Primero fue la huida de uno de los fugitivos nazis más famosos, que recaló en Argentina en 1949. El libro se titula La desaparición de Josef Mengele y se tradujo a más de 30 lenguas. Y luego fue una serie de entrevistas con gente como Víctor Hugo Morales, junto a otras experiencias de fútbol argentino, incluido el último partido de Boca y Arsenal. Este libro está en plena preparación: es un conjunto de historias e ideas en torno al fútbol en algunos países. Olivier Guez, escritor y periodista francés, es un amante de la Argentina y de sus historias. Y especialmente de la ciudad de Buenos Aires, adonde en chiste (¿o no tanto?) dice que vendría a vivir si falla Roma, a la que pronto piensa mudarse desde París.
Mientras tanto, es uno de los invitados estrella del Festival Basado en Hechos Reales, el encuentro (del cual RED/ACCIÓN es media partner) que celebra las distintas formas de la no ficción —libros, series, podcasts, documentales— con invitados nacionales e internacionales.
En Basado en Hechos Reales, Guez compartirá un panel con el escritor e historiador Felipe Pigna y el escritor y ensayista argentino Felipe Celesia, moderado por Fernanda Nicolini (hoy a las 18:00 horas). Allí hablará sobre su libro de Mengele, donde sigue los pasos clandestinos del médico de Auschwitz, desde que llegó a una Buenos Aires peronista y hasta que murió en una favela de San Pablo.
Guez, nacido en Estrasburgo en 1974, evoca en la librería Falena (uno de sus sitios favoritos en Buenos Aires) la primera vez que la Argentina apareció en su vida. Fue en el Mundial de México ’86: Maradona fascinó a ese niño de 12 años que era él. Después vino la literatura. Borges, Bioy Casares, Sábato, Walsh, Pauls. La primera vez que viajó a Argentina fue en 2006 y desde entonces volvió cinco veces: “Sentí desde el primer día que el país que yo siempre había buscado existía… y se llamaba Argentina”.
Su teoría es que la Argentina es una mezcla rara de italianos que hablan castellano y tienen un poquito de cultura francesa, inglesa, alemana y judía. Y, por supuesto, latina. “Esa mezcla es mi mezcla: es la Europa que no existe. Tenemos una Europa económica, una tecnocrática y una política. Pero no hay un ‘pueblo’ europeo, no hay una mezcla de poblaciones, culturas e idiomas. Esa es la mezcla que he encontrado en Argentina”.
—¿Argentina es una tierra de historias?
—Sí. Hay muchas. Es una tierra de mitos, y los mitos son siempre una mezcla de ficción y no ficción. La historia de Argentina es breve, pero tiene, sobre todo, muchos personajes fuertes. Creo que la idea de venir al fin del mundo es la que atrae a personas interesantes, raras, locas. Conozco muy bien América del Norte y América del Sur, y para pensar la identidad de las Américas hay que entender que al principio todos los que llegaron fueron locos, ladrones, prisioneros o miembros de una secta. Y hay una versión de eso protestante en el norte y una católica en el sur. Lo que me interesa también es que, en un principio, los argentinos fueron nuestros primos en el sur.
—Aparte de investigar a Mengele, escribiste el guión de Agenda secreta, una película sobre Fritz Bauer, el fiscal alemán cazador de nazis. ¿Qué tiene que tener una historia para que decidas abordarla?
—Abordo individuos que juegan con la gran historia. Son prometeos. Es Mengele, que cree que puede crear un ser humano diferente. Es Fritz Bauer. Es una mujer sobre la que estoy trabajando, una imperialista inglesa que cree en la posibilidad de crear un imperio británico en todo el mundo. Tengo un vínculo fuerte con la historia, y siempre me interesan los que pueden hacer algo, sobre todo, contra la historia.
—¿Qué queda en Francia y en Alemania del mundo de Josef Mengele?
—El temor de conocer las cosas que el hombre es capaz de hacer y el temor de que el horror pueda recomenzar. Y no me refiero a la idea del nazismo, sino a lo que un hombre puede hacer a otro hombre. También queda una fatiga: el nazismo y el comunismo han acabado con la energía y con la idea misma de Europa. Eso hoy ha desaparecido. Por último, queda la idea del higienismo: el cuerpo perfecto, joven, musculoso y sano, que se ha extendido por todo el mundo. Esa es una idea totalmente nazi. Salir a correr en una ciudad, por ejemplo, es la última posibilidad de libertad para los prisioneros del capitalismo.
—La desaparición de Josef Mengele es un retrato íntimo. Pero cuando tuviste que narrar áreas privadas de este hombre, como por ejemplo su sexualidad, carecías de fuentes. ¿Fue natural reconstruirlas según tu intuición? ¿O hubo que romper un pacto con la realidad?
—Fue difícil, pero no me generó ningún dilema justamente porque el relato tenía que ser realista. Cuando escribís un libro sobre la vida de un hombre como Mengele, que pasó unos 30 años en Sudamérica, tenés que pensar su sexualidad, claro, porque la sexualidad juega un papel muy importante para todos. Así que fue obligatorio. Y fueron muy interesantes las reacciones de la gente. En Alemania, algunos periodistas estaban en shock porque sentían cierta dificultad de pensar que un nazi como Mengele pudiera haber sido un hombre normal con su sexualidad. Pero no fue un monstruo, sino un hombre. También hubo lectores un poco particulares que me contaron que en esas páginas se excitaron. No sé… Interesante. Pero esa es la diferencia entre el ensayo y la literatura: en la literatura el lector puede sentir algo.
—Aún así, ¿es una obra periodística?
—No. El periodismo viene antes, en la investigación. La desaparición de Josef Mengele es una novela de no ficción. Pero eso no es importante. La diferenciación entre ficción y no ficción es en sí misma una ficción. Digamos que es un libro que cuenta la vida de Mengele en Sudamérica. El modelo fue A sangre fría, de Truman Capote.
—A sangre fría, la piedra basal de las novelas de no ficción. Fue publicada en 1966. ¿Qué nos puede enseñar hoy su lectura?
—Todo. Te enseña que lo más importante en este tipo de libros es que el escritor describa una trayectoria. Cuando hoy leemos A sangre fría podemos entender y sentir la trayectoria de aquellos dos asesinos, y el lector que en 40 años lea mi libro entenderá la trayectoria de Mengele en Sudamérica. Tener un libro modelo es importante, pero no obligatorio.
—Frente a la era de la imagen y a las stories de Instagram, ¿cuál es el futuro del periodismo escrito de largo aliento o de los libros periodísticos?
—Tenemos que aceptar que los que escribimos y leemos somos una minoría. Una parte de la gente que antes solía leer, ahora mira series y tiene con eso la impresión de tomar una conexión con el mundo. Escribimos para una minoría, pero ésta existe, es curiosa y no es para nada pequeña.