“Siempre me gustaron las ciencias. Y cuando estaba terminando el secundario y me preguntaban qué hacer con mi vida, una amiga me invitó al planetario. Me encantó. Iban pasando las semanas y yo solo quería volver. Digamos que tenía hambre de aprender. Al enterarme de que algunos viernes hacían charlas de divulgación en vivo, me fasciné. Ya no era más un video que miraba en internet, podía interactuar, hacer preguntas, era genial para seguir aprendiendo”, cuenta Esteban Pedulla (18), que actualmente es ingresante de la carrera de Ingeniería Espacial en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de Haedo, provincia de Buenos Aires. Al igual que con otros cientos de chicos y chicas, el Planetario Galileo Galilei de la Ciudad de Buenos Aires cumplió un rol clave en el descubrimiento de su vocación científica.
Alrededor de 400.000 personas de distintos grupos etarios y geográficos visitan por año las instalaciones del planetario. El domo iluminado con colores, el verde del parque que lo rodea y las filas que suelen verse a la entrada son la primera impresión del espacio, emblemático de la Capital Federal y declarado Patrimonio Histórico y Cultural de la Ciudad hace casi siete años. Nació en 1967 y, aunque con el paso del tiempo sumó distintas actividades tendientes al entretenimiento, su principal objetivo siempre fue la divulgación científica.
“Somos un lugar donde se divulga y se comunica ciencia de un montón de maneras. Tratamos de innovar y adaptarnos, manteniendo un buen nivel tecnológico. Lo que somos ―y queremos ser mucho más― es un puente entre los chicos y la NASA; los chicos y la CONEA; los chicos y ARSAT; los chicos y los lugares a los que quizás ellos no se pueden acercar de otra manera o no son lugares centrados en la divulgación científica. Queremos tener ese contacto y que sepan que acá pueden encontrar la ayuda, la consulta, la contención que necesiten para lo que sea”, dice Estefanía Coluccio, doctora en Física y gerenta operativa del planetario.
De acuerdo a la última Encuesta nacional de percepción pública de la ciencia publicada en 2021 (la quinta edición), ocho de cada diez argentinos creen que la profesión científica es socialmente prestigiosa, percepción que se mantiene estable independientemente del género, la edad o la región de residencia, pero crece con el nivel de educación. Sin embargo, un tercio de las personas cree que la ciencia es poco atractiva como carrera, “lo que pone de manifiesto que hay una parte de la población que reconoce el prestigio social de la profesión pero que no la recomendaría a las personas jóvenes”, interpreta el informe. Entre otros motivos, las condiciones institucionales, como el salario, son un factor clave en esta valoración negativa.
Entre las propuestas que se llevan a cabo bajo la órbita del Galileo Galilei están los espectáculos para público general en el domo (que son pagos); visitas guiadas para escuelas y otras instituciones, como centros de día; funciones para estudiantes incluso desde Nivel Inicial, que son las actividades más tradicionales y sistemáticas que realizan; observación por telescopios donde los guías orientan a chicos y chicas sobre qué tienen que buscar a través del lente; encuentros en los que especialistas comparten conocimientos y descubrimientos, como Freddie Mercury en las estrellas, que se realizó en diciembre y estuvo destinado a adolescentes y adultos; cursos de divulgación, como Hablemos del Universo para niños y niñas de entre 7 y 11 años o Astrofísica y Exploración Espacial para adolescentes de entre 12 y 15 años; y en 2023 hicieron un planetario itinerante que fue a plazas e instituciones y este año irá a escuelas. La mayoría de las ofertas también cuentan con alternativas accesibles para personas con discapacidades visuales, auditivas, neurológicas, entre otras. Todo esto es, en gran medida, autofinanciado con lo recaudado por las entradas, pero el presupuesto y la administración de los fondos depende del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Las propuestas del planetario no toman ningún modelo en particular, sin embargo, tal como aclara el director del Planetario de Montevideo y actual presidente de la Asociación de Planetarios de América del Sur Oscar Méndez, “el grueso de los planetarios de Sudamérica, además de estar orientados al espectáculo, que no está mal, la mayoría están orientados a la divulgación. Porque las realidades no son tan diversas, compartimos los mismos problemas más allá de las circunstancias particulares, principalmente la dependencia económica de países centrales”. No obstante, advierte que en el caso porteño hay iniciativas singulares que podrían ser replicadas en otros sitios, principalmente las reuniones enfocadas en acercar las ciencias espaciales a las niñas.
