Cuándo (y por qué) los argentinos empezamos a pensar y ahorrar en dólares: historia de una relación que es récord mundial- RED/ACCIÓN

Cuándo (y por qué) los argentinos empezamos a pensar y ahorrar en dólares: historia de una relación que es récord mundial

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La tensión cambiaria de las últimas semanas es un reflejo de una historia que viene desde hace décadas. "El país ocupa el primer lugar en el ranking mundial de tenencia de billetes estadounidenses por habitante", afirman varios especialistas y explican por qué este fenómeno amenaza a la economía nacional. También analizan qué ajustes podrían hacerse en busca de estabilidad.

Una montaña de dólares y dos personas junto a ella.

Ilustración: Julieta de la Cal.

En las últimas semanas se habló mucho sobre qué puede pasar con el tipo de cambio en los días posteriores a las elecciones del 14 de noviembre. Cuatro días antes de esta fecha legislativa, el dólar blue superó los $200, y la brecha con el oficial sobrepasó el 100%. Esto puede ser un síntoma de la creciente demanda que hubo de dólares en estos días a raíz del temor de una considerable devaluación poselectoral.

Camilo Tiscornia, economista, director de C&T asesores económicos y profesor de Economía Monetaria y Economía Argentina en la Universidad Católica Argentina (UCA) explica que “en la Argentina hay una particular sensibilidad ante los cambios, sobre todo políticos, en cuanto a la demanda de nuestro propio dinero”. Y profundiza: “Cuando tenemos elecciones de por medio, que anticipan que puede haber cambios importantes en la política económica, generalmente, en función de la experiencia histórica de alta inflación rechazamos nuestro dinero y tratamos de adquirir la moneda extranjera. Por eso pasa que cerca de las elecciones suele subir el tipo de cambio”.

Pero ¿qué consecuencias tiene que se agrande mucho la brecha entre el dólar oficial y el blue?

Algunos especialistas señalan que es urgente corregir el retraso cambiario. El dólar oficial se mueve a un 1% mensual y la inflación a un 3% desde hace varios meses. Entonces, dicen, el Gobierno debería hacer una devaluación en línea con el nivel de inflación. El valor del dólar oficial, insisten muchos, debería fijarse en un lugar intermedio entre el que hoy tiene esa moneda y el blue.

Esta nota se desprende de un episodio de FOCO, el podcast de RED/ACCIÓN.

¿Qué variables son las que hacen que se mueva el dólar en lo cotidiano?

Tiscornia explica: “Desde el punto de vista económico, el tipo de cambio no es más que un precio, en economía, en particular, el precio de la moneda extranjera. Y en Argentina típicamente se toma como referencia al dólar. Cuando hablamos del tipo de cambio, nos referimos al precio del dólar expresado en términos de nuestra moneda. Como cualquier precio, obedece a la oferta y la demanda de esa moneda extranjera. Lo que tiene de particular el caso del dólar es que dentro de su demanda hay un componente muy importante que tiene correlato con la demanda de nuestra moneda local. Cuando nuestra moneda local no es demandada, porque sobra o porque se la repudia o no se la quiere, una forma de sacársela de encima es comprando moneda extranjera. Por eso es que, de alguna forma, el movimiento del valor del dólar y el tipo de cambio está atado a lo que la gente quiere acerca del dinero local. Cuando la gente no quiere el dinero local, lo que tiende a ocurrir es que sube el tipo de cambio. Y en la Argentina esto es un fenómeno recurrente porque nuestra historia inflacionaria hace que seamos muy desconfiados de nuestra propia moneda, y que en determinadas circunstancias no la queramos. El no quererla hace que recurramos a la moneda extranjera, y eso se ve reflejado en el valor del dólar”.

“Dado que los precios internos y la inflación en la Argentina tiene un vínculo muy importante con el tipo de cambio —agrega el economista—, es muy común que los gobiernos hayan tratado de controlar fuertemente el movimiento del tipo de cambio y en muchos casos, como ahora, recurriendo a controles que traban el funcionamiento del mercado de cambio. Lógicamente, cada vez que esto ha ocurrido, aparece un mercado paralelo y aparecen distintos valores para la moneda extranjera”.

Tiscornia hace un repaso de estas diferentes cotizaciones y que explica las consecuencias que estas traen: “Aparece el mercado oficial, hoy tenemos el contado con liquidación, el mercado blue o informal, con lo cual entramos en un fenómeno en el que una misma cosa, la moneda extranjera, tiene varios precios. Y esto genera enormes distorsiones en el comportamiento de la economía, porque el que tiene que comprar moneda extranjera quiere comprar barato, el que la quiere vender quiere vender caro y esto genera ineficiencias que a la larga terminan complicado el funcionamiento de la actividad económica, y por lo tanto el empleo y el crecimiento de la economía”.

“En la medida en que la brecha es muy grande, lo que tiende a pasar es que la inflación, que a priori se mueve más por el dólar oficial, se mueve más por los tipos de cambio alternativos. En condiciones en las que la brecha es muy grande, existe la posibilidad de que quienes tienen que reponer ciertos productos, no lo pueden hacer al mercado oficial y tienen que recurrir a mercados paralelos con tipos de cambios más altos y eso implica más inflación en los precios internos. Por eso es que determinadas circunstancias, cuando la brecha se hace más grande, implican una amenaza de inflación”, agrega el docente de la UCA.

La desconfianza en el peso

Por su parte, Alejandro Gaggero, director de Ciencias Sociales, especialista en temas de sociología económica y política, investigador de CONICET y Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), agrega: “Básicamente, la población desconfía de que los distintos gobiernos puedan sostener el valor de la moneda, es decir que no devalúen. Y ahí uno puede encontrar una tradición de promesas rotas con respecto al dólar. Todos los ministros de Economía que devaluaron bruscamente, antes habían perjurado que no lo iban a hacer. Entonces, la población argentina es muy sensible a cualquier indicador que dé cuenta de la escasez de dólares, que anticipe que va a haber una devaluación o restricciones para comprar dólares. Esos indicadores son, por ejemplo, el nivel de reservas que tiene el Banco Central o si hay superávit comercial o no, o cuánto Argentina paga de deuda o no”.

Foto: AFP

“Esa mayor sensibilidad de los argentinos por la cotización del dólar —explica Gaggero— hace que Argentina sea mucho más vulnerable que otros países con la estructura productiva parecida a nivel monetario y cambiario. Por lo tanto, cualquier ministro de Economía de Argentina necesita que entren muchos dólares que den ciertas certezas de que no va a haber escasez”. El investigador recuerda que “eso en cierto momento de la historia Argentina se logró, como entre el 2003 y el 2010, cuando había mucha entrada de dólares y el tipo de cambio estaba estable. Pero cuando esa abundancia de dólares termina, los problemas que enfrenta la Argentina son mayores porque la población está muy pendiente de cubrirse ante cualquier eventualidad comprando dólares”.

Las crisis por el tipo de cambio son detonadas por una falla de los distintos gobiernos de estabilizar la economía y darle valor a la moneda, pero también empeoran por el hecho de que buena parte de la población está ávida de comprar dólares para resguardar sus ahorros.

Cuando uno piensa en economía argentina, posiblemente dos de las primeras palabras que vienen a la mente son inestabilidad y vulnerabilidad. Es imposible no preguntarse cómo terminamos en una situación de bimonetarismo.

Roy Hora, doctor en Historia Moderna por la Universidad de Oxford, profesor en la Universidad de San Andrés y la Universidad Nacional de Quilmes e Investigador Principal del CONICET, explica el origen histórico de nuestra obsesión con el dólar: “La Argentina ocupa el primer lugar en el ranking mundial de tenencias de billetes de dólar y, según distintas estimaciones, esa cifra ronda los 1.300 dólares per cápita. No hay ninguna sociedad del mundo que use el dólar como moneda de ahorro fuera de Estados Unidos. Muy atrás vienen otros países como Rusia y otros que tienen tenencias de, a lo sumo, 500 dólares per cápita. Y, por supuesto, una parte importante de este dinero está fuera del sistema bancario, en cajas de seguridad, en colchones y otra fuera del país”.

Hora remarca especialmente el nivel de popularización de este interés en el dólar: “No es solamente una cultura asociada al mundo de los grandes inversores, de los poderosos. Las clases medias están ampliamente dolarizadas, incluso diría más que las clases altas que tienen otras alternativas de inversión. Es decir, para amplios sectores de la población, la Argentina es un país bimonetario, pesos para transacciones cotidianas, dólares para ahorro, para pensar en el futuro”.

