Ale Giorgga y Gerdy Harapos son dos referentes de esta técnica que implica pegar afiches, pósters o stickers en las paredes de la calle y construir un collage. Ellos buscan que Argentina sea un ícono de esta expresión efímera y en constante intervención. El Gobierno los incentiva aunque están en el límite con lo ilegal.
Es sábado a la tarde y varias personas esperan en línea con los teléfonos en la mano. Frente a ellos hay una enorme medianera, totalmente empapelada. La perdición de los instagramers. Un cowboy arriba de un cohete espacial. Al lado, un castor con traje de astronauta. Superpuesta, una calavera y varios muñecos de ventrílocuo. Abajo un cartel de “Anímese”. Más allá una golondrina sobre un mandala. Arriba de todo, en letras negras y con fondo tropical: “Viva la pepa”. Así, metros y metros. Capas de pegamento, sobre afiche, sobre pegamento, sobre afiche.
Ni en el momento más álgido de la campaña presidencial, esa pared vio tanta gloria.
Al ojo inexperto, el muro es una gran -y colorida- intriga, que se repite constantemente, con distintos diseños, en miles de paredes de Buenos Aires. ¿Son afiches, pegatinas, stencil? ¿Es un solo artista, son varios? ¿Por qué alguien se tomaría el trabajo de hacer un mural equilibrando tantos factores cuando quedará hecho pedazos ante la primera tormenta? La única pista, tal vez, está debajo de uno de los carteles: “Movimiento Petrushaus”.
Con una rápida búsqueda en redes sociales se aprende que Movimiento Petrushaus es la obra de Ale Giorgga, artista urbano y licenciado en museología, que trabaja desde hace ocho años la técnica de la pegatina o paste up (pegado de afiches y papel) en la calle.
Sistemáticamente, tres veces por semana, recorre la ciudad y pega alrededor de 60 piezas por salida. Son consignas en letras negras, sólidas, sobre un fondo brillante. “Tercer trimestre”. “Internet es droga”. “No te gastes todo en caramelos”. “Crisis bananera”. “Por favor baje su consumo”.
“Mi objetivo es rescatar la visibilidad de ciertas problemáticas y poder acercarlas a través de este soporte que predispone a mirarlo y a generar una conciencia pero con un un guiño muy sutil. Algo fascinante es que el interlocutor es muy variado”, suelta Giorgga en una charla en su taller.
El lugar está en el barrio porteño de Chacarita, justo en medio de su ruta habitual: Saavedra, Coghlan, Belgrano, Colegiales, Chacarita, Palermo, la Boca a veces. Movimiento Petrushaus tiene cinco temáticas que se replican con distintas frases: drogas, sustentabilidad, lunfardo popular, la era digital y la política. ¿Una pequeña ironía? Este arte, ahora a la vanguardia de lo urbano (antes fue el stencil o el el grafitti), se imprime al igual que los diarios del siglo pasado: sobre una plancha se colocan letras de metal o madera hasta formar una frase y con una prensa se pasan sobre papel reciclado.
- ¿Por qué la calle?
- Siempre estuve en la calle, desde chico. La conozco y es uno de los pocos espacios que el transeúnte realmente habita. Siento que es uno de los canales más potentes. Por algo los políticos apuestan a la calle a través de la pintada, el afiche y el pasacalles.
Un método artesanal, en el límite de lo legal
Es una guerrilla silenciosa: él embadurna la pared, pega su obra y pasa el rodillo. Sigue. Al día siguiente verá si su marca se mantiene erguida o si sucumbió a la lluvia, ante las espátulas la cuadrilla de limpieza del Gobierno, si cayó ante el arrancador serial o, peor, quedó tapada por una publicidad de ofertas del supermercado. De a poco, con los años, fue ganando terreno, conquistando espacios. Un poco lo conquistaron a él también: la obra es intervenida todo el tiempo por otras personas que encuentran en sus pósters un soporte para crear algo nuevo. La ciudad está llena de los ¿contradictorios? espectadores activos. Cualquiera puede mirar, cualquiera puede pintar arriba. Giorgga lo encuentra fascinante.
- ¿Es ilegal hacer este tipo de obras?
- En general la expresión urbana, por ley, es una contradicción. Siempre estás ahí en el límite entre lo vandálico y lo legal. Si vos hacés un acuerdo entre partes con el dueño de una propiedad, no hay problema.
Según el ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad lo que dice Giorgga es así: siempre es necesario el permiso del frentista y no se pueden intervenir edificios o fachadas con valor patrimonial. Los grises surgen en los edificios abandonados, paredes en construcción o espacios públicos. Lo cierto es que el Gobierno está incentivando el arte urbano (incluso hay varios recorridos para hacer), aunque mayormente en murales.
“Hay programas como Color BA que trabajan con intervenciones de artistas plásticos en el espacio público, con el objetivo de fomentar el arte urbano. Por ahora es pintura, no collage”, explicaron en el ministerio. El festival Color BA comenzó a realizarse el año pasado en el distrito de las artes y apuesta a nuevos formatos de expresión que se plasman callejeramente.