Comunicar ciencia
Miguel San Martín es un ingeniero espacial argentino, trabaja en la NASA y, entre otros proyectos de envergadura, participó en el desarrollo de vehículos de exploración a Marte. Siempre fue una persona “extremadamente curiosa”, cuenta, y recuerda que sus inicios en el conocimiento del cosmos comenzaron en una chacra de Río Negro, donde nació y donde su padre le enseñaba las estrellas y las constelaciones.
Un día vio el Planetario Galileo Galilei y le preguntó a su padre qué era. “Me dijo que era una nave espacial, y yo era tan chico que le creí. No me llevó mucho tiempo darme cuenta de que algo con tanto concreto arraigado a la tierra no iba a ir a ningún lado. Le pregunté nuevamente y, esta vez sin bromear, me dijo que era un planetario y me explicó para qué servía. La verdad es que no entendí muy bien el concepto hasta que me llevó a visitarlo años después, cuando tenía alrededor de diez. En ese momento sí fue amor a primera vista. La experiencia me voló la cabeza y el corazón. Fue un estímulo tremendo para el intelecto y los sentimientos. A partir de ese momento comencé a ir a menudo al planetario. A veces con amigos, pero muchas veces solo. El planetario de Buenos Aires representó todas mis aspiraciones y deseos de explorar el universo y un lugar que convocaba a aquellos que compartían esos sentimientos”, relata.
Avril Chumbita (16), Bárbara Gutiérrez (17) y María Sol Teglia Albano (19) también comparten esa pasión de conocer qué hay más allá de la Tierra y comenzaron a participar activamente en el planetario con la propuesta Apasionadas por el Universo, que convocó a una charla de científicas a unas 200 chicas en abril de 2023. Además, el planetario fundó el Club del Cosmos, un grupo que nuclea a los adolescentes interesados en estos temas en Discord. “Ahí les pasamos información astronómica, datos de inscripción para carreras, hacemos streamings”, sintetiza Coluccio.
“Mi sueño es llegar a ser astrónoma”, revela Avril, quien conoció el planetario tras buscar en Google opciones de cursos de astronomía. Bárbara, por su parte, expresa que le encanta el Club del Cosmos: “Es un espacio para los adolescentes que estamos interesados, para orientarnos y ayudarnos. Desde el primer encuentro la pasé muy bien e incluso gané un libro que se estaba sorteando; gracias a ese libro y al apoyo del planetario descubrí que mi pasión por el universo se había hecho más grande y cada vez tenía más ganas de aprender al respecto. Estaba estudiando Derecho, pero por eso decidí hacer un cambio de carrera para empezar a estudiar Física y luego especializarme en Astrofísica”. María Sol, en tanto, es ingresante de la carrera de Ingeniería Aeroespacial y opina que “es muy enriquecedor que ciertas instituciones se dediquen a gestionar esta clase de eventos porque es muy importante estimular de manera divertida el interés sobre las áreas STEM —acrónimo en inglés para ciencia, tecnología, ingeniería y matemática—”.
Según un informe de 2020 del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), 6 de cada 10 universitarias en la Argentina son mujeres, pero representan solo el 25 % del total de quienes estudian ingeniería y ciencias aplicadas, y el 15 % de las inscripciones en la carrera de programación. Sumada a la subrepresentación en STEM, las mujeres tienen más dificultades para acceder a financiamiento y publicar en revistas de prestigio. Además, hay más investigadoras mujeres en las categorías más bajas, aclara Coluccio, como investigadoras asistentes o adjuntas.
En paralelo, otra de las grandes conclusiones de la encuesta nacional de percepción pública de la ciencia es que la sociedad argentina no está particularmente satisfecha con el compromiso que existe con la comunicación pública de los resultados de la actividad científica.
La gerenta del planetario opina que “hay una deficiencia” en el acercamiento de los adolescentes a la ciencia. “No me parece que haya un solo culpable porque hay un montón de instituciones que hacen divulgación, la CONEA, la UBA, la Universidad de La Plata. Pero son muchos los chicos y pocos los espacios. Ser un lugar más está buenísimo. Pienso en una chica que, por ejemplo, está terminando el colegio en una escuela que no es técnica ni tiene una especialización en ciencias. ¿Cómo puede llegar a saber que le gustan las ciencias del espacio?”, analiza.