“¿Qué es lo que explica la gran difusión del dólar —se pregunta el historiador—? Yo creo que para explicarlo podemos acudir a una idea de Gino Germani, un sociólogo de la década del 60, que decía: ‘La Argentina es una sociedad más moderna que su economía’. Es una sociedad más moderna, pero no desarrollada. Es una sociedad dinámica, con una economía no desarrollada, y hoy podríamos decir con más precisión, desorganizada. En el fondo no estamos frente a un problema cultural aunque la relación de los argentinos con el dólar tenga manifestaciones culturales. El problema de fondo es que hace varias décadas la Argentina está sometida a presiones de fuertes procesos inflacionarios, bajo rendimiento de los depósitos y, cada dos por tres, amenazas de confiscación de ahorros. Eso en una sociedad muy atenta, informada, con altos niveles educativos, sobre todo en el mundo de las clases medias, significa una retirada del mundo de las instituciones económicas oficiales”.

Roy Hora hace un repaso a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado: “¿Desde cuándo la Argentina está obsesionada con el dólar? No fue con Perón, en los años 40-50, aunque ahí empezaron a haber algunos episodios, sino con Frondizi, que comienza una historia de abruptas devaluaciones e inflación que fue poniendo al dólar en el centro del escenario. Pero sobre todo es en la década del 70 que el dólar empieza a ganarse la atención no solo de los grandes inversores sino del público o las clases medias en un sentido más amplio. Y sobre todo en la década del 80, una década de altísima inflación, la Argentina de clase media empezó a pensar en dólares, tal como se refleja en el hecho de que las cotizaciones de los bienes durables empezaron a fijarse en esa moneda, en particular las propiedades inmuebles. El ahorro a medio y largo plazo empezó a denominarse en una moneda distinta a la nacional. Por supuesto que hubo alzas y bajas, pero desde entonces, la moneda nacional nunca recuperó su lugar de moneda de ahorro. Y por supuesto no lo va a ser mientras persista la alta inflación, las tasas de interés negativas, la desconfianza hacia el sistema bancario y las instituciones económicas del país”.

Cómo lograr la estabilidad cambiaria

Hay aspectos de coyuntura que podrían colaborar a que el tipo de cambio se mantenga relativamente estable. Se espera que el Gobierno salga exitoso de su proceso de renegociación de deuda con el FMI, lo que podría servir para poner paños fríos sobre el tipo de cambios, si se establecen plazos accesibles para los pagos. Una variable importante en el camino de estas negociaciones es que el Presupuesto 2022 propuesto por el oficialismo sea aprobado en el Congreso.

En una reunión con empresarios, el ministro de Economía Martín Guzmán negó que fuera a haber una devaluación después de las elecciones. Pero más allá de cuestiones momentáneas, si miramos hacia adelante, ¿a qué debería aspirar el país para que el peso se vuelva más fuerte y estable?

“¿Qué se puede hacer para revertir esto? Claramente, modificaciones muy estructurales que permitan generar la idea en la población de que va a haber un cambio profundo que rompe con la trayectoria del pasado. Esto requiere cambios importantes en materia física, cambiaria, monetaria, que le hagan pensar a la gente que se va a ingresar en un nuevo régimen en donde la inflación no sería un problema. En ese contexto, la demanda de moneda extranjera sería más estable y eso evitaría saltos en el tipo de cambio. Tal vez la última experiencia más positiva de cara a esto, fue la convertibilidad, que generó cambios profundos que trajeron otros problemas, pero que fueron exitosos para calmar la inflación después de tanto tiempo en la Argentina”, explica Tiscornia.

En este mismo sentido, Gaggero señala: “Por un lado, una cuestión macroeconómica, la Argentina necesita asegurarse la entrada de divisas vía comercio. Necesitamos exportar más de lo que importamos porque mientras que en otros países se puede tener déficit comercial durante un tiempo sin tantos problemas, en Argentina es mucho más peligroso. Por otro lado, está el tema de las restricciones o no restricciones con respecto a la moneda. En general, los gobiernos más ortodoxos en lo económico, más liberales, siempre se han preocupado de dar libertad total del acceso a las divisas a nivel cambiario. Eso, a mi juicio, ha terminado por lo general mal. Algún tipo de administración del tipo de cambio o restricción hay que tener, pero hay que aplicarlo con inteligencia porque no son garantía de nada y sobre todo en la Argentina, en donde tenemos una tradición de lidiar con estas restricciones y también eludirlas. Con lo cual es una combinación entre un esquema macroeconómico que no lleve a la escasez de divisas, a la restricción externa, y por otro lado administrar las expectativas de la población y también restringir el acceso en determinados momentos adecuadamente”.


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