A veces las películas se dedican a contar historias de gente ordinaria en situaciones extraordinarias. Otras se ocupan de mostrar relatos anclados en la cotidianidad. Dentro de esa cotidianidad se encuentran las enfermedades.
Pero, ¿cuál es la mirada general del cine sobre las enfermedades? ¿Es positiva o negativa? ¿Se disfrutan las obras que abordan estos temas?
Compartimos esas preguntas con la comunidad de lectores de RED/ACCIÓN en nuestras cuentas de Twitter, Facebook e Instagram. En esta última red, unos 500 seguidores y seguidoras nos ayudaron a armar un primer diagnóstico: el 28% considera que la representación en la gran pantalla es positiva, mientras que el 72% restante opina lo contrario. Por otro lado, el 29% admite disfrutar de este tipo de propuestas y el 71% lo niega.
Entre la opinión de quienes participaron surgieron denominadores comunes: el romanticismo de las enfermedades en función de la ficcionalización y la falta de una visión “más honesta” que permita naturalizarlas.
Menos drama y golpe bajo, mayor realismo y visibilización de las distintas circunstancias que deben atravesar las personas que transitan o conviven con una enfermedad.
“Hay pocos clásicos que le escapan a la fórmula Oscar, pero hay títulos como Las Invasiones Bárbaras (Les Invasions Barbares, 2003), 50/50 (2011) o la Escafandra y la Mariposa (Le Scaphandre et le Papillon, 2007) que son mucho más interesantes”, aporta en Twitter la periodista especializada en cine y series Jessica Blady.
¿A qué se refiere con “fórmula Oscar”? “Al típico drama que muestra la lucha y batalla perdida del enfermo, la enfermedad como protagonista en plan didáctico, cierto temor hacia la muerte y el dejar de lado a la familia o a los que quedan [excluir de la trama lo que sucede con el entorno del paciente]”, explica.
Así como existe el giallo italiano —subgénero cinematográfico vinculado al thriller y el terror— también está el strappalacrime (“arrancar lágrimas”), un tipo de película abocado a conmover al espectador hasta quebrarlo. La gran mayoría de los films sobre enfermedades se ubican aquí.
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El Enigma de Otro Mundo (The Thing, 1982) es una película estadounidense de terror y ciencia ficción dirigida por John Carpenter a comienzos de los ochenta. Trata sobre un grupo de científicos en la Antártida que es acechado por un alienígena que puede tomar la forma de cualquier organismo.
La tensión y la paranoia crecen en cada escena: todos pueden estar infectados y todos pueden ser el monstruo. A pesar de su tenue recepción en taquilla, El Enigma de Otro Mundo encontró un público fiel en el formato VHS y se convirtió en una obra de culto con el correr del tiempo.
En el libro Encerrados Toda la Noche: El Cine de John Carpenter, su autor Matías Orta destaca que uno de los elementos más fuertes del film era la analogía que hacía entre el Sida y el extraterrestre, argumentando que “el buen cine de terror trabaja con los miedos de su época”.
Muy poco se sabía sobre la enfermedad en aquel entonces. Tal era la ignorancia que se la llamaba “peste rosa” por las manchas que aparecían en los pacientes y la idea equivocada de que afectaba sólo a la comunidad homosexual.
Hubo que esperar más de una década para que el cine abordara el tema sin metáforas en Filadelfia (Philadelphia, 1993). El film de Jonathan Demme fue —por lejos— el más mencionado por la comunidad de RED/ACCIÓN al ser consultada por el primer título sobre enfermedades que se les viniera a la mente.
Cuenta la historia de Andy Beckett (Tom Hanks), un joven abogado con HIV que es despedido injustamente por el estudio en el que trabaja y contrata a su colega Joseph Miller (Denzel Washington) para iniciar acciones legales contra la compañía.
“Es constructiva respecto a la discriminación con la evolución del abogado y sus prejuicios. Además, la despedida del protagonista con sus familiares es muy emotiva y el funeral tiene un clima más optimista que triste”, dice a través de Twitter el lector Oliver Galak.
En la misma red social, el usuario y lector de RED/ACCIÓN @hombrealado1 coincidió, pero por otros motivos: “Cuando la vi en 2003, el Sida todavía era un cuco enorme y me impresionó la discriminación que mostraba contra una persona que se estaba muriendo”.
Lucas Fauno Gutiérrez se presenta como “periodista, escritor, capricorniano, VIH positivo y puto”. Desde su experiencia, entiende y expone varios puntos para entender por qué esta película en particular caló tan hondo en la cultura popular.