Al respecto, “incluso aunque este último tiempo haya ido cambiando, para las chicas a las que les gusta la astronomía o la física es más raro tener acceso a esos lugares”, afirma Coluccio y recuerda su experiencia: “De chica yo no conocía a ninguna científica y desde ese lugar también surge Apasionadas”. Y de ahí nacen las propuestas del planetario, cuyos cupos suelen agotarse a los 15 minutos, agrega. “Me parece que el éxito tiene que ver con estar en esta ciudad, con este edificio, con esta calidad profesional de la gente que trabaja acá y que todo eso confluye para que vos puedas tener toda la oferta que tenés y tener demanda. Además, se adiciona el interés creciente en la ciencia en el país y en el mundo”, comenta.
Accesibilidad
El divulgador Carl Sagan dijo en una entrevista en 1996 que “cada niño comienza como un científico nato, y luego se lo quitamos a golpes. Algunos se filtran a través del sistema con su asombro y entusiasmo por la ciencia intactos". En los casos de infancias con discapacidad, hacerse lugar en las ciencias es una misión incluso más escabrosa.
Para ello, el planetario porteño ofrece alternativas creadas en conjunto con diversas organizaciones. Analía Pereyra, licenciada en Psicopedagogía especialista en discapacidad y coordinadora del Área de Accesibilidad, asegura: “Uno de los lemas de la comunidad de personas con discapacidad es ‘nada de nosotras sin nosotras’. Entonces, adoptamos ese lema para todo”. Su primer acercamiento fueron las propuestas para personas ciegas, que ellos llaman “planetario para personas ciegas” y que fue diseñado en conjunto con la Biblioteca Argentina para Ciegos desde 2001. Walter Germaná, del equipo de Accesibilidad, precisa: “Ofrecemos una función inclusiva en el domo, donde todo lo que les mostramos a las personas ciegas en forma táctil lo están viendo proyectado las personas sin discapacidad visual en la cúpula del planetario en simultáneo. También están los talleres que brindamos a las escuelas o centros de día, para que tengan un conocimiento háptico del planetario”.
Por otro lado, realizan funciones inclusivas en las que las personas con discapacidad auditiva pueden disfrutar del espectáculo narrado en lengua de señas argentina (LSA). Y ofrecen aros magnéticos, tecnología de ayuda para quienes usan audífonos o tienen implantes cocleares.
Para personas con discapacidades neurológicas se realizan actividades tanto en el planetario como durante visitas a instituciones. “Para ellos tenemos un manual del sistema solar en lectura fácil, que es una forma de colocar la información de tal manera que el cerebro lo pueda decodificar mucho más rápido. Trabajamos con la Fundación Visibilia para que este material pueda ser implementado en escuelas, bibliotecas y demás. En astronomía es particularmente un desafío porque a veces requiere mucha abstracción, por eso trabajamos en conjunto con otras organizaciones”, refiere Pereyra. Ese manual estará en formato digital y también impreso, está listo pero todavía no se ha publicado.
“Según tenemos conocimiento, somos el primer y único planetario que hace funciones distendidas para personas con autismo en el mundo”, asegura Pereyra.
Coluccio describe que “en esas funciones lo que hacemos es tener más luz, poner el sonido más bajo, que haya menos gente y les permitimos a los espectadores que se puedan mover por la sala. También les adelantamos lo que va a pasando para que se sientan cómodos”. Y expresa: “Lo cuento y se me pone la piel de gallina”.
Finalmente, para personas con problemas de movilidad la accesibilidad ha sido un desafío, dado que como el edificio es patrimonio no se puede modificar ni instalar ascensores, por ejemplo. Para permitir que una persona en silla de ruedas pueda entrar de manera autónoma instalaron rampas en los ingresos, pero el personal del planetario debe asistirla.
“Hoy el planetario es más esencial que nunca porque la inmensidad infinita de los cielos nos hace sentir pequeños y humildes, lo que nos hace más respetuosos del orden natural y nos comunica el deber que tenemos hacia la naturaleza. Las lecciones del planetario no solo nos conectan con los grandes genios que descubrieron sus secretos, sino también con civilizaciones antiguas que vieron en los cielos sus destinos y valores, tan relevantes hoy como en entonces. En un mundo tan fragmentado y polarizado como el de hoy, el planetario nos ayuda a unirnos en la contemplación de la maravilla del universo e inspira a las nuevas generaciones a soñar a lo grande”, sintetiza el científico San Martín.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.