Además de Petrushaus, Giorgga tiene otros proyectos. Uno es “Homenajes Urbanos” que acerca la obra de artistas ya fallecidos a cualquiera que se detenga a mirar uno de sus afiches. El año pasado dedicó días enteros a empapelar la ciudad con un cartel que, con letras negras y fondo blanco, decía (o dice, porque algunos siguen allí): “Federico Manuel, te leo y me siento menos loco”. Es en honor al artista Federico Manuel Peralta Ramos.
Giorgga también es parte del colectivo BA Paste Up que reúne a cinco artistas que se dedican a ese tipo de intervenciones collage. Se conocieron en las paredes y se contactaron. Cada uno trabaja distintas técnicas (stencil, pintura, grabado, todo en papel) y luego se ensamblan en la pared. El mural de Palermo fue una ocasión especial que reunió a 203 artistas de distintas partes del mundo. Gracias a su gestión y de un colega, Gerdy Harapos, lograron que el festival de arte en pósters, Worldwide Wall, se haga el año pasado en la Argentina.
Un gran aliado son las redes sociales. A las paredes ya no la miran sólo los ojos, sino las lentes y cualquiera con un celular puede retratar y difundir. Gracias a esta comunicación muchas marcas convocan a estos artistas para sus publicidades. Coleccionistas también les piden intervenciones particulares y algunos restaurantes les demandan diseños para ambientar el lugar. A pesar de que colonizó buena parte de las calles de la ciudad, el paste up es cool y algo exclusivo. Eso vende y de algo hay que vivir.
El grito de Gerdy
Hace 10 años que Gerardo, licenciado en artes visuales, trabaja con pegatinas y stencil que deja en donde encuentra un hueco en una pared. O en un cartel de una parada de colectivo. O pisando la esquina de un afiche de Petrushaus. En las calles lo conocen como Gerdy Harapos y su marca distintiva es un stencil de un hombre negro con anteojos, gritando de sorpresa. El de la imagen es Spike Lee, director y a la vez protagonista de la película Do The Right Thing. Una de las favoritas de Gerdy. Toda su obra se apoya en íconos, objetos o conceptos que le llaman la atención.
Quien quiera disfrutar de su arte no tiene más que caminar por las avenidas de Palermo, Villa Crespo, Chacarita o La Boca. También puede visitar alguna de las hamburgueserías y cervecerías que intervino y pagar por ello. Cada uno elige su propia aventura.
“Sin ser nadie podés mostrar tu trabajo, eso te permite la calle”, sintetiza en una charla telefónica. Si el diálogo fuera personal creo que se habría encogido de hombros. “Coloco las cosas en donde creo que van a tener bastante visibilidad. Avenidas y eso. Trato de no bardearla mucho”.
Colocar pósters o stickers puede parecer sencillo pero tiene ciertos códigos. Más allá de evitar molestar a los vecinos si no quieren ese tipo de intervención, la calle tiene una regla de oro: no tapar el arte de otro. También evitar pegar obras en paredes inmaculadas. Ahí entra en juego el ecosistema urbano porque quienes suelen abrir el camino son los que estampan su firma sin ton ni son. Sacan una lata, pintan, siguen. También aquellos que hacen “bombas”, esas firmas más elaboradas, con letras gordas y brillantes pintadas con aerosol.
Gerdy y Giorgga trabajan juntos en BA Paste Up y suelen pegar en tándem. Ahora tienen un proyecto de convocar a muralistas brasileros para hacer un gran trabajo en conjunto en Buenos Aires y luego otro en San Pablo. “La ciudad es muy permeable para esto. Lo que queremos es que Argentina se posicione a nivel mundial en paste up y sticker art como puede ser Alemania”. Justamente con ese concepto comenzó BA Paste Up: potenciarse entre ellos y resaltar el conjunto.
Consultar los recorridos de arte urbano en C.A.B.A.
Hay ciudades que son mecas de este arte, como Berlín, Barcelona o Nueva York. Los artistas suelen viajar para hacer intervenciones o incluso van armando una red de conocidos, se pasan piezas y se “pegan” unos a otros en sus recorridos. Los dos artistas tienen una gran cantidad de obra en esas ciudades y también en el interior del país.
El paste up implica mucho diálogo con el ambiente y entre los propios artistas. También entender los caprichos del clima, que atentan contra la durabilidad. Allí radica el atractivo para muchos, tanto consumidores como hacedores: la permanente transformación. Los murales y las piezas se reparan o se superponen con otras cuando se deterioran. Nunca es igual.
Basta con pasar por el mural de Palermo por estos días de lluvia: algo descoloridos, los afiches se despegan de las esquinas y caen sobre los adoquines. Lo que antes fueron colores y diseños ahora es material para la escoba. Una gran grieta se abrió en el medio y descubre una pared verdosa debajo. Se acabó la magia o, mejor, empezó de nuevo: un nuevo escuadrón saldrá esta noche a reencontrarse con el lugar.