de hoy: la Edad del Fuego o también llamada “piroceno” por El historiador ambiental Stephen J. Pyne describe la nueva era en su libro The Pyrocene publicado en 2021.
En esta edad los incendios son muy difíciles de controlar, cuando se apaga un foco, se prende otro y no todos los países tienen la espalda económica para invertir en aviones anfibios, camiones cisterna, dotaciones de bomberos y la ampliación de los recursos para prevenirlos. Por eso, en la Conferencia de las Naciones Unidas Sobre el Cambio Climático se reúnen de manera anual los representantes de los países desarrollados y en desarrollo para discutir sobre este tipo de problemáticas.
Antes de continuar con la responsabilidad de los gobiernos es importante visualizar el siguiente mapa:
Este es el mapa muestra los incendios activos y es producido por la NASA FIRMS a partir de los datos recabados por los satélites. La información captada es actualizada cada 2 o 3 horas e indica que los puntos rojos son (en su mayoría) incendios. Esto brinda datos esenciales para descubrir en donde se producen los focos de incendio y la magnitud de los mismos.
Asimismo, se puede usar esta información para entender que la mayoría de los incendios se producen en los países en desarrollo del continente Africano y en América del Sur. Entonces, las naciones más afectadas son las que emiten menos dióxido de carbono a la atmósfera y las que no cuentan con la misma capacidad económica que los países desarrollados para prevenir y controlar los incendios y otros efectos meteorológicos producidos por el cambio climático: sequías, inundaciones, olas polares y de calor, etc.
En la última COP27, celebrada en Sharma el Sheikh (Egipto) en 2022, el financiamiento para controlar los efectos del calentamiento global fue el centro de discusión. En el encuentro, se acordó que se necesitan invertir entre US$ 4 y 6 billones cada año en energía renovable desde ahora hasta 2030, incluidas las inversiones en tecnología e infraestructura, para que podamos lograr las cero emisiones netas para 2050, según United Nations Environment Programme.
De ese fondo común aspiracional para frenar el cambio climático, un conjunto de “Estados, gobiernos regionales y agencias de desarrollo prometieron US$ 230 millones al Fondo de Adaptación para ayudar a las comunidades vulnerables de todo el mundo” para que se “adapten” a las consecuencias que trae este nuevo mundo.
Sin embargo, los gobiernos están avanzando de manera gradual y lenta para cumplir con la inversión necesaria y el Objetivo Mundial sobre la Adaptación firmado en el Acuerdo de París para ayudar a los países a hacer frente a las consecuencias de la crisis climática. Asimismo, se espera que estas conversaciones se profundicen en la COP28 de este año que se realizará en los Emiratos Árabes Unidos.