“Tom Hanks era la persona más luminosa del mundo y el niño bueno de Hollywood por aquel entonces. De repente, tenía Sida. No era alguien que vivía con el virus, directamente tenía Sida. Desde ese lugar llamó la atención y se popularizó”, explica.
Gutiérrez también hace hincapié en que siempre son los varones gays quienes aparecen en pantalla para hablar del HIV/Sida desde su padecimiento: “En el cine figuramos para morir o librar una batalla épica, no para establecer un cotidiano”.
Sobre el Sida, Gutiérrez cree que también se han hecho otras muy buenas películas que él mismo recomienda:
A pesar de que la enfermedad no tiene cura, existen tratamientos que permiten llevar una vida saludable y reducir considerablemente el riesgo de transmisión. Hoy el mayor desafío es que toda persona que lo necesite tenga acceso al procedimiento y a los medicamentos.
Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, existen 139.000 personas que conviven con el virus en Argentina: el 63% se atiende en el sistema público y hay un 17% que desconoce su diagnóstico.
Cada año se notifican 5.800 casos nuevos.
A 11 años del día que le dieron el resultado de su estudio, Lucas recuerda: “Lo primero que pensé fue en Filadelfia y su enseñanza: soy una persona no hetero que tiene VIH, por ende, me voy a morir”.
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Muchas enfermedades que han sido retratadas en la gran pantalla fueron mencionadas por la comunidad de RED/ACCIÓN. Desde las más comunes hasta las menos frecuentes:
El cáncer en Yo, Él y Raquel (Me & Earl & the Dying Girl, 2015), Dulce Noviembre (Sweet November, 2001) La Decisión Más Difícil (My Sister's Keeper, 2009), Mi Vida (My Life, 1993) y Bajo la Misma Estrella (The Fault in Our Stars, 2014), así como también el alzheimer en Por Siempre Alice (Still Alice, 2014).
Por otro lado, la encefalitis letárgica en Despertares (Awakenings, 1990), la esclerosis lateral amiotrófica en La Teoría del Todo (Theory of Everything, 2014), la fibrosis quística en A Dos Metros de Ti (Five Feet Apart, 2019) y la adrenoleucodistrofia (ALD) en Un Milagro para Lorenzo (Lorenzo’s Oil, 1992).
Edgardo Daniel Rolla es miembro co-responsable de la comunidad. También es ginecólogo especialista en endometriosis, la “enfermedad iceberg que todos ignoran” —según sus propias palabras— y de la que cree que hace falta un film al respecto.
A pesar de que este tipo de películas le parece “muy dramático y sin optimismo”, destaca a Atrapado Sin Salida (One Flew Over the Cuckoo's Nest, 1975) como la excepción: la historia de un criminal —interpretado por Jack Nicholson— que es declarado demente y enviado a terminar su condena a un hospital psiquiátrico.
Esta comedia dramática no sólo plantea un abordaje particular de los trastornos psicológicos: también fue contra la corriente de la demonización que planteó el cine de suspenso y terror sobre los pacientes con enfermedades mentales desde la década del sesenta en adelante, caracterizándolos mayormente como asesinos y criminales.
Entonces, si el humor es una herramienta relevante para mostrar las enfermedades de una manera más realista en la gran pantalla, ¿por qué la mayoría de las películas sobre enfermedades son dramas?
Ezequiel Boetti es docente y autor del libro La Nueva Comedia Americana: Reír en el Cine del Siglo XXI. Según su opinión, “toda historia puede ser contada a través del humor”, pero “hay una idea generalizada de que la comedia es una forma de banalizar este tipo de cuestiones”.
Además, destaca el factor prestigio: “El drama siempre fue considerado el ámbito propicio para que actores y actrices demuestren sus verdaderos dotes llorando frente a cámara. Eso genera un efecto inmediato. Sin embargo, hacer reír —sobre todo con estos temas— es mucho más difícil”. En este sentido, cree que el tiempo es otro factor limitante a la hora de usar el humor en ciertos casos, como él lo explica:
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El cine es arte y también entretenimiento. Es la fotografía de una época y su movimiento hacia la actualidad. Al mismo tiempo, representa la posibilidad de vivir otros mundos y experiencias, aunque sea por un rato.
El cine es, en otro orden de cosas, compañía.
Hay circunstancias de la vida que no se pueden cambiar. Tener que transitar o convivir con una enfermedad es una de ellas.
Un cambio de enfoque en el séptimo arte respecto a la cotidianidad de las personas y sus enfermedades es posible.
Si las películas tuvieran una mirada más honesta al respecto, ayudarían a naturalizar estas circunstancias. Sólo resta preguntarnos qué tipo de cine queremos ver (o hacer).