Está ahora en marcha el trabajo de campo que desembocará en un nuevo informe PISA. El último publicado, que corresponde a la séptima edición, vio la luz en 2018.
Es habitual que los representantes políticos, así como los medios de comunicación, se centren en el ranking de los países, pero, desde una perspectiva psicológica, esos informes ofrecen evidencias bastante más jugosas para acercarse a la meta de mejorar la formación de los escolares de la OCDE, que es la que se supone que se trata de alcanzar.
Quiénes aprenden más y por qué
La ciencia de la psicología llegó hace tiempo a la conclusión de que el factor que mejor distingue a los escolares que aprenden más y menos en el colegio es su propio nivel intelectual, en lugar de otros factores como el nivel socioeconómico de sus familias.
Los estudiantes con mejor desempeño en los test de inteligencia son también quienes aprenden más y mejor en la escuela. Esa conclusión se generaliza a los resultados que logran en los test PISA. Esto es así porque esos test valoran, al igual que los test de inteligencia, la capacidad de aprender en general y del uso competente de lo aprendido.
La supercapacidad de la inteligencia
Esa conexión inteligencia–educación es fácil de entender. Por un lado, la psicología científica define la inteligencia como la súper capacidad encargada de integrar y coordinar las demás capacidades mentales (percepción, atención, memoria, lenguaje, razonamiento, etc.) para dirigir la acción de los individuos.
Por otro lado, PISA señala que su evaluación “va más allá de valorar si los estudiantes pueden reproducir lo aprendido en la escuela. Mostrar un desempeño óptimo en los test PISA requiere ser capaz de extrapolar a partir de lo que se sabe, pensar combinando distintas materias, aplicar de modo creativo lo que se sabe a situaciones novedosas y demostrar que se posee estrategias de aprendizaje eficientes”.
En consecuencia, lo que se valora en los test de inteligencia y en los test PISA es la capacidad general para enfrentarse eficientemente a problemas de variada naturaleza, de ahí que se encuentren estrechamente relacionados.
Aprender más o aprender lo necesario
Algo que se escapa del foco de atención, porque es menos evidente, es que los estudiantes más inteligentes pueden aprender más que los menos inteligentes, pero eso no significa que se aprenda lo que se debe.
El ejemplo más dramático es que solamente uno de cada diez escolares de la OCDE es capaz de distinguir hechos de opiniones sirviéndose de las señales implícitas consignadas en un determinado texto. Carecer de esa capacidad discriminativa compromete seriamente el progreso educativo.
Algunos escolares aprenden más que otros, y esas diferencias de aprendizaje se encuentran fuertemente asociadas a sus diferencias intelectuales, pero este no es el mensaje crucial. El mensaje crucial es que los que aprenden más y mejor no alcanzan necesariamente los criterios educativos exigidos.
Criterios y niveles
PISA valora cuál es el nivel alcanzando por los escolares de la OCDE considerando esos criterios educativos en:
- Habilidades relacionadas con la lectura.
- Ciencias.
- Matemáticas.
Los niveles medios alcanzados por los escolares de la misma edad, pero de distintos países, puede suponer una diferencia de varios cursos escolares. Se deduce, por tanto, que dentro de algunos sistemas escolares se articulan mecanismos más eficaces para que sus alumnos puedan aproximarse en mayor grado a los criterios de éxito requeridos.
Diferencias regionales notables
Aún así, probablemente lo más revelador, y seguramente lo más útil para quienes deben tomar medidas para mejorar, es que dentro de cada país y, por tanto, dentro del mismo hábitat escolar, se observan distancias más que notables entre las distintas regiones.
En el caso de España, las puntuaciones que logran los escolares gallegos en ciencias les sitúan en el 15 % superior a nivel mundial, mientras que los escolares de Ceuta se ubican en el 25 % inferior. Esa diferencia entre Galicia y Ceuta equivale a dos cursos escolares.
La consecuencia evidente es que es completamente innecesario mirar hacia el lejano Oriente (China o Singapur) para encontrar mecanismos que puedan contribuir a mejorar el nivel de conocimientos y habilidades escolares que puedan, llegado el caso, expresarse en las evaluaciones PISA.
Adaptar la enseñanza
La recomendación esencial de los científicos que han valorado el impacto que tienen las diferencias de inteligencia que separan a los escolares sobre su aprendizaje educativo consiste en adaptar la enseñanza a esas diferencias para que la mayoría de los escolares, independientemente de su nivel intelectual, puedan aprender lo que deben. A esa conclusión llega, usando otra terminología, el informe PISA 2018:
“El futuro de la educación reside en la integración: la integración de diferentes materias, la integración de estudiantes diferentes y la integración de distintos contextos de aprendizaje. El futuro reside en las experiencias educativas personalizadas, es decir, el diseño de métodos de enseñanza según las pasiones y las capacidades de los (distintos) estudiantes”.
Los escolares, en lugar de los países, las regiones o los colegios, son los verdaderos protagonistas. Los diseños educativos que giren alrededor de esa idea serán mucho más eficientes a la hora de aproximarse a los criterios de éxito perseguidos, al lograr que una inmensa mayoría de escolares aprendan lo que deben.
*Roberto Colom trabaja en psicología diferencial y neurociencia, Universidad Autónoma de Madrid.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
TAMBIÉN PODÉS LEER
Podés leer este contenido gracias a cientos de lectores que con su apoyo mensual sostienen nuestro periodismo humano. Bancá un periodismo abierto, participativo y constructivo: sumate como miembro co-responsable.