“Sólo hablan de seguir adelante con las mismas malas ideas que nos metieron en este lío, incluso cuando lo único sensato que pueden hacer es poner el freno de emergencia. No son lo suficientemente maduros como para contar las cosas como son. Incluso esa carga la dejan para sus hijos”. Así, sin pelos en la lengua, Greta Thunberg se dirigió a los representantes de 190 países que negociaban las directrices para implementar el Acuerdo de París en cambio climático en la COP24 en Katowice, Polonia.
Las palabras de la activista sueca de 15 años -que padece una condición de autismo- representaron a las de millones de jóvenes que, en todo el mundo, se hicieron eco de su mensaje. “Ustedes dicen que aman a sus hijos por encima de todo, pero les están robando su futuro ante sus propios ojos. Hasta que no comiencen a centrarse en lo que debe hacerse en lugar de lo que es políticamente posible, no habrá esperanza. No podemos resolver una crisis sin tratarla como una crisis”, aseguró.
El involucramiento de Greta por la acción climática no surgió en esta COP. Desde agosto pasado, con el verano más caluroso para su país, cada viernes no asiste al colegio y se dirige al parlamento sueco para realizar una sentada, una huelga por el clima (#ClimateStrike) exigiendo que se cumplan las promesas climáticas.
Otros estudiantes europeos han seguido, desde entonces, sus pasos. Incluso, el pasado viernes 30 estudiantes de escuelas polacas se manifestaron en las escaleras del predio entonando una canción cuyo estribillo repetía: “¿Qué hay de nosotros?”.
Frente a una COP que dejó gusto a poco en lo que a ambición refiere, están ellos: los jóvenes. Esos que ven que los “líderes” no toman las decisiones necesarias para garantizarles un futuro en este planeta. Esos que ya no tienen miedo en decir las cosas como son.
Los jóvenes marchan, cantan y se expresan; escriben artículos en los medios de sus países; se organizan para recoger tres toneladas de basura en las costas de San Isidro como ocurrió el pasado domingo; se reúnen para debatir cómo cambiar el mundo; toman decisiones sobre qué comer, qué marcas vestir, qué medio de transporte utilizar y hasta cuántos hijos tendrán en el futuro en función de una urgencia que tienen en claro -ellos mejor que los decisores-: necesitamos actuar hoy ante el cambio climático, antes que sea demasiado tarde.