La cuarentena y el home office se convirtieron en una combinación ambigua: por un lado, ganamos en comodidad; por otro, perdimos en exceso de tareas. Suelo decir que en mi casa, desde marzo o abril, entramos en una era de caos y anarquía. Muchos estamos quemados. ¿Hay alguien ahí para ayudarnos?
Sí. Hay maestros de yoga, hay guías de meditación, hay programadores de charlas públicas y de lives de Instagram que sintonizan con la necesidad de reencontrarse. Y hay escritores que nos están ayudando a dar sentido a este momento de incertidumbre.
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Un alma global. Uno de esos escritores es Pico Iyer, autor de El arte de la quietud, un increíble ensayo sobre la necesidad de detenernos para mirar hacia atrás y apreciar lo que hemos hecho en movimiento o para hallar nuestra subjetividad en un contexto de confusión. Iyer dio cuatro sorprendentes charlas TED en las que abordó temas como la identidad global, el hogar desplazado, la belleza del desconocimiento, la cooperación en el ping-pong y… el arte de la quietud.
Sus dos últimos libros tratan sobre Japón: A Beginner’s Guide to Japan y Autumn Light. Allí vive Iyer desde hace casi 30 años (de hecho, su esposa es japonesa), pero suele pasar temporadas en California y en puntos tan variados como la Antártida o Singapur o Dharamsala o donde sea que deba hacer una crónica: la revista Outside lo describió como “posiblemente el mejor escritor de viajes vivo”. Su método se basa en desnudar paradojas culturales con dosis de observación afilada y una narración muy cuidada.
Escribe en Time y en The New York Times, estudió en Harvard, en Oxford y en Eton. Pero más allá de las instituciones, Pico Iyer tiene una extraordinaria sensibilidad para bucear en el océano de la existencia humana. Es uno de mis autores favoritos: un maestro lejano de quien aprendo página tras página y a quien debo toda mi gratitud como lector.
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Aclarar nuestras mentes. Así que me dirijo a Iyer para preguntarle sobre este momento: coronavirus, cuarentenas, vacunas. ¿Qué consejos puede darnos un escritor como él para atravesar un tiempo oscuro, sin norte? ¿Cómo pueden la contemplación y la quietud ayudarnos?
“Durante esta pandemia todos nos vimos obligados a no ir a ninguna parte”, me responde vía email desde Nara, Japón, “y quizás quedarnos quietos, por doloroso e indeseado que sea, nos permita aclarar nuestras mentes, dejar que lo importante aflore y ver las cosas con ojos nuevos, como si hubiéramos sido trasladados a un país extranjero, algo que es muy difícil de hacer cuando estás corriendo de un lugar a otro”.
“Soy muy consciente de que para muchas personas sentarse quietas no es tan diferente de estar acostado en la cama a las 3:00 am porque los miedos, las ansiedades y las recriminaciones las carcomen. Pero mi forma de sentarme implica dar largos paseos todos los días fuera de mi casa y, de repente, descubrir una belleza antes inadvertida. O significa leer un libro, cosa que hice más este año que en cualquier año anterior. Significa hablar con mi esposa y estar en la casa de mi madre durante 200 días seguidos (como no había sucedido desde que yo tenía 8 años). Significa escuchar música —Van Morrison o Handel— mientras el cielo se vuelve índigo y las luces se encienden en la ciudad”.
“Ser forzado a quedarse quieto no es maravilloso. Pero nunca fui un convencido de que una vida de movimiento constante sea tan grandiosa. La quietud puede ser como ir al consultorio del médico (o del terapeuta). No siempre es cómoda y hay muchas otras cosas que podríamos querer estar haciendo. Pero, a la larga, es la única forma en que podemos cuidar nuestro bienestar y nuestra salud, lo que también significa el bienestar de todos los que nos rodean”.
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Leer y ser mejor persona. Iyer me contaba que en este año raro leyó más libros que en cualquier otro año. Suele citar a Thoreau, recomienda a Jan Morris, escribió un libro entero sobre Graham Greene, me dijo que Borges fue su héroe de juventud. Leer es quedarse quieto, concentrado, dejándose guiar por algo que en el mejor de los casos se vuelve grande. Le pregunto: ¿leer es una forma de meditación?
“Nunca desarrollé una práctica de meditación, aunque admiro y respeto a quienes (como mi esposa) la tienen”, responde. “Nunca he practicado yoga, tai chi o qigong. Pero me esfuerzo por leer durante una hora todos los días y cuando concluyo mi lectura, puedo decir que soy más profundo, más atento, más matizado, mejor persona que una hora antes”.
“Como escritor, tengo la suerte de poder pasar mis primeras cinco horas todos los días en mi escritorio, sin ir a ninguna parte, lo que para mi esposa se parece mucho a la meditación, mientras trato de encontrar la voz detrás de mi cháchara mental y buscar alguna verdad más profunda detrás de pensamientos y sentimientos pasados”.
“Creo que podemos aclarar nuestras mentes, escapar de nosotros mismos y de nuestros pensamientos y tratar de llegar a una calma profunda, y leer (o entablar una buena conversación) es una de las mejores maneras. Eso de ‘dejarse guiar’ es hermoso; me tomó mucho tiempo darme cuenta de que mis momentos más libres y creativos, como escritor y como persona, llegaron cuando finalmente solté el volante y dejé que algo más sabio y profundo que yo me guiara”.
- ¿Lograste leer en esta cuarentena? ¿Te sirvió para bajar la ansiedad o el estrés?
- Contame respondiendo este email. ¡Gracias!
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El discreto encanto del vacío. Hace un tiempo leí El camino del Zen, de Alan Watts. Es un texto de introducción al Zen, esa versión japonesa del budismo que siendo tan mínima a veces se vuelve difícil de entender. Escribe Watts: “Como la hoja de una espada no puede cortarse a sí misma, como la punta del dedo no puede tocarse a sí misma, así tampoco el pensamiento puede verse a sí mismo”.
- El pensamiento es el ego: el gran problema humano. El budismo Zen propone desintegrar al ego meditando, respirando, sentándonos sin movernos. En algún momento, cuando el ego desaparece, el mundo se ve tal como es (“Estamos presos de nuestro ego”, me explicó un lama en un monasterio en Siberia; aunque no era zen, compartía este principio budista. “Cuando ves o escuchas algo, tu mente lo adecúa a tu ego; discrimina lo que necesita y lo que no. Así, tomamos una pequeña parte de la realidad, que es la que podemos entender”).
Hay muchas lecturas muy interesantes al respecto (también podés suscribirte a la newsletter de Sozan, un sacerdote budista argentino del San Francisco Zen Center). Watts, un padre anglicano que murió en 1973, fue un divulgador en Occidente de las filosofías orientales: escribió más de 25 libros. Todos son altamente recomendables aún hoy.
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Carrère le responde a un lector de SIE7E PÁRRAFOS: se viene Yoga. Hace un mes citábamos el inicio de Yoga, la nueva novela de Emmanuel Carrère, y desde entonces pasaron algunas cosas: su ex mujer (que aparece en el libro como personaje) y él cruzaron cartas públicas de reproche, y el jurado del Premio Goncourt lo dejó fuera de competencia (parece que Carrère soñaba con ganarlo desde hacía tiempo).
- Carrère es un género en sí mismo: creó una novela de realidad que enhebra en equilibrio perfecto el periodismo, el diario íntimo y el comentario social. Gran contador, es dueño de una voz coloquial, amistosa: imposible no sentir que estás conversando con él cuando leés cualquiera de sus libros, y no verte identificado con muchas de las cosas que dice (sí, es otro de mis autores favoritos). Así que se entiende que sus fans esperen ansiosos la llegada de Yoga en español.
Luego de aquel comentario en SIE7E PÁRRAFOS, un lector de la newsletter llamado Tomás Mark me preguntó si yo sabía cuándo traducirían Yoga. Le dije que no. Mark entonces tomó el camino más directo, le escribió al propio Carrère y lo mejor es que consiguió una respuesta:
“I think the book will be published in Spanish next spring.”
Palabra de Carrère.
¿Será en nuestro otoño?
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Tres preguntas a Sole Simond. En su libro Empezar de nuevo cuenta cómo, a través del duelo de un divorcio y lo que vino después, empezó a adentrarse en lo que llama “el misterio de la evolución”. Es directora editorial de OHLALÁ! y dicta cursos de meditación, respiración consciente y liderazgo en El Arte de Vivir.
- En Empezar de nuevo mostrás muchas cosas de tu vida privada. ¿Qué gana, qué logra, qué potencia alcanza una autora (o un autor) cuando se abre así?
Me lo pregunté muchas veces. ¿Qué gano? Creo que hay un momento incluso de tu propia historia en que el relato se vuelve una entidad en sí misma. Me pertenece, pero al mismo tiempo tiene vida propia. Algo así sucedió con todos mis libros, se me contaban en la cabeza, no podía dejar de escribirlos. Tenían la fuerza de una experiencia personal que se podía universalizar. Al lector y a mí nos pasa lo mismo, en realidad a todos; cada uno tiene sus amores, pérdidas, miedos, momentos bisagra, logros: la única diferencia es que yo me tomo el tiempo de escribir sobre eso. Sin embargo, creo que cobra sentido la exposición cuando se te acerca un lector/a y te dice: “me sentí identificada/o”, “me ayudó a aliviar mi tristeza”, “me renovaste la fe”, ahí es cuando descubro que mis palabras ayudan a ordenar las de otros.
- ¿Cuál es el mayor valor de la literatura de autoayuda o de desarrollo personal?
Creo que te invitan a un espacio de autobservación. Es muy personal la elección de un libro de autoayuda, de alguna manera completa un vacío puntual, algo que sentimos que nos falta, una herramienta que nos gustaría aplicar. A mí me gusta verlos como disparadores de crecimiento. Confieso que no soy una gran lectora de autoayuda, suelo renegar un poco de algunos títulos que pecan de la sobrexplicación, o de la subestimación del lector, o se vuelven muy empalagosos. Me pasó con Empezar de nuevo, que sentía que incluso podía ser más breve, combato con esa síntesis que fui ganando con el tiempo, porque para llenar libros, necesitás muchas palabras. ¿Todas valen?, ¿están en el lugar correcto?, ¿cuál es su propósito? Entendí con el tiempo que sólo escribía para generar silencio.
- ¿Qué fue lo mejor que leíste últimamente?
Estoy leyendo muy de a poquito el Yoga Vasistha, un libro sagrado milenario, que es la conversación entre el sabio Vasistha y el príncipe Rama, que teniéndolo todo se pregunta por la liberación: ¿qué nos ata?, ¿cómo ser libre de nuestros deseos?, ¿cómo trascender el vacío existencial? Se lee de a parrafitos, se saborea, dejás que decante y, si no, te prepara para meditar.